Una manida corriente de opinión prefabricada ha sido lanzada. La idea es vieja. La campaña publicitaria es nueva y agresiva. Está de rebajas. En todos los canales. Marketing para cerebros incapaces de generar sus propias ideas. ¡Cómprela ahora! Es lo que se lleva este verano. Y de regalo un vale de descuento en Mc’Donalds.
Pero para los paladares exquisitos, para los gourmets del pensamiento que sienten nauseas ante tanta bazofia indigesta, queremos compartir algunas reflexiones menos comerciales:
¿ES RACISTA LA POLICÍA AMERICANA?
Los cuerpos policiales americanos estudian perfiles y estadísticas de criminalidad y se basan en ellos a la hora de actuar.

Existirán sin duda policías que, a nivel particular, alberguen manías personales hacia quienes encarnan los perfiles más comunes de criminales; perfiles que obviamente no se centran sólo en la raza. No es idílico, no es bonito, pero es humano. Muchos policías mueren cada año en EE.UU. en acto de servicio, y la mayoría, lo hacen a manos de afroamericanos. ¿Cómo afecta esto a sus compañeros? Ningún policía debería permitir que sus sentimientos, justificados o no, interfieran en la profesionalidad que debe caracterizar a su servicio. Pero tampoco habrían de permitir que el qué dirán les frene ante el crimen. Sin embargo, ambas cosas ocurren. Humano. Demasiado humano.
El sheriff David Clarke, afroamericano, fue entrevistado recientemente en la CNN sobre las revueltas por el periodéspota Don Lemon. El señor don Limón cedió la palabra al sheriff poniendo ya en sus labios el discurso oficial de paz y amor, de arrodillarse y entonar el mea culpa. Según don Limón le pasó el micro, el sheriff se apresuró a escupir tamaña propaganda. Ese no era su mensaje. Su mensaje es de acusación: El Black Lives Matter es una ideología de odio. ¡Qué hay de los policías muertos esta semana y la semana pasada! ¿Qué paz? Don Limón cortó en seco al sheriff. Volvemos enseguida. Le salió rana la jugada de entrevistar a un policía negro. Quién iba a pensar que se saltaría el guion… Quería dar su opinión libremente. ¡Qué se habrá creído! Así funcionan los medios. Un único discurso es válido. Y los matices autorizados para este discurso es lo que llaman pluralidad. Más allá, intolerancia y odio.

CRIMINALIDAD EN EE.UU.
Los índices de criminalidad son mucho, muchísimo más altos entre las personas negras, aunque las series policíacas muestren intencionadamente lo contrario. Cometen más de la mitad de los asesinatos y robos, y tres cuartas partes de los delitos relacionados con drogas, pese a constituir poco más del 10 % de la población del país. La minoría racial más pobre del país son los indios nativos americanos, cuyos niveles de delincuencia son muy similares a los de los blancos o los asiáticos. Y ninguna raza en América ha sido tan atacada, maltratada y exterminada como los indios. Luego, aunque la pobreza pueda agravar el problema de fondo, o las injusticias históricas se usen como escudo moral, ni una ni otras son el origen. Entender el problema y solucionarlo no interesa a nadie, pues pasa por derribar los dogmas igualitarios.
Todo crimen de un blanco hacia un negro se considera per se crimen de odio racial. Así pues, siguiendo esta lógica que nos es impuesta –y que en absoluto comparto–, podemos sentenciar que: la criminalidad de odio racial es mucho más elevada en los negros y hacia los blancos que al revés. Por ejemplo, la proporción de agresiones sexuales de hombres negros hacia mujeres blancas es inmensurable si se comparan con los casos opuestos –blancos hacia mujeres negras– que son casi inexistentes. El boxeador negro Mike Tyson escribió en una ocasión en Twitter que, si cada vez que un negro mata a un blanco hubiese revueltas, el país viviría en una guerra perpetua. Ni feministas, ni izquierdistas, ni medios de comunicación liberales incluyen en sus agendas las violaciones masivas de mujeres blancas o el carácter endémico del crimen negro, sea en EEUU, en Suecia o en Alemania. La moral de estos grupos se subordina a su interés político. Si una mujer es violada por un policía o un militar, le harán un monumento, será un símbolo, pero si se trata de una mujer blanca violada por una turba de africanos, tirarán su historia a una cuneta. No nos interesa. Esto lo hemos visto varias veces en España.
Si nos remitimos a las muertes violentas de personas negras resulta que las estadísticas tampoco varían. Son asesinados en su mayoría por otros negros. Ninguna raza registra unos niveles tan increíbles matanzas intestinas. Por cada hombre negro que muere a causa de la policía, decenas, puede que cientos o miles de muchachos, pierden la vida en los barrios bajos a manos de sus brothers. Una tragedia de proporciones incomparables a ninguna otra para la comunidad negra que, a los Blacklivesmatter, no les preocupa. Those lives don’t matter. Lo que les mueve no es la muerte de personas negras, sino el odio racial. Las muertes de los negros se denuncian sólo si de ellas puede extraerse provecho político a través del victimismo, la mentira y el rencor. Y no importa si el muerto es un buen hombre o un ser repugnante. Él sólo es la excusa. Es leña para la vieja hoguera de la dialéctica marxista reconvertida, tan burda como obsoleta, de oprimidos y opresores.

Pero no… No son oprimidos quienes erigen una sociedad paralela de crimen organizado donde las leyes son la violencia y la extorsión. Los principales opresores del hombre negro, los principales asesinos de hombres negros, son otros negros.
BRUTALIDAD POLICIAL
Por brutalidad entendemos un uso desmedido e injustificado de la fuerza. Sin embrago, se ha impuesto la absurda creencia de que toda acción violenta de la policía es por definición injusta y puede ser calificada de brutalidad policial. La presunción de inocencia es sólo para los delincuentes.

La vida de un policía en la jungla estadounidense no es fácil. Es una sociedad que se hunde irremisiblemente en el caos racial. Se mueven en un entorno hostil, conviven con una brutalidad delictiva que se ha disparado en las últimas décadas y se enfrentan día a día con ella. Y no, no la combaten con abrazos, proclamas hippies o arrodillándose. Lo hacen exponiendo su vida y empleando la fuerza. ¿Demasiada fuerza? Es un debate muy legítimo. Pero un debate que no puede circunscribirse a la brutalidad policial, sino a cualquier brutalidad. Si la brutalidad policial es mala, no será ir muy lejos el suponer que la brutalidad criminal es igual o peor, y que en la segunda se haya la causa de la primera. Quienes consideran la brutalidad criminal como un medio adecuado de protesta no tienen lugar en este debate y deben aceptar una respuesta a la medida de sus acciones. En EE.UU. no existe hoy por hoy una solución a la brutalidad sistémica.
Entendido esto, tres puntos deben ser aclarados al respecto:
1º. En EE.UU., la mayoría de las personas que mueren a manos de la policía, con brutalidad policial o sin ella, no son negros, sino blancos. No parece aventurado conjeturar que, si la mayoría de delincuentes son negros y la mayoría de los abatidos por fuego policial son blancos, la policía americana emplea con más tranquilidad la mano dura contra criminales blancos que contra criminales negros. Una teoría que cobra fuerza al ver en televisión las consecuencias que tiene para un policía matar a un delincuente negro, en comparación a las que tiene matar a un delincuente blanco.
2º. Eso del racismo institucionalizado es un mantra propagandístico contrario a la evidencia científica. Los datos demuestran que los delincuentes, negros o blancos, reciben el mismo trato con independencia de la raza del policía.
3º. En el caso George Floyd no existe ningún indicio de que la raza haya jugado un papel en la actuación del policía acusado de su muerte. Ninguno. Aunque a los medios no les importe. Brutalidad y odio racial, son dos acusaciones que no van de la mano.
UNA COMPARACIÓN NECESARIA:
EL CASO DE TOMMIE LINDH Y EL DE GEORGE FLOYD
En este último mes han tenido lugar dos muertes de un alto valor simbólico, que han servido para poner de manifiesto el fracaso de la sociedad multirracial en sus dos epicentro mundiales: Suecia y EE.UU.
En Suecia un joven nacionalista de 19 años fue apuñalado reiteradamente en el pecho al tratar de defender a una chica blanca que estaba siendo violada. El asesino del muchacho y violador de la chica, era un hombre de origen africano con amplia experiencia en el crimen sexual, el tráfico de drogas y otros.
En EE.UU. un hombre negro, con antecedentes penales por drogas y asaltos en viviendas con arma de fuego, murió en el desarrollo de una detención a la que se resistió. La causa de la muerte no está clara aún. La autopsia oficial exculpó al policía responsable de la detención, mientras que una segunda autopsia encargada por la familia asevera que éste le asfixio.
– Los defensores de la víctima en uno y otro caso:
En Suecia y otros países de Europa se han organizado actos y marchas pacíficas en recuerdo a Tommie Lindh. No han faltado ofrendas florales y campañas informativas para dar a conocer su caso y honrar su memoria. No ha habido violencia, ni mucho menos vandalismo o destrozos en las calles.
En EE.UU. bandas de afroamericanos y antifas llevan días y días generando disturbios, quemando vehículos a centenares, atacando a la policía, destrozando el mobiliario urbano y saqueando comercios de cualquier clase. Han muerto varios agentes, pero también varios manifestantes bajo el fuego de sus propios correligionarios. A los agitadores no les importó que el policía implicado en la muerte de Floyd fuese detenido y expulsado del cuerpo al instante, ni necesitaron conocer con certeza la causa de la muerte para espolear su odio e iniciar la guerra. Una guerra que no es sólo para conseguir gratis unos vaqueros caros y renovar la tele; con esta guerra quieren transmitir un mensaje, una denuncia: existe en EE.UU. un orden perverso que, por simple racismo, les cataloga injustamente como delincuentes y les trata con una brutalidad que no merecen.

– Los medios en uno y otro caso: El caso de Tommie Lindh ha sido silenciado por los medios internacionales y, en Suecia, éstos se han posicionado en defensa del asesino y violador negro, victimizándolo. Tampoco han reparado en escrúpulos a la hora de atacar a la víctima por sus ideas políticas, así como a alertar sobre el fantasma que casos de este estilo pueden despertar: ¡¡¡el racismo blanco!!! Parece que el contrario no trae problemas a la paz social.
El fallecimiento de George Floyd ha recibido una cobertura de primer orden en todo el mundo. Los medios lo han aprovechado para hacer una campaña mundial contra el peligro del odio racial… ¡¡¡de los blancos!!! Ni una palabra sobre la desproporción de la criminalidad negra en EE.UU. que es la razón de que la policía sospeche antes de un hombre negro, ni sobre las víctimas blancas que son más numerosas, ni sobre la incoherencia de un colectivo de proclamar su inocencia y buena fe mediante el saqueo, la violencia y el crimen organizado.
El repugnante periódico de izquierdas Público, defendía en nuestro país las revueltas afro-antifas como el único gesto de patriotismo al alcance de los excluidos. Así, cuando una turba de indeseables pistoleros, pandilleros, matones, violadores y atracadores profesionales asaltan unos almacenes para llevarse artículos de lujo, queman los coches de sus vecinos, tirotean a un policía –negro, ¡por qué no!– o cometen otras tantas fechorías, no están ejerciendo de criminales, sino acuñando un signo de patriotismo en la historia de su país. Arriba parias en la tierra…

Y no es sólo la izquierda. El diario español liberal El Mundo hablaba de George Floyd en titulares como del gigante amable que se apagó; y citaba uno tras otro a sus seres queridos que lo describían, faltaría más, como en la mismísima Hoguera de las Vanidades, cual si fuera un santo varón. ¿En serio la gente tiene una inteligencia tan subnormal para zamparse semejantes ruedas de molino? Me permito suponer, llámenme atrevido señores progres, que la mujer a la que encañonó para robar en su casa, o el resto de propietarios cuyos hogares asaltó este indeseable a punta de pistola, discreparían en cuanto al calificativo “amable” atribuido a su naturaleza. O tal vez me equivoque… Quizá te daba las buenas noches al entrar por la ventana escopeta en mano. O decía por favor al exigirte tus pertenencias mientras aplastaba contra tu estómago el cañón de su arma.
Ninguno de los grandes medios de comunicación hijos de la gran… libertad de expresión, tuvieron una palabra amable para el joven Tommie Lindh y su familia, y todos han dado por cierta, ¡sin pruebas!, la versión conspiranoica del caso de George Floyd según la cual la causa de la muerte fue la brutalidad policial, pese a que la autopsia oficial indicó lo contrario; y hablan sin “presuntos” de asesino y asesinado, negándole la presunción de inocencia a un policía que se juega la vida cada día en su trabajo en las calles del multiculti yankee. Infamia que cometieron sus jefes por anticipado, cortándole la cabeza sin juicio ni pruebas y arrojándola a la marabunta para aplacar su sed de fuego y violencia.
HOW MUCH DOES A LIFE MATTER?
La muerte de cualquier hombre inocente es siempre un suceso lamentable, sea blanco, negro o azul.
El que mata a un hombre por su raza es un miserable.
Que un hombre no sea un inocente ni un buen ciudadano, no justifica que se le haga daño, se le niegue justicia o sea objeto de malos tratos.
Expuestas estas tres ideas fundamentales, quiero refutar ese absurdo e injusto principio liberal según el cual todas las vidas humanas son igual de dignas, premisa que justifica el que cualquier hombre sea acreedor de una inmensa retahíla de derechos, en condiciones de igualdad con el resto de la comunidad, por el simple hecho de existir, con independencia de su comportamiento, su honradez o su calidad personal. Me inclino plenamente por la idea clásica europea que entiende la dignidad como un estatus cívico-moral que ha de conquistarse con esfuerzo, trabajo y servicio a la comunidad. Uno no nace digno, debe hacerse digno. Y de esta dignidad adquirida han de depender los derechos civiles. No son un regalo ni una conquista política. Y van en el mismo lote que los deberes. Si no hay deber cumplido, no hay derecho merecido.
Repito que ello no implica que la vida de un ser humano abyecto –un criminal o un parásito– carezca de importancia, pero es evidente que la vida de un atracador profesional, de la raza que sea, no puede igualarse, ni en valía ni en dignidad, con la de un valiente Tommie Lindh, que dio su vida por la de una chica en peligro y merece por ello los más altos honores y reconocimientos.

EL ENEMIGO Y SUS PEONES
Sería muy pueril, muy visceral, caer en el juego barato del odio racial o de criminalizar a una raza entera, sean cuales sean sus índices de criminalidad en un contexto social e histórico determinado. La raza negra no son los pandilleros del Bronx. Como la raza blanca no son los especuladores de Wall Street que tan a gusto se sienten entre los innombrables. En todas las razas hay malos bichos y personas honorables. Y un hombre honorable no debe cargar sobre su espalda con las ruindades de otros y sufrir un estigma que no les corresponde. Tampoco los blancos deben ser el enemigo para los negros.
Para personas de una u otra raza es comprensible sentir desprecio por criminales vocacionales o por personas de carácter brutal. Pero no es propio de una persona inteligente caer por ello en la xenofobia. Un enfrentamiento racial no puede aportar nada y sólo beneficia a los que miran desde arriba.
Es el sistema del desarraigo, de la devastación cultural e identitaria, del supremacismo del modelo político liberal y la implementación de su globalización salvaje, que no entiende de diversidad, sino que impone igualdad donde no existe; es ese orden siniestro y tiránico del poder del dinero que ha arrastrado a grandes masas humanas, bajo pretextos filantrópicos, a un entorno que sienten como ajeno y hostil; es ese proyecto imperialista que ha negado a cada pueblo y a cada raza su propio gobierno y autodeterminación, acorde a su concepción de la comunidad y del mundo, y ha suprimido a los individuos que lo han intentado, creyéndose en posesión de una fórmula perfecta y universal que ha terminado en distopía; es esa idea de la forzosa multiculturalidad y el inmigracionismo que no cuenta más que con fracasos catastróficos en su haber histórico, para el que las personas son sólo números y reduce a las naciones y pueblos a entidades administrativas… Ese es el enemigo.
Y este enemigo conformado por la élite económica global, no cuenta precisamente con muchos negros en sus filas, sino con sionistas y algunos blancos.
Criminales negros y blancos, blacklivesmatters o antifas, al igual que todo ese ingente ganado de cabezas huecas fácilmente rellenables por simple efecto del martilleo mediático, no son más que peones en su tablero. Masas de pollinos con comportamientos estudiados y predecibles al detalle, que responden a sus artimañas de marketing e ingeniería social con la precisión de un robot programado.
La libertad de prensa que les proporciona su discurso es un cuento, no es más que un mercado monopolizado por gigantes económicos cuyo único interés es propagar e imponer su agenda política globalista que dicta una sociedad multirracial y pasa por la deconstrucción etnocultural de Europa y Occidente para asentar su dominio económico.
¡Contra el sistema opresor! ¡Contra el capitalismo! gritan. Y Mc´Donalds, Burger King, Starbucks, Ben&Jerry´s y otros tantos gigantes capitalistas les hacen la campaña. Pero si su comida basura mata más negros… Y blancos.

¡Contra el racismo institucionalizado! Y las instituciones se arrodillan a su paso. Atacan la sede de la CNN y pese a ello, ésta y todos los grandes medios del planeta les hacen la ola, se deshacen en halagos y justificaciones hacia su movimiento “antisistema”.
Y después de todo esto, siguen sin querer aceptar que están siendo utilizados. ¡Cómo van a ser éstos el enemigo! Si son bobos hasta el escándalo. Por muy injusta que fuese la muerte de George Floyd –suponiendo que la versión del blacklivesmatter fuese cierta–, no les despierta ninguna sospecha que el nombre de un delincuente reincidente se convierta de la noche a la mañana en un slogan para vender comida basura, o en un icono, aprobado por el capitalismo, de la injusticia hacia los oprimidos. ¿No mueren personas decentes y ejemplares continuamente en circunstancias mucho más injustas? Hace unos días murieron dos adolescentes en Hungría por defender a unas chicas acosadas por una banda de gitanos. Pero claro, no encajan en el esquema. Blancos. Opresores. Y como los que les apuñalaron en la garganta eran más morenos que ellos, debían ser los oprimidos. Silencio absoluto de la prensa. ¿Alguien sabe algo en España? Es más comercial el pobre atracador.
Este fin de semana tenemos manifestaciones por toda Europa. Y son esos peones, mitad bobos y mitad máquinas programadas para el odio, quienes las protagonizan.
Irán a manifestarse por el delincuente, pero no se manifestaron por Tommie Lindh, ni por los muchachos de Hungría, ni por aquel niño al que un refugiado tiró desde una segundo piso. Tampoco por aquel otro crío al que un “solicitante de asilo” tiró a las vías del tren meses después de que el chaval le recibiese en la estación con un cartel de welcome refugees… ¡era de los suyos! pero su muerte no era explotable políticamente, era un niño blanco-opresor después de todo. Violaciones masivas en Suecia, razias sexuales en Alemania y Francia, matanzas de millares de granjeros en Sudáfrica, miles de niñas británicas pobres explotadas como prostitutas y esclavizadas por pakistaníes durante años en Gran Bretaña y un interminable etcétera.
Ninguno de estos casos mereció para los antifas, los blacklivesmatters, los defensores de derechos humanos y otros portadores de ideas prefabricadas, la atención que merece el salteador “amable”.
Para él si hay manifestación.
Dr. Stockmann
El texto de Dr. Stockmann es perfecto en datos y razones.Para mi solo le falta una cosa esencial: Lamentar la muerte de Floyd, por muy poco decente que fuera como persona, no es aceptable que muera un detenido en esas condiciones. No era un tema racista ni nada pero no somos como nuestros enemigos: sabemos lamentar la muerte de una persona de forma no necesaria y francamente poco ejemplar.
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Muchas gracias por el comentario.
Lamento que esta cuestión no haya quedado claro, pues es importante. Explico mi postura a grandes rasgos:
– Toda muerte injustificada es lamentable. Incluso cuando se ha llegado al extremo de ser una muerte justificada o justificable, hemos de lamentar también el que se haya llegado a ese punto, y no se haya podido evitar antes.
– Toda brutalidad (uso innecesario de la fuerza) es condenable. Tanto si proviene de criminales como si lo hace de policías (incluso más en este caso, pues se les presupone un carácter ejemplar y profesional).
– La brutalidad en EE.UU. tiene un carácter endémico. La violencia de los criminales es altísima y la policía emplea de forma rutinaria métodos muy duros. Este tipo de sociedad rompe con nuestro estilo y es contraria a nuestros valores. Si el orden debe sostenerse por la fuerza, y a duras penas… es que algo muy grave falla en las bases.
– Ningún detenido ha de sufrir malos tratos. Por muy miserable que sea. Y el hecho de que los sufra representa una injusticia (lamentable como cualquier injusticia), que en el caso americano se asienta sobre otra injusticia: la brutalidad criminal.
– En el caso de George Floyd: Los vídeos difundidos por la prensa son parciales. Las versiones de partidarios y detractores son diferentes. Es decir, las condiciones de su detención (si hubo o no resistencia por parte de Floyd, si iba drogado, si la raza jugó algún papel, si fue tratado con brutalidad o según lo estipulado en los reglamentos policiales…) y la causa de su muerte (enfermedad previa agravada por las condiciones ordinarias de detención como concluyó la autopsia oficial o asfixia intencionada o negligente como defendió la segunda autopsia encargada por la familia) no han sido debidamente aclaradas.
Sin esta información sólo podemos lamentar su muerte en término generales. Como lamentamos la de cualquier ser humano incluso cuando existe una justificación moral.
Si en algún momento se demuestra que existió brutalidad contra Floyd (la rodilla en el cuello es un método de inmovilización de sujetos hostiles aceptado en todo el mundo, España incluido), o que Floyd recibió un trato injusto, un trato que no era necesario dada su actitud correcta a la hora de ser detenido, en ese momento, y sin dudar, efectivamente HEMOS DE LAMENTAR SU MUERTE y CONDENAR LA ACTUACIÓN POLICIAL, con independencia de la antipatía que él nos produzca.
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