Los Oscar sólo aceptarán nominaciones a películas de adoctrinamiento

Me he tomado la absurda molestia de buscar en prensa información sobre el nuevo reglamento que ha anunciado la Academia para quienes aspiren a su deslucida estatuilla. Como quería conocer la verdad oficial, he probado con Google por ser el principal motor de búsqueda del Gran Hermano. Ya sabemos de qué manera los algoritmos de Google deciden no hallar lo que no quieren que sea hallado. Los resultados han cumplido con creces mis expectativas. El monstruo de colores me ha ofrecido lo esperable: una infinita sucesión de páginas de grandes medios –y otros no tan grandes, de esos que se las dan de independientes–, que reproducen sin apenas variar ni una coma, la misma cantinela. Un único enfoque. Un único discurso. Un gran aplauso. Una ola. ¡Viva el nuevo reglamento por la diversidad de Hollywood!

Después de esta tarea, me tomé una segunda molestia: Leer los comentarios de los lectores en aquellas páginas que aún disponen de esta opción abierta. Todos. No la mayoría, no. Todos, absolutamente todos, recogían opiniones contrarias al nuevo programa de adoctrinamiento hollywoodiense. Al lector avispado esto no le sorprende, pero ninguna ocasión está de más para mostrarlo y denunciarlo:

Los medios de comunicación democráticos, esos del pluralismo, la libertad de expresión, la representatividad y no sé cuántas monsergas más; no son plurales más allá de los estrechos límites izquierda-derecha del Pensamiento Único, no respetan más libertad que la de los adeptos al Régimen, no representan la opinión de sus lectores sino la que pretenden inculcarles y por supuesto, no buscan informar. Son medios de propaganda del poder económico. Y funcionan de arriba hacia abajo.

A la izquierda, representación del dios nórdico Heimdal, al que la mitología se refiere como “el más blanco de todos los dioses”. A la derecha la versión de Marvel, un afroamericano disfrazado del más hortera de los Power Rangers espaciales. No obstante, Marvel ha recibido acusaciones de racismo. Debe esforzarse más.

¿En qué consiste el reglamento? Básicamente; en que cualquier producción que quiera optar a los premios a la mejor película, deberá cumplir al menos dos de los siguientes cuatro requisitos:

1. REPRESENTACIÓN EN PANTALLA Y NARRATIVA. Tres opciones:

– Que uno de sus protagonistas sea de una minoría racial.

– Que el 30 % del reparto secundario sea de colectivos poco representados.

– Que el argumento se centre en la historia de alguno de esos grupos.

2. EQUIPO CREATIVO. Otras tres opciones:

– Al menos dos de los puestos de dirección creativa deberán ser de grupos poco representados.

– Que representantes de estos grupos formen parte de seis posiciones inferiores.

– O que, al menos, el 30% del equipo sea de esos grupos.

3 y 4. OPORTUNIDADES DE ACCESO A LA INDUSTRIA AUDIOVISUAL y DESARROLLO/PROMOCIÓN DE LAS AUDIENCIAS

– Las plazas de becarios y aprendices o de directivos y publicistas de cada proyecto han de regirse por los mismos criterios de diversidad.

Hace falta aclarar un par de puntos:

¿Qué son minorías raciales para Hollywood? Citan una cantidad importante de razas, etnias y procedencias. Os resumo: que no sean blancos. ”La apertura debe ampliarse para reflejar nuestra diversa población global tanto en la creación de películas como en las audiencias que se conectan con ellas”, comentaron el presidente de la Academia, David Rubin, y la directora ejecutiva, Dawn Hudson, en un comunicado conjunto. Cabría objetar, para hablar con propiedad, que, en “nuestra diversa población global”, los blancos son un minoría. Hay muchas más personas asiáticas o negras, por mucho que los países de éxito o quienes inventaron el cine sean, por un fatídico capricho del devenir histórico, blancos. Y si hablamos de grupos étnicos maltratados por la industria cinematográfica americana, un nombre destaca sobre todos los demás, por encima de indios nativos, afroamericanos o asiáticos: los alemanes. Pero estos no tendrán compensación.

A finales de los 90, Marlon Brando, pionero en este tema, puso el grito en el cielo ante la insensibilidad que, a sus ojos, mostraba la industria del cine hacia los inmigrantes, europeos y no europeos. Pero no estaba furioso contra los blancos, ojo, sino –y cito sus palabras– contra “los judíos que dirigen Hollywood”. Él, que había llevado a sus hijos a colegios judíos y que con tanta fiereza había condenado eso del antisemitismo en el cine. Ahora nadie ha mencionado nada sobre estos judíos. Han evitado incluirlos entre la lista de minorías subrepresentadas. ¿Quizá por su grosera sobrerepresentación? ¿O por temor a que alguien rescate las opiniones de Brando? Son conjeturas. Pero esto no lo es: Los malos son los blancos. O los que pasan por tales.

Las duras declaraciones de Marlon Brandon

Y por colectivos poco representados ¿qué entiende la Academia?: No, alemanes, no. A estos los han representado en demasía. Entiende: Minorías raciales –las que ellos consideren tal, recordad, no las de verdad–, LGTBQ+, personas con capacidad diversa y mujeres. ¿Capacidad diversa? En efecto. Habéis leído bien. Cuando los pobladores de los siglos venideros estudien nuestra era, tendrán risas para rato. Yo tenía un amigo cojo. Ya en la época en que empezó a imponerse eso del lenguaje orwelliano y victimista se cabreaba si le trataban de “discapacitado”. ¡Yo soy cojo coño! No corro maratones ni estoy acomplejado, decía pegando con la muleta en el suelo. Con esto de la “capacidad diversa”… me gustaría verlo.

Un par de actores –y actrices, no se ofendan las femirojas– se han atrevido a cuestionar suavemente el cómo estas medidas coartan la libertad artística. ¿Por qué no gana simplemente la mejor película? ¡Calla idiota! Que te quedas sin trabajo. Rueda de prensa. Pedida oficial de disculpas, Black Lives Matter, los travestis son geniales, lamida de suelas de zapato al Establishment… Y vete y no peques más hija mía.

El omnipresente George Floyd

En el fondo han sido muy pocos. La mayoría de superricos de la Industria, actores en primera fila, han aplaudido las medidas. “Latinos”, mulatos, negros, blancos y los que pasan por tales. Todos son del club o guardan las apariencias con esmero. Y si no, estarían fuera. No les plantea ningún problema un reglamento con el que es incompatible, por ejemplo, rodar una película histórica sobre la civilización europea a no ser que se criminalice a los blancos, o que se falsifique su pasado. Si el cineasta no escoge una de estas dos opciones, habrá de asumir que se le cerrarán puertas y que muy probablemente sufrirá ataques y boicots.

Si ya os pareció kafkiano ver a un Aquiles o a un Zeus negros, o a un Heimdal, el más blanco de todos los dioses para la mitología nórdica, en versión afro y disfrazado de payaso interestelar con superpoderes, o eso de ver como las estadísticas de criminalidad por razas se invierten sin excepción antes de ser llevadas a la pantalla para no mostrar una mayoría exagerada de delincuentes negros sino blancos, preparaos para la nueva generación de bazofia televisiva vacíacerebros.

Durante la ceremonia de los Oscar 2019

Contar buenas historias, hacer cine histórico riguroso, hacer la mejor película, etc., pasa a ser algo secundario. O incluso contrario al interés del nuevo cine si ello no permite cumplir con el principal objetivo: Propaganda ideológica.

Se podrá argumentar que el hecho de que una película tenga un argumento claro de adoctrinamiento es sólo una de las opciones. Que hay otras alternativas para cumplir las reglas. Exacto, pero son aún peores. Cuando una película trata un tema concreto, el espectador lo analiza de forma consciente y tiene la oportunidad, por muy tendenciosa que sea la cinta, de someterlo a juicio racional, si es que dispone de esta herramienta tan en desuso. Es mucho más eficaz distraer la atención del público con un argumento inocente de entretenimiento, mientras de forma velada se van introduciendo en la película detalles que pasan inadvertidos al espectador, ideas que son disparadas por debajo de la línea de flotación de la consciencia y se enquistan en su cerebro sin que éste se aperciba. Llevamos décadas recibiendo este tipo de propaganda para normalizar cuestiones que han querido imponernos, cuestiones que nunca habríamos aceptado si se nos hubiesen propuesto de frente, pidiendo opinión de una manera honesta. Democracia. El mal llamado multiculturalismo aparece ya de forma omnipresente, desde los libros escolares, a las series televisivas o los catálogos de moda. ¿Cuándo empezó? Nadie se acuerda. Nadie repara en ello. Con el LGTBísmo sucede otro tanto. Muy poco a poco nos lo han ido colando en los medios. O eso pensaba el vicepresidente americano Joe Biden cuando dijo al respecto a un periodista: “Piense que detrás de todo eso, yo te apuesto a que el 85% de esos cambios, ya sea mediante Hollywood o las redes de comunicación sociales, son una consecuencia de los líderes judíos en la industria. La influencia es inmensa”. Yo ni afirmo ni desmiento, sólo cito.

Durante la ceremonia de los Oscar 2019

En definitiva, para que una película pueda optar a partir de ahora a los Oscar de la Academia se le exigirá irremisiblemente que contenga un fuerte componente propagandístico unidireccional. Fuera arte, fuera cultura, fuera diversidad de perspectivas. Lo principal es que la producción al completo, de arriba abajo, sea afín al Régimen y se esmere en demostrarlo. Que contribuya a normalizar determinadas conductas o a modificar las actitudes e ideas previas de los espectadores eludiendo el uso de la razón, que promueva el orden multicultural como el único moralmente aceptable para los pueblos occidentales, que falsifique o reescriba la Historia, bien para obtener una versión compatible con los dogmas del progresismo capitalista bien para criminalizar o ridiculizar a los pueblos blancos… Y así un largo etcétera.

Tampoco nos llevemos las manos a la cabeza. No cambia gran cosa, no es más que un paso más en el itinerario previsto.

No obstante, ayuda a hacer más visible la problemática y a sus causantes.

Dr. Stockmann

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