Hoy se cumple el 178 aniversario de una de las mayores y más representativas figuras del catalanismo étnico. Tal día como hoy, pero de 1842, nacería Bartolomeu Robert i Yarzábal, que más tarde pasaría a ser conocido como el Dr. Robert.
Hoy día hay pocas agrupaciones o entidades que reclamen la figura del Doctor. El pueblo de Sitges lo tiene como hijo predilecto y erigió un monumento en su recuerdo, el Ateneo barcelonés tiene un busto suyo escondido en algún recóndito rincón de las instalaciones, en Barcelona ciudad también hay uno de los monumentos románticos más grande de toda Europa dedicada a su figura, algunas calles y plazas llevan su nombre, pero es una figura denostada y relegada al más profundo de los olvidos. Las instituciones catalanas de vez en cuando conmemoran su recuerdo, barriendo para casa por supuesto, recalcando un supuesto sentimiento independentista que no tenía. Solo la asociación cultural Devenir Europeo recuerda su figura y legado organizando conferencias, homenajes y concentraciones cuando se acerca la fecha de muerte para homenajear tal ilustre personaje. Y tiene el más sentido de las lógicas, que reclamen su figura, ya que es posible que en la persona del Doctor coincidiesen todos los ingredientes para la conformación de la cosmovisión nacionalsocialista, mucho antes de que esta se originara en Europa central. Sí, ha leído bien, el Dr. Robert era un adelantado a su tiempo. De haber nacido 90 años más tarde, hubiera sido sin duda alguna, parte de aquel movimiento que trajo una revolución, no solo en la política, sino en todos los niveles de la vida y de la sociedad. En palabras de Jorge Mota: “si alguna ideología puede adscribírsele, es a la nacionalsocialista”.

BREVE REPASO A LA VIDA Y PENSAMIENTO DEL DR ROBERT.
Como ha ocurrido con tantos otros nacionalistas, Bartolomeu Robert, no nació en su tierra, sino en México, en una ciudad al noreste del país llamado Tampico. Su padre era originario de Sitges, pero decidió emigrar al nuevo mundo al heredar unas tierras. Su madre, oriunda de Pasajes en Guipúzcoa, le daría su segundo apellido vasco. No estuvo mucho tiempo en tierras lejanas, parte de su infancia y juventud la acabaría viviendo en el pueblo paterno. En 1857, manteniendo la tradición familiar, se matricula en la Universidad de Medicina de Barcelona, licenciándose en 1864. Los siguientes años los pasaría como médico titular del Hospital de la Santa Cruz ubicado en el Raval. En 1875 obtiene la cátedra de Patología Interna. Presidió la Academia y el Laboratorio de Ciencias Médicas e intervino en la decisión del traslado de la Facultad de Medicina y del Hospital de Sant Pau. Con un gran espíritu comunitario, desde su oficina pasaba consulta a los más desfavorecidos con irrisorios pagos por las visitas.

Adquiere relevancia y mucho prestigio por su labor en la medicina. De mente inquieta, también participaba en la vida social y política de la ciudad; convirtiéndose en presidente del Ateneu Barcelonés, de la Real Academia de Medicina de Barcelona, de la Academia de Ciencias Médicas y participa en el club selecto Societat Econòmica Barcelonesa d’Amics del País, donde promueven la prosperidad económica de Barcelona y del resto de Cataluña. Con un gusto exquisito por el arte, era un apasionado del romanticismo de la Renaixença. Por extensión, también en vehemente wagneriano, llegando a ser miembro del Patronato del Festival de Bayreuth.
En 1899, el doctor Bartolomeu Robert se convierte en alcalde de Barcelona. El 13 de marzo de ese mismo año, poco después de tomar el cargo y, a instancias del catalanista Duran i Bas, pronunciaría la primera de una serie de conferencias que impartiría en el Ateneo. La más llamativa, bajo el título “La rassa catalana”, levantaría gran expectación y revuelo. La charla, que no tenía carácter político, se centraba en la heterogeneidad racial de la Península ibérica motivada por las invasiones germanas y semitas. Pero no sería la primera ni la última vez que trataría un tema que hoy día es políticamente incorrecto, pero que en aquella época era objeto de análisis y estudios. En el discurso al recibir la investidura en Medicina y Cirugía en Madrid en 1866 ya habló desde un punto de vista científico sobre los aspectos de la identidad étnica regional. En un discurso en el Ateneo Barcelonés, en la sesión pública inaugural de 1881, mostraría su admiración diciendo que: (la) «Raza más vigorosa y más esbelta fue sin duda la que apareció más tarde en la misma aurora de la época prehistórica, la céltica». O, durante una conferencia dada en la Universidad de Barcelona los días 13 y 27 de febrero de 1898 confirmando que: “Las razas son fundamentalmente distintas, no sólo en sus caracteres físicos, sino también en lo espiritual”.

Ante el endurecimiento de las políticas centralistas del gobierno de Madrid, con los presupuestos restrictivos y la subida de impuestos debido a la crisis colonial de 1898, el 20 de octubre incitaría a los ciudadanos de Barcelona a dejar de pagar impuestos en lo que pasó a llamarse el “tancament de caixes” (cierre de cajas), desembocando en una huelga fiscal. Siete días más tarde, el Capitán General del ejército español, decretaría el estado de guerra en Cataluña. Quedando de este modo ilegalizada la «Lliga de Defensa Industrial i Comercial», encarcelando a varios comerciantes para finalmente dimitir el Doctor como alcalde el 12 de octubre. El 14 de noviembre de ese mismo año, dirigiría un documento a la Reina Regente Maria Cristina, solicitando la regeneración de España en base a una nueva descentralización política. Reproducimos la carta completa, por ser sumamente interesante comprobar donde está el interés del Doctor en su doctrina Regeneradora (en negrita indico varios puntos a destacar):
“Señora: La enfermedad que desde remotas épocas viene minando nuestra patria, por lo mismo que deriva de vicios originarios de raza, que pueden sintetizarse en la pobreza de cultura y en la escasa afición al trabajo, ha echado ya tan profundas raíces en su organismo, que, sólo a favor de la evolución natural de los tiempos, de un comercio más íntimo con las ideas modernas y de remedios heroicos aplicados con perseverancia, podrá lograrse su extinción. Por haber España echado en olvido que la instrucción y la educación constituyen el más poderoso instrumento civilizador de los pueblos, no ha decretado todavía la enseñanza obligatoria y de ahí que al finalizar este siglo –causa rubor consignarlo– y cual, si para nosotros hubiese de ser perdurable la Edad Media, sólo poco más de la mitad de sus habitantes saben leer y escribir, manchando de negro el mapa de la cultura europea… Una nación con tales vicios de origen y organizada de esta suerte, por la fuerza irresistible de la lógica ha debido perder su imperio colonial, como sufriría mañana nuevas mutilaciones de su territorio y se iría deslizando por la pendiente de un total aniquilamiento, hasta desaparecer absorbida por razas más potentes y de talento menos soñador, si los que se juzgan aún con derecho a la vida –y éstos no son otros que los que con el sudor de su frente sostienen las cargas públicas– no levantasen su voz en estos premiosos instantes de la historia de España en demanda de moralidad y justicia y en petición de reformas salvadoras… No desconocen los exponentes que, siendo tan múltiples los principales orígenes de nuestra decadencia, habría de ser de tal índole la reforma de la mayor parte de los organismos político-administrativos del país, que la simple enunciación de cuanto habría de modificarse cohíbe el ánimo más esforzado; pero desde luego opinan que la mayor suma de los males presentes –aparte de los defectos originarios de raza– dependen de la manera cómo funciona el actual parlamentarismo y del empeño que muestra el Estado en mantener centralizadas todas las funciones de gobierno, inclusas las que podrían ejercer las diversas regiones de España con un automatismo administrativo que en manera alguna aflojaría las ligaduras que mantienen la actual unidad de la patria. Si esto es así, se impone la necesidad de que el sistema representativo por clases sustituya al parlamentario vigente y que se conceda una amplia descentralización administrativa regional, conservando el Poder central únicamente aquellos atributos de acción común sobre todo el territorio y los que exijan las relaciones internacionales. El sistema parlamentario, por lo menos en lo que su aplicación a España se refiere, podrá ser una hermosa concepción teórica, pero queda juzgado por los hechos. Las Cámaras y los Municipios no constituyen hoy día la verdadera representación del país trabajador, son una creación ministerial para disponer de dóciles mayorías. Con sufragio restringido y con sufragio universal, ora porque aletargados no poseemos aún bastante educación política, ora por indiferencia musulmana a la cosa pública, o ya, también, como fruto de desengaño, ello es que nadie ignora el mecanismo de las elecciones; pero, si en vez de votantes, constituyendo una masa homogénea, se agruparan los electores por gremios, clases o colectividades afines, llevarían al santuario de las leyes o a los escaños de los Municipios, no a las personas designadas con antelación por el gobierno central o por sus representantes, sino a las que por su capacidad, por su honradez y por su conocimiento de las cosas aquellas agrupaciones estimasen dignas de representarlas. En una palabra, el gobierno del país, por el país. Hoy la bondad del sistema representativo gremial lo están demostrando nuestras Universidades al elegir un senador, con independencia absoluta de la voluntad ministerial y todo cuanto pudiese dar solidez a la patria española, digna de mejor suerte…La oposición casi sistemática, o por lo menos obstruccionista, que se hace por los gobiernos a la vida y expansibilidad de las provincias, es otro causante de la decadencia del país. Las redes inextricables de nuestra burocracia, el considerable abuso del expedienteo, la lentitud desesperante de los trámites, el desconocimiento técnico de lo que se ha de resolver, tienen paralizado todo el movimiento periférico. Esa tutoría en todo y por todo, hasta para lo más baladí, condena a las diversas regiones de España a perpetua minoridad con daño para ellas y para la nación en conjunto. En el organismo humano, bueno es que haya un centro impulsador que lleve la sangre vivificadora hasta los últimos confines, pero cada uno de los órganos ejerce por sí mismo aquellas especiales funciones que derivan de su propio automatismo… Así la nación: enhorabuena que mantenga conexionados todos los territorios, pero que no sea tan tiránico y absorbente su poder, que pretenda enfrenar las energías de cada región, tanto más cuanto no pueden ser medidas con igual rasero, por sus diferencias de raza, de idioma, de capacidad, de necesidades, de costumbres y hasta de hábitos de trabajo. Hecha la división del territorio, no cual hoy por medio de un convencional artificio, sino en grandes regiones históricas, pero unidas en lazo común para no quebrar la unidad nacional, cada una de las partes podrían celebrar conciertos económicos con el poder central, periódicamente revisables; conservar su derecho regional; tener iniciativa para solicitar las modificaciones jurídicas justificadas por la evolución de los tiempos; plantear enseñanzas técnicas según las necesidades de la región, aligerando las cargas que pesan actualmente sobre el Estado; e imprimir un gran desarrollo a todas las fuerzas de riqueza local, hoy muchas de ellas latentes, porque en las actuales provincias no puede moverse siquiera una piedra, ni acometer la más leve reforma, sin la venia del eterno tutor: el Poder Central…., en súplica de que en las leyes vigentes y en la actual organización del Estado se hagan las modificaciones necesarias, de acuerdo con las siguientes conclusiones que rendidamente someten a la magnánima consideración de V. M.”


En 1901, Robert se convirtió en miembro del Parlamento, a la cabeza de un partido catalanista que había ayudado a fundar, llamado Lliga Regionalista. El 17 de julio de ese mismo año, pronuncio su primer discurso de réplica al mensaje de la Corona. Con grandes dotes en la oratoria, elegante pero contundente, firme en defensa de su tierra, pero conciliador al mismo tiempo. Se considera que, su paso por el hemiciclo madrileño marcaría la presencia catalana en la vida parlamentaria del país. En algunos círculos catalanes aún se le considera erróneamente un impulsor de un separatismo incipiente. Nada más allá de la realidad, el catalanismo histórico es soberanista en cuanto a las peculiaridades e idiosincrasia de lo propio y, totalmente ajeno a la concepción moderna del nacionalismo reaccionario, o del separatismo marxista. El concepto étnico que abanderaba el Dr. Robert, venía por un rechazo a la idea centralista unificadora y jacobina. Su regionalismo estaba imbuido de una soberanía anti igualitaria que protegía la diferencia dentro del conjunto. Fueron muchas sus declaraciones en este sentido. Durante sus discursos de la Legislatura de 1901 llegaría a decir: “Nosotros procedemos, no contra la unidad del estado, sino contra su uniformismo”, y señalando sin arrugamientos, al más puro estilo de sangre y suelo: “el regionalismo descansa en el conocimiento étnico”. Esta concepción llamada Regeneracionista, tenía mucho de NS. Antidemocrática y fundada en la comunidad popular: “pero, si en vez de votantes, constituyendo una masa homogénea, se agruparan los electores por gremios, clases o colectividades afines”. Para dejar la Dirección en manos de los mejores: “llevarían al santuario de las leyes o a los escaños de los Municipios, no a las personas designadas con antelación por el gobierno central o por sus representantes, sino a las que, por su capacidad, por su honradez y por su conocimiento de las cosas aquellas agrupaciones estimasen dignas de representarlas”. Entendiendo como, del mismo modo luego hubo diferencias sustanciales por las peculiaridades de los Gau en Alemania, en su caso particular y para Cataluña y resto de regiones “no pueden ser medidas con igual rasero, por sus diferencias de raza, de idioma, de capacidad, de necesidades, de costumbres y hasta de hábitos de trabajo”.

Su muerte llegó de forma fulminante, el 10 de abril de 1902, sufriendo un ataque al corazón. Dejó tras de él una nueva forma de hacer política pensando en las características específicas del terruño y reivindicando el sentido comunitario y étnico de la región. Queda para la posteridad, su visión de un catalanismo nacional y étnico que, pueda dar soluciones efectivas ante los problemas a los que se ha de enfrentar en los próximos años, una Europa que ha perdido su identidad y orgullo frente a un postmodernismo decadente y un globalismo desintegrador de culturas y pueblos.
Manu Baskonia