“Hipatia” de David Hernández de la Fuente. Prisa, Madrid, 2019.
En el mundo clásico no fue muy común la presencia de mujeres en el ámbito de la creación cultural. No obstante, no estuvieron ausentes en la construcción de nuestra cultura europea y universal. Podemos recordar a Aspasia de Mileto esposa de Pericles que, según Plutarco, era más admirable por su valor intelectual que por sus encantos físicos. La visión peyorativa de la mujer se expresó, en la obra del poeta Simónides, y en el dramaturgo Eurípides, pero, en menor medida, en Diógenes Laercio que menciona, entre otras, a Téano de Crotona como filósofa y esposa de Pitágoras. En “La República”, Platón afirmará que la mujer es capaz de racionalidad, valor y templanza y que, como el hombre, tiene derecho, si alcanza mérito, a ser incluso gobernante de la Polis. Ciertamente Aristóteles no manifestaba la misma confianza en la mujer que su maestro Platón.
En la Alejandría del s. IV d. C. las luchas religiosas, políticas e ideológicas las protagonizaron tanto algunos cristianos fanatizados, entre sí, como predispuestos contra otros grupos paganos también belicosos. No se podía lograr un equilibrio de tolerancia y de convivencia entre los muy variados sectores sociales y culturales que habitaban la región.

Hipatia, representante de la escuela neoplatónica de Alejandría, parece ser mujer de gran belleza, era hija del matemático Teón de Alejandría, y escribió comentarios a Ptolomeo, Euclides y al geómetra Diofanto siendo, por otra parte, inventora del hidrómetro para medir la densidad de los líquidos y para destilar agua, además cartografío cuerpos celestes. El neoplatonismo con Plotino, de origen egipcio, y, Porfirio, tuvo un componente de misticismo que se centraba en la meditación y la ascesis e influyó en Hipatia. Esta filosofía también aportó la “Teúrgia” concebida como plegaria e influjo sobre los dioses frente al simple ritualismo mágico; se trataba de una síntesis entre filosofía, religión y ritualismo sacro, con inspiración p.e. en la Enéada III de Plotino “Así la acción surge de la contemplación y del objeto de la contemplación, de suerte que el fin aun de los que practican la acción es la contemplación”. Desde el conocimiento de uno mismo y por medio de la metafísica con todas sus implicaciones, estéticas, poéticas, éticas y políticas se posibilitaría una regresión del ser que conoce hacia la fuente del conocimiento; se trata de recuperar la unidad perdida en un retorno a la divinidad. El último filósofo pagano importante Damascio consideró a Hipatia como sabia y virtuosa. Un contemporáneo suyo, como el cristiano Sócrates Escolástico, la alabó al valorarla como fiel discípula de Platón y Plotino, siendo capaz de integrar culturalmente a cristianos y paganos. El obispo Sinesio de Cirene, que fue su alumno, se refiere a ella, en varias cartas, con gran admiración. Parece ser que la envidia encendida por su alta talla moral e intelectual, junto con las disputas entre el patriarca Cirilo y el prefecto Orestes también cristiano, ocasionaron la rebelión de la plebe, nominalmente cristiana, del desierto, que invadió la ciudad con la penosa consecuencia de la cruel muerte de Hipatia. Según tesis del autor la filosofía de Hipatia “podría haber encarnado cierta conciliación entre cristianismo y filosofía pagana” (p. 83), proyecto malogrado por la intolerancia. La escuela neoplatónica de Alejandría atenuaba el aspecto mágico, teúrgico, adivinatorio y astrológico de otras escuelas neoplatónicas como la de Atenas. En Alejandría la ciencia y el racionalismo tendían a desplazar el politeísmo y el ritualismo mágico.
Luis Fernando Torres
