30 años de la muerte de Arno Breker, “el Miguel Angel del siglo XX”

«Dios es la belleza y Arno Breker su profeta» (Salvador Dalí)

Este 13 de febrero se cumplen 30 años de la muerte del escultor y arquitecto alemán Arno Breker, llamado “el Miguel Ángel del siglo XX” por su extensa y notable obra.

Pese a la gran importancia de su obra (bustos, esculturas y relieves), hoy no goza de su merecida popularidad, por el hecho de haber sido desarrollada en gran parte durante la época del Tercer Reich, en donde su obra era vista como una antítesis al denominado entonces “arte degenerado”.

Arno Breker nació en Elberfeld el 19 de julio de 1900. Su padre, también artista de la piedra, le inculcó una primera inclinación por el arte. Por ello, ingresó en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf en 1920, y en 1927 se trasladó a Paris, donde tomó contacto con las obras de Auguste Rodin, y Charles Despiau. Allí conoció a su futura esposa, la hija de un diplomático griego, Demetra Messala, que posaba como modelo para importantes artistas, incluyendo a Picasso y Maillol. Rodin y Maillol serán sus referentes en la escultura. En octubre de 1931 fue a Roma. Su gusto por la arquitectura le llevó a dejar atrás su experiencia parisina. Sin embargo, un viaje a Florencia le mostró su propio destino. Caminando por la ciudad, observó el «David» de Miguel Ángel, lo cual fue para él, en sus propias palabras «como una llamada mística, como una orden», a dedicarse a una escultura realista y armoniosa. Tras algún tiempo, sus amigos berlineses le convencieron de que fuera allí, lo que hizo en 1934. En 1936, con ocasión de los Juegos Olímpicos de Berlín, recibió un pedido de esculturas para el estadio, una que representaba a un atleta de decatlón (“Zehnkämpfer”), un Dionisio (“Dionysos”), y otra llamada “La Victoriosa” (“ie Siegerin”). Así, la forma de expresión de Arno Breker fue proclamada como una «actitud basada en el pensamiento, una forma del mundo», como principio rector del «nuevo estilo alemán» y como un llamamiento a la conservación de las especies. En retrospectiva, Arno Breker describió el año 1936 como el «punto de inflexión» de su existencia. En el período siguiente, fue elevado por el gobierno para convertirse en el «más importante escultor alemán de nuestros días», un pionero de la Revolución Nacionalsocialista, sus figuras monumentales parecían ser un buen ajuste para la lucha del nuevo Reich contra los fenómenos de decadencia en el arte («Entartete Kunst»), así como en la sociedad visualmente captable. Arno Breker se hizo cada vez más influyente en los órganos de política artística. Fue jurado del Departamento de Escultura en la Primera Gran Exposición de Arte Alemán, que tuvo lugar por primera vez en julio de 1937 en la «Casa del Arte Alemán» (Múnich). Del lado del Presidente de la Cámara de Artes Visuales del Reich, Adolf Ziegler, Breker presentó la selección de las obras escultóricas. Así mismo estuvo representado en la exposición con cuatro esculturas. Hasta el final de la guerra pudo exhibir cuarenta y dos de sus obras en esta exposición más importante del arte nacionalsocialista durante el III Reich. Y así, Breker adaptó su propio estilo al ideal artístico de la dirección estatal, y en su calidad de jurado promovió a aquellos artistas que trabajaban en el sentido ideal del Estado.

Arno Breker y Salvador Dalí.

En 1936-1938 llevó a cabo la reconstrucción de la escultura funeraria en la tumba de Enrique el León (Heinrich der Löwe) en la catedral de Brunswick (siglo XII).

En 1937 se casó con la griega Demetra Messala, a la que había conocido en Paris, y también se afilió al NSDAP. En ese mismo año Adolf Hitler designó a Arno Breker como «escultor oficial del Estado», y le otorgó una gran vivienda y un estudio con alrededor de mil asistentes. Además, se le exime de servir en el ejército, por ser considerado un tesoro cultural de la Nación. Una tarde de noviembre de 1938, una llamada del arquitecto Albert Speer (1905-1981) decidió el rumbo de su carrera. Se entrevistaron en la Academia alemana, y tras dicha entrevista recibió el encargo de dos estatuas monumentales para la entrada de la nueva Cancillería del Reich. Cuando una semana después presenta el proyecto de «El Portador de la Antorcha» y «El Portador de la Espada», Hitler quedó maravillado por los diseños, lo cual supuso para Breker el inicio de la etapa más fructífera de su carrera artística. Hasta 1945 esculpió para plazas y avenidas de Berlin. Destacan de este período obras como el Apolo de bronce levantado sobre su carro en la fuente de la encrucijada del Eje, o el friso de granito destinado al Gran Arco del Triunfo diseñado por Hitler en persona. A pesar de que una parte de su trabajo fue destruido por los brutales bombardeos terroristas de los aliados, casi todas sus esculturas sobrevivieron a la guerra. Aun así, más del 90% de su trabajo público fue destruido a martillazos por las fuerzas de ocupación aliadas después de la rendición alemana.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Breker siguió dedicándose tanto a la arquitectura como a la escultura, como muestran el edificio en Colonia (Alemania) para una compañía de seguros en 1955, o la estatua ecuestre de Mohammed V, rey de Marruecos. En 1948 fue multado por el gobierno de ocupación de Alemania por considerarlo un simpatizante del Nacionalsocialismo. El ochenta por ciento de su obra fue destruida por los aliados, así como su taller y todas las obras que allí se encontraban. Todos sus bienes fueron confiscados. Más adelante, se intentó crear una imagen políticamente aceptable del escultor, de forma que su arte pudiera ser exhibido en público nuevamente, esgrimiendo que Arno Breker no había apoyado nunca al Partido Nacional Socialista; esto a pesar de su relación personal con Hitler, y de ser miembro del NSDAP, y de su labor como difusor de las ideas artísticas y culturales nacionalsocialistas mediante esculturas alegóricas.

En 1985 se inauguró el Museo Arno Breker en Alemania, en el castillo Nörvenich, entre Aachen y Colonia, que exhibe algunas de sus obras, junto con las de otros artistas. Durante este periodo, Breker retrató con bustos – la mayoría de ellos realizados en bronce – también a personalidades como Richard Wagner, Salvador Dalí, Ernst Jünger, L.F. Céline, Jean Cocteau, Ezra Pound, o Konrad Adenauer, etc.

Varios años antes del Mundial de fútbol de 2006 (Alemania 2006), se mantuvo un debate en torno a las figuras y esculturas de Arno Breker ubicadas en las inmediaciones del estadio de Berlín en el que se disputó la final, el 9 de julio de 2006. Poco antes del comienzo del Mundial, varios supuestos «críticos» exigieron que las esculturas se taparan y se mantuvieran apartadas de la vista de los aficionados: «Por lo menos tendrían que ocultarse las figuras de Arno Breker, pero entonces indicando por qué», dijo la publicista judía Lea Rosh, iniciadora del «Monumento a los judíos asesinados en Europa», construido en el centro de la capital alemana. «Arno era un gran nazi. Ya es suficientemente terrible que estas estatuas ocupen un espacio público», añadió en declaraciones al diario “B.Z.”. Igualmente, el escritor Ralph Giordano, también de procedencia judía, fue más allá y declaró al mismo rotativo: «Deben ser desmontadas y retiradas sin dejar rastro».

Expertos internacionales, como el vienés Ernst Fuchs, calificaron, en cambio, de absurdas estas opiniones y recordaron entonces que las estatuas no son “arte nazi”, sino testimonio de una época y un estilo, del que hay exponentes en Paris, Moscú, y otras ciudades europeas.

Por su parte, John G. Bodenstein, estudioso de Arno Breker, habló de difamación y consideró que el artista «en su obra ensalzó al ser humano siguiendo la imagen de la creación y no a un (simple) sistema político».

El Hombre Nuevo.

Arno Breker falleció en la ciudad alemana de Düsseldorf el 13 de febrero de 1991, hace ahora 30 años.

Mientras rebuznan los incapaces, los que solo han experimentado el sentimiento negativo del odio en su mediocre existencia, quedémonos con esta magnífica y certera frase que el genial artista catalán Salvador Dalí dijo de Arno Breker: 

«Dios es la belleza y Arno Breker su profeta».

Eduardo Núñez

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