Multitudinaria manifestación en Paris contra la ilegalización de Génération Identitaire

Tal y como informamos en El Oso Blindado, el Gobierno francés comenzó a estudiar la posibilidad de disolver GI a finales de enero del presente año, tras las llamativas acciones contra la inmigración masiva que realizaron en diferentes campañas.

Una de las más sonadas y por lo tanto más atacada por los medios, fue la bautizada como «Misión Pirineos», que tuvo lugar el pasado 19 de enero en la frontera pirenaica franco española. Militantes de GI instalaron puestos de vigilancia simbólica en el departamento de Haute Garonne para denunciar la entrada irregular de inmigrantes.

Las autoridades locales denunciaron que, aunque sus acciones «meramente simbólicas no provocaron ninguna alteración en el orden público, movilizaron inútilmente a las fuerzas del orden desviándolas de su misión de vigilancia de la frontera». Todos los ataques por parte del pensamiento único han sido la punta de lanza para poner en la picota las acciones puramente reivindicativas y políticas de un grupo constituido de forma totalmente legal.  

El ministro del Interior francés, Gérald Darmanin, anunció el pasado 13 de febrero el inicio del proceso para ilegalizar la organización Génération Identitaire.

Génération Identitaire convocó a sus miembros y simpatizantes el pasado sábado 20 de febrero en la plaza Denfert-Rochereau, en el sur de París, y señaló en su llamamiento que la respuesta del área disidente iba a ser «determinante» en el futuro de la formación porque necesitaba su apoyo y presencia.

Aproximadamente 1.500 personas acudieron a la cita de París contra la disolución del grupo Génération Identitaire, que actualmente es uno de los más activos de Francia y centra su discurso en la inmigración y la identidad occidental.

Diferentes colectivos antifascistas convocaron una contramanifestación en las inmediaciones que acabaron con los habituales altercados “antisistema” y 26 detenidos.  

Los medios en general están indicando que agrupaciones como GI no pueden convivir en sistemas democráticos pese a que su trabajo y labor, totalmente limpio y con un aspecto nuevo y moderno, esté alejado totalmente de las agrupaciones marginales del pasado. Esto responde y zanja el debate, eterno y continuo, respecto a cómo nos observa el Sistema, sobre la idoneidad de plantear ciertas marcas o formulas a la hora de presentarse ante la sociedad. Si bien es cierto que, algunos segmentos de la sociedad, llegados el momento y ante una crisis acuciante o una inmigración desbordante, aceptarían marcas más radicales, no ocurriría lo mismo con el Sistema, que no lo tolera, ni tolerara jamás, a aquellos que no se supediten al guion mundialista y globalizador de la ideología postmoderna.

Manu Beramendi

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