Gracias. Por ser el último gran héroe de las Españas. Por tu idealismo. Por mantener firmes tus valores en medio de la barbarie y la guerra. Por demostrar humanidad en medio de la decadencia. Por nunca ceder a las presiones de cobardes sanguinarios y siempre defender lo que pensaba que era lo bueno y lo bello. Por ser más “de los nuestros” que muchos “de los nuestros”.
…Melchor Rodríguez, anarquista. Antiguo director de las prisiones republicanas. De este sujeto que se pasea libremente por las calles de Madrid con los fascistas, el diario fascista Ya de 21 de abril de 1939, a la vez que insertaba una foto suya, afirmaba:
«Melchor Rodríguez que, desde su puesto de director de Prisiones de la región del Centro, defendió valientemente a miles de nacionales encerrados en las cárceles rojas».
Y después se incluye la siguiente entrevista:
-¿Por qué Vd., siendo anarquista, salvó la vida a tantos nacionales en el periodo rojo?: Simplemente era mi deber. Siempre me vi reflejado en cada preso. Cuando me encontraba en la cárcel, pedí protección a los monárquicos, a los derechistas, a los republicanos… a aquellos que se encontraban en el poder; entonces me consideré obligado a hacer lo mismo que había defendido cuando yo mismo estuve recluido en las cárceles, es decir, salvar la vida de estas personas.

-¿Le resultó fácil?: Ahora puedo decir con satisfacción que a menudo me arriesgué a perder la vida propia por salvar las de otros. Muchas veces en mi propio despacho me apuntaron al pecho con el cañón de un revólver. Salía del problema echándole valor. Cuando regresé a Madrid después de haber salvado de la muerte a 1.532 presos en Alcalá, tuve que escuchar unos tremendos insultos y amenazas de jefes de relevancia que hasta llegaron a acusarme de ser un fascista. Tuve a menudo la posibilidad de huir de la zona republicana, pero no la aproveché, porque ¿quién se hubiese preocupado de los 12.000 presos que había en las cinco cárceles de Madrid, y de los 1.500 en la de Alcalá, de las 28 personas escondidas en mi casa y de muchas, muchas más? Solamente yo podía hacer esto. Ahora debo decir que estaba solo en este asunto. Ninguno de ellos, de los rojos, me prestó ayuda…»»
Al término del Consejo de Guerra en el que se pedía para Melchor la pena de muerte y preguntando el fiscal si alguno de los presentes en la sala tenía algo que alegar, Muñoz Grandes se levantó, se presentó como Teniente General del Ejército y junto a su testimonio presentó miles de firmas de personas que Rodríguez había salvado, en algunos casos con riesgo personal, como aval para salvar su vida. Estuvo en la cárcel de Porlier y en el penal de El Puerto de Santa María, donde obtuvo la libertad provisional en 1944. A partir de ese momento, Melchor Rodríguez tuvo la posibilidad de adherirse a la dictadura instaurada por los vencedores y ocupar un puesto que le ofrecieron en la organización sindical vertical o bien vivir en un trabajo cómodo ofrecido por alguna de los miles de personas a las que salvó, opciones que siempre rechazó. Antes, al contrario, siguió siendo libertario y militando en CNT, actividad que le costó entrar en la cárcel en varias ocasiones más.

Al comienzo del franquismo fue un activo miembro del anarcosindicalismo clandestino, siendo un firme apoyo del comité nacional de Marco Nadal. Junto con él mantuvo contactos con la embajada inglesa para el reconocimiento de la Alianza de las Fuerzas Democráticas Españolas. En 1947 fue detenido y procesado al año siguiente, acusado de introducir propaganda en la prisión de Alcalá, por lo que fue condenado un año y medio de prisión, que cumplió en la cárcel de Carabanchel. A su funeral en 1972 acudieron personas de ideologías enfrentadas: anarquistas y falangistas entre otros. Se cantó el himno anarquista A las barricadas, el féretro fue cubierto con la bandera del Movimiento libertario, transcurriendo la ceremonia, pese al hecho y a la época, sin ningún incidente. Fue enterrado en el cementerio de San Justo.» Los “fachas” lo rechazarán por “rojo”. Los republicanos, por “no encargarse de la basura franquista”. Si de mi mano estuviera, tendría calles y monumentos por toda España.
Xurde