Leon Degrelle nos dejó hace 27 años

Un 31 de marzo de 1994, que fue entonces Jueves Santo, en Málaga, partía hacia la eternidad Leon Degrelle.

Leon Degrelle no necesita presentación. Como todos sabéis, fue un hombre de acción, de una gran personalidad, de los que escribieron con el ejemplo, y con los hechos, pero también con su exquisita pluma. Autor de números artículos para muchas publicaciones, dirigente en los años 30 de un amplio movimiento de masas de inspiración católica en Bélgica, el “Rex”, al inicio de la guerra se aproximó al nacionalsocialismo y fue voluntario en el Frente del Este, y Oficial de las Waffen SS, terminando la guerra con el grado de General habiendo combatido junto a las fuerzas del Eje en la Segunda Guerra Mundial, llegando a ser el líder rexista belga una de las figuras decisivas de aquella Europa nacionalsocialista y de la revolución espiritual de la nueva Europa. Encontrándose en Noruega cuando terminó la guerra, logró escapar a España, iniciando en 1945 su largo exilio donde el régimen de Franco lo protegería durante décadas. La oportuna concesión de la nacionalidad española lo libró de ser extraditado tras la caída del franquismo, y dedicó sus últimos años a escribir libros, continuando así la guerra por otros medios, esta vez con su verbo prodigioso.

Mitin de Degrelle en un acto del Rex.
Miembros del Rex.

Leon Degrelle había nacido el 15 de junio de 1906 en la pequeña ciudad belga de Bouillon, en las viejas tierras de Lotaringia, cerca de la frontera francesa, en el seno de una familia numerosa. Su padre, de origen francés, había sido diputado del Partido Católico, y Leon, de joven, estudió en los jesuitas en el Colegio de Notre-Dame de la Paix de Namur. y después en la Universidad católica de Lovaina, donde entró en contacto con la intelectualidad católica de su época, siendo influenciado en aquel momento por el gran pensador francés Charles Maurras (1868 – 1952), fundador e ideólogo de Action Française, desde 1898. Por tanto, Degrelle comenzó sus primeras inquietudes políticas en el catolicismo militante, para evolucionar después al fascismo, que en Bélgica fue el rexismo, y finalmente al nacionalsocialismo a partir del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Durante un mitin como nacionalsocialista.

Durante la guerra, Degrelle estuvo al frente de la Division Wallonie de los voluntarios valones de las Waffen SS, formando parte de aquel ejército europeo que fueron las Waffen SS, que ya contaba, en aquella época con más no alemanes que alemanes. Basta con leer los libros de Saint-Loup (pseudónimo del francés Marc Augier, que fue Oficial de las SS, director de la revista «Devenir» de la Division Charlemagne de las Waffen-SS y, tras su paso por la Academia SS de Hildensheim, miembro de la Oficina Política de las SS) o de Jean Mabire narrando las gestas de los SS nórdicos, occitanos, bretones, noruegos, valones, flamencos, en el Frente del Este. En aquella guerra, Leon Degrelle como Jean Mabire, Saint-Loup, Frannwitz, y tantos más, lucharon por Europa, pero por una Europa real, y tal fue el titulo («L’Europe Réelle») del primer periódico paneuropeísta publicado en la postguerra por otro superviviente de las estepas rusas, el valón Jean-Robert Debbaudt, en el que tantos artículos escribió Degrelle.

Degrelle con soldados de la “Wallonie” en una acción de combate en Ucrania.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, los años 1946-47, fueron terribles en lo que se refiere a la “liberación” de Bélgica, con la depuración que supuso que fueran asesinados muchos rexistas, y fusilados los dirigentes rexistas Jose Streel, Victor Vandevelde, Victor Matthys, entre otros muchos dirigentes y militantes.

Leon Degrelle, que en 1945 se encontraba en Oslo, logró llegar en un avión militar alemán a la playa de San Sebastián. Mientras su familia era detenida en Bélgica, su esposa pasaría muchos años encarcelada. Sus ancianos padres fueron encarcelados sólo por el hecho de serlo, y morirán en prisión. En España, Leon Degrelle residirá por más de cuatro décadas, casi cinco, apoyado por fieles camaradas españoles que evitaron que fuera extraditado. A finales de los años 60 ya no había peligro de que fuera extraditado o secuestrado por terroristas sionistas. Ya era ciudadano español y Bélgica había reconocido que era ya un «extranjero» aunque la prescripción de la pena de muerte se prorrogó expresamente diez años más, hasta 1974, en lo que se llamó «Lex degrelliana». Sin embargo, Degrelle jamás repudió su patria, la cambió por Europa.

Aterrizaje en la playa de la Concha de San Sebastián, España, del bombardero Heinkel 111 que trasportaba a Léon Degrelle desde Noruega en mayo de 1945.

Todos los que pudimos conocerle personalmente recordamos con cariño cómo contaba con sensibilidad sus aventuras juveniles y el paisaje de ese país que tanto amó. Hasta el último día de su vida recordó y se preocupó por el futuro de Bélgica. Dedicó el resto de su vida a propagar el ideal a las juventudes de Europa y a recopilar sus vivencias, no como un anciano que recuerda mejores épocas, sino como un joven que deseaba dejar algo para la posteridad. Y así, cuando se dirigía a los jóvenes nunca decía «antes era» sino «el futuro debe ser así». Su sueño era el de una Europa unida en un ldeal, con una juventud luchando por un futuro mejor. Degrelle nos dijo: «Un día se repetirán con orgullo los nombres sagrados de nuestros muertos. Nuestro pueblo, al escuchar esa historia de gloria, sentirá hervir su sangre y reconocerá a sus hijos.»

Tras su muerte en Málaga el 31 de marzo de 1994, dejando una vida de héroe, sus cenizas fueron esparcidas en su Bouillon natal y en la montaña de Oberzalsberg, en Baviera.

Durante el exilio.

Los que tuvimos la suerte y el privilegio de conocer en persona a Leon Degrelle nos apercibimos pronto de su extraordinaria personalidad, que se hallaba en las antípodas de lo que se llama un político profesional, y aunque era un gran orador, no hacia uso de los artificios de la oratoria clásica, pues no los necesitaba. Le bastaba con una lógica tan sencilla como convincente, adecuada para toda clase de públicos. Pero lo más importante fue su clarividencia cuando nos hablaba de nuestra Europa, nos hablaba de la Europa del futuro, cuyos problemas él ya vaticinó: la inmigración incontrolada, las rivalidades interestatales, las corruptelas de los profesionales de la política, la ausencia de una política exterior propia y, sobre todo, la falta de un verdadero entusiasmo paneuropeo. En resumen, a la Europa real, la Europa de la hermandad entre nuestros pueblos, de Leon Degrelle y los hombres de la Conferencia de Charlottenburg, se ha opuesto desastrosa la Europa actual, y ante lo desastroso de la actual situación, Degrelle nos llamó siempre a no desesperar, pues según decía, «Si los buenos no combaten, triunfan los malvados» , y por la ley del eterno retorno, siempre aparecerá un grupo de hombres que, unidos en torno a la idea de la Europa real, harán posible un nuevo amanecer para una nueva Europa: Nuestra Europa.

Eduardo Núñez
A.C. Amigos de Leon Degrelle

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