Este año se cumplen 60 años de esta importante obra del principal referente del pensamiento tradicional, Julius Evola (1898-1974), llamado “el último gibelino”, filósofo italiano tradicionalista, anti-igualitario, antiliberal y antidemocrático, conocido también por haber sido el principal filósofo del movimiento ‘neofascista’ en Europa, pues dentro de la corriente política nacional-revolucionaria, la recuperación de la tradición cobró importancia de la mano de autores como Evola, René Guenon y Adriano Romualdi. Evola fue un hombre libre por excelencia y exponente máximo de la defensa de la Tradición integral, que lamentablemente es hoy un gran desconocido del público, pero cuya bibliografía es impresionante.
La importancia de la corriente tradicionalista está en volver a los orígenes de nuestra raza, el regreso al estudio de las antiguas tradiciones, podándolas de lo accidental, para entrever lo común a todas ellas, logrando así la redefinición de una tradición común a todo Occidente que pueda servir como base para una contestación radical al mundo moderno, a modo de una concepción del mundo que incluye la concepción militante del hombre nacional-revolucionario en un momento histórico determinado. Y Evola fue quien intentó dar una formulación política al pensamiento tradicional, ya que la corriente tradicionalista no tiene ni quiere tener un carácter político, pero sí que ha influido en determinados grupos políticos y en algunas tendencias dentro de la corriente política nacional-revolucionaria.
Giulio Evola, que adoptó el nombre de Julius por su admiración por la Roma antigua, inició estudios de ingeniería, a los que renunció para consagrarse a las artes y al estudio de las grandes doctrinas filosóficas. A los 16 años, con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, Evola partió para el frente de combate para ocupar el puesto de Oficial de artillería. Aprovechó esos breves momentos de libertad para estudiar la obra de Nietzsche, Otto Weininger, Carlo Michelstaedter, sin olvidarse de los filósofos franceses (Blondel, Lagneau, Lachelier…) Terminada la guerra, frecuentó de forma apasionada diversos movimientos culturales italianos donde se mezclaban poetas, pintores, etc…

Al período artístico (1915-1923) le sucedió el período filosófico (1923-1927). Es de esta forma que, en 1925, apareció su primer ensayo, «Ensayo sobre el idealismo mágico», seguido de «El hombre como potencia», en 1926 (rebautizado en 1949 como «El yoga tántrico», sobre el cual Marguerite Yourcenar dirá: «Compré una de aquellas obras que durante años nos alimentan y, hasta un cierto punto, nos transporta»). Evola consagró dos obras a su visión antropológica del mundo: «Teoría del individuo absoluto» (1927) y «Fenomenología del individuo absoluto» (1930). Entre ambas publicaciones apareció «Imperialismo pagano» (1928), una obra pagana y anticristiana, y editada en el momento en que Benito Mussolini y el régimen fascista intentaban fortalecer relaciones con la Iglesia que culminarían al año siguiente con la firma de los Pactos de Letrán en 1929, entre el Estado fascista italiano y el Vaticano.

En 1961 fue cuando apareció el libro peor comprendido de Julius Evola: «Cabalgar el tigre». Como muy bien escribió su amigo y discípulo Adriano Romualdi, que dio una formulación política al pensamiento tradicional y evoliano, y publicó un ensayo de síntesis de la obra de Evola titulado “El hombre y la obra”: «Cabalgar el tigre» es un breviario de aquel que tiene que vivir en un mundo que no es el suyo sin dejarse influenciar por él, seguro de su invulnerabilidad. Evola expone la idea según la cual no solo es necesario impedir al tigre que nos salte a la garganta, pero también, estando subidos sobre el animal, tener finalmente razón. No se trata entonces para el hombre diferenciado huir del peligro (el tigre), sino de montarlo para anularlo (domesticarlo). Evola predica en este libro un pensamiento que tiene bien poco que ver con lo reaccionario conservador. Marxismo, democracia liberal, existencialismo, racionalismo, nacionalismo patriotero, feminismo, jazz y música pop, crispación burguesa en el casamiento y en la familia moderna, son algunos de los temas que Evola estudia y critica a la luz de la educación doctrinal del pensamiento tradicional. Y Evola nos aconseja resistir, y permanecer en pie en un mundo en ruinas. Así, hoy por hoy, la restauración de un modo de ser tradicional es a corto plazo prácticamente imposible, pero el hombre, la persona, aquel que ha comprendido el mensaje de la tradición, está obligado a “cabalgar el tigre”, es decir, a no dejarse llevar por la adversidad, a no capitular frente a ella sino a utilizarla. Y es que hoy no se trata tanto de luchar por una victoria política como de luchar por conseguir la realización plena de la persona, para obrar dentro del militante la transformación que lo llevará del estado de un ser copartícipe de la realidad actual a un ser que, por la vía de la acción, superará al mundo trascendente y se colocará en el plano de una realidad superior, así como los “caballeros del Graal” consagraban su vida, no tanto a la búsqueda del Graal, la copa santa, como un fin en sí mismo, sino como un medio para alcanzar un fin, su transformación interior. Así hoy el militante NR debe ser un nuevo “caballero del Graal”: luchar porque la lucha debe continuar, porque sólo así se podrá forjar una nueva raza de hombres libres que preparen el advenimiento de un nuevo amanecer. Esta idea de “cabalgar el tigre” fue plasmada en el libro del mismo título en 1961, que, al igual que en el libro “El arco y la clava”, reúne una serie de orientaciones existenciales imprescindibles en la sociedad moderna, ya que el militante NR, por muy afecto que esté a los principios tradicionales, está obligado a vivir y compartir una realidad cotidiana, que es la del mundo moderno, de la cual muy difícilmente se puede uno sustraer y a la que debe juzgar y valorar en sus distintas manifestaciones. Por eso, Julius Evola y sus obras, siguen siendo de interés para una juventud nacional-revolucionaria que advierte que la única alternativa el mundo moderno es la lucha contra el sistema y la edificación por la vía del combate de una nueva élite, lo cual pasa necesariamente por la Tradición.
Eduardo Núñez