Uno de los principios del Nacionalsocialismo es que todo trabajo que se aporta a la comunidad tiene el mismo valor moral, la misma consideración. De forma que cada persona debe estar orgullosa de su trabajo como aportación positiva a la comunidad. Es lo que llamamos Dignidad del Trabajo.
El paro no es solo una dificultad económica sino además, y quizás sobre todo, elimina la dignidad del trabajo para esa persona. Por eso no nos gusta la solución del subsidio de paro sin trabajo, pues solo soluciona el tema económico, no la dignidad del trabajador.
Por supuesto en una sociedad capitalista donde todo se valora por el dinero, se equipará la dignidad del trabajo al sueldo y por tanto se elimina la igualdad de dignidad en el trabajo.
El otro error es confundir la igualdad de dignidad del trabajo con la igualdad de salario. O sea, creer que todo se paga igual porque todo trabajo es igualmente digno y considerado en la sociedad. Eso sería volver a creer que la igualdad de dinero es lo que da la igualdad de dignidad al trabajo realizado.

Este dilema es el que debe abordar el socialismo comunitario frente al marxismo y al capitalismo.
Ni igualdad de salarios para esfuerzos y capacidades distintas ni valorar la dignidad del trabajo por el salario.
Un ejemplo de que no se valora el trabajo por su dignidad está en la nula presencia de obreros en el Parlamento o en instituciones oficiales, donde se creen que lo importante es tener títulos, en vez de honradez. Cuando, además, el 90% de los diputados y senadores no hacen nada más que votar lo que les dice el Partido, y el 10% restante hace lo mismo pero forma parte de algún tema especializado donde extender su desvergüenza y ambición.

Mientras en el Nacionalsocialismo eran especialmente valorados los campesinos y artesanos, estos son ahora los que menos se tienen en cuenta pues su voto es minoritario.
El trabajo manual ha sido brutalmente depreciado debido a la globalización, con la que su ‘valor económico’ se equipara a la del trabajador vietnamita del tercer mundo esclavista.
Otro ejemplo de esta falta de valoración de la dignidad de todo trabajo se puede ver en esta situación de Covid, en la que se ensalza tanto a médicos y enfermeras, pero no se habla de las personas de la limpieza de los hospitales, sus administrativos, el personal no propiamente sanitario pero necesario.
Se protesta porque no había muchas mujeres en los estudios de ingeniería, pero no importa si hay pocas en el trabajo de reparto a domicilio. Hay una visión económica de la dignidad de los trabajos.

En el III Reich había concursos de trabajadores de todos tipos, donde se premiaba la calidad de un soldador, campesino con sus vacas o un artesano, no solo los éxitos de ingenieros, médicos o catedráticos.
Por otro lado, la valoración económica no es igualitaria ni debe serlo. No solo hay diferentes capacidades personales, diverso esfuerzo de formación y de actividad, sino también diversa responsabilidad en cada cargo.
No es lo mismo aprobar en los estudios que suspender, no hay menosprecio personal o de dignidad en ello, pero tampoco igualdad en el resultado económico que conlleva cada diferencia.
Por lo mismo, el riesgo, la iniciativa, la inventiva, la excelencia en empresas o trabajos, tienen una recompensa económica muy distinta aunque la dignidad personal y del trabajo sea la misma que la de un trabajador no especializado.
El mérito por la calidad y condiciones del trabajo se paga distinto, pero el mérito humano, no ligado al sueldo, de trabajar es el mismo.

Esto implica al mismo tiempo que por el mero trabajo no puede pagarse muchísimas veces más a alguien que al trabajador medio. Las mayores diferencias solo pueden darse cuando hay un riesgo o inventiva que merecen una recompensa económica importante si tienen éxito pues también corren el riesgo de arruinarse en caso contrario.
Entender esta visión comunitaria y extenderla en toda la sociedad es la base para sentir la idea de una verdadera Comunidad Popular, y aplicar en ella un socialismo ni igualitario ni materialista.
¡Feliz primero de mayo!
Ramón Bau