“Augurios de inocencia” de William Blake. Cátedra. Letras Universales. Traducción de Fernando Castedo. Madrid, 2020
William Blake nació en Londres en 1757 en una familia de comerciantes de tejidos, fue grabador, dibujante y poeta. Enraizado en la tradición protestante de los Hermanos Moravos, comunidad cristiana, inconformista y radical, pero bien avenida con la Iglesia de Inglaterra, acabó siendo disidente entre los disidentes. La Revolución Francesa la llegó a interpretar como un acontecimiento apocalíptico con elementos liberadores. Desde su radicalismo político y religioso, fue la época de la grabación de los libros de Lambeth, sus “Canciones de experiencia” y “El matrimonio del cielo y del infierno” (1790- 1793). La lectura de la Biblia fue fecunda e inspiradora a lo largo de toda su obra, tanto en el ámbito literario como en el imaginativo y simbólico. De adolescente leyó a Shakespeare, Milton, Locke y Burke. Siendo joven adquirió fundamentos de hebreo y de griego.
Su estilo artístico estaba lejos del barroquismo de la pintura holandesa y del neoclasicismo perfeccionista de Reynolds donde la vida profunda quedaba maquillada y sin pálpito. Frente a Tiziano y a Rubens siempre se inclinó por Rafael, Miguel Ángel o Alberto Durero; su neo goticismo se expresó cabalmente en la serie de sus esbozos de los monumentos funerarios ingleses en la abadía de Westminster. Sus preferencias estéticas le impidieron “sentirse cómodo en la neoclásica Royal Academy” institución que abandonó libremente, tal como afirmó Fernando Castanedo. En su producción pictórica debemos recordar sus ilustraciones de La Divina Comedia de Dante y las correspondientes a El Paraíso Perdido de Milton. En 1795 había llegado a pintar más de 500 acuarelas ilustrativas de los “Pensamientos nocturnos” del poeta prerromántico Edward Young. Las penosas ventas de esta magna obra pictórica, parece ser, que le llevaron a una situación de postración mental reflejada en una carta de julio de 1800 donde afirmó que: “Comenzaba a salir de un hondo hoyo de melancolía”. En su última época artística podemos destacar sus ilustraciones al Libro de Job ya sin apenas fuerzas para el trabajo con el buril. Parece ser que sufría una enfermedad hepática que le debilitaba sobre manera, enfermedad contraída por la continua inhalación de ácido nítrico comúnmente usado para grabar las planchas de cobre. A pesar de la profunda debilidad de su cuerpo W. Blake escribió: “el hombre real, se fortalece, ya que es la Imaginación que vive para siempre”.

En “Augurios de Inocencia” debemos destacar la balada poética “El psiconauta” donde en ciento cuatro versos expone los trazos de su visión del hombre atenazado por la Historia y que contamina la Historia. Postuló una mitología propia en las figuras de Orc y Urizen que representaban respectivamente la Revolución y la Tradición. Existiría un proceso recurrente y cíclico que desencadenaría revoluciones contra la opresión pero, donde la tiranía antigua sería sustituida por otros nuevos despotismos. Todos los hombres partimos individualmente de Orc para devenir en Urizen de una forma, en ocasiones, inadvertida e inconsciente. Orc es la Inocencia, Urizen es la experiencia; la genuina superación de este destino lacerante es la expresada por “Los” como símbolo del arte y de la Imaginación creativa. El poeta se inspiró en Los Proverbios bíblicos y en los “Aforismos sobre el hombre” del suizo Johann Caspar Lavater.
Blake denunció las condiciones de vida de los más desfavorecidos en la Inglaterra que le tocó vivir: “Harapos de mendigo a merced del viento en harapos desgarran al mismo cielo”. (p. 121) y se sintió lastimado por los sufrimientos de la infancia y la opresión de unos pueblos sobre otros. En Blake existe una desconfianza hacia la religiosidad abstracta, tal como la interpretaba, contraponiéndola, a otra religiosidad concreta, por ello escribió: “Busca amor apiadándote del prójimo consolando penas del cercano a ti en la nieve helada y la noche oscura en el desnudo el paria busca ahí” (p. 135). Y “Dios es luz y Dios se muestra a las almas cuitadas que en la noche habitan más presenta su forma humana a las que habitan el reino del día” (p. 127).
La poesía de W. Blake preanuncia algo del surrealismo y del expresionismo que fecundarían la literatura del siglo XX: “El mosquito que canta su canción veraniega encuentra su veneno en la lengua que libela. De serpiente y Salamandra el veneno son los sudores de pies de los celos. (p. 119), para algunos críticos su poesía tiene ribetes excéntricos y extravagantes, pero, en general, se impone el criterio de considerar su obra poética como la más valiosa de la literatura inglesa de todos los tiempos.
Luis Fernando Torres Vicente
