Este 23 de mayo se cumplen 116 años del nacimiento de Ramiro Ledesma Ramos (1905 – 1936), conocido como intelectual y pensador, fue también un gran activista. Su aniversario es una buena ocasión para recordarlo.
Ramiro Ledesma Ramos nació en Alfaraz de Sayago (Zamora) el 23 de mayo de 1905. A pesar de que la localidad apenas llegaba a los seiscientos habitantes, su padre era un conocido maestro rural de enseñanza. Su estancia allí duró hasta que, a su padre, Manuel Ledesma, lo trasladaron a una nueva localidad, aún más pequeña, Torrefrades, que actualmente depende del municipio de Bermillo de Sayago. Ramiro nació en el seno de una familia con pocos medios, por lo que sus padres no pudieron proporcionarle una gran formación. Muy pronto comenzó a ejercer su primer trabajo en la oficina de Correos y Telégrafos en Madrid, donde se matriculó en la universidad, y cursó la licenciatura de Filosofía y Letras en la Universidad Central.
Además de ideólogo y fundador del nacional-sindicalismo, para cuya difusión creó las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), Ramiro llevó a cabo una intensa labor editorial y colaboró en revistas como “La Gaceta Literaria” y la “Revista de Occidente”, “Acción española”, “El Debate”, “La Nación”, “Informaciones” y “Heraldo de Madrid”.

Nacido en el seno de una familia de maestros, en Ramiro Ledesma se pueden distinguir tres épocas: la literaria, la filosófica y la política. Se licenció por la Universidad de Madrid en Filosofía y Letras; y en Ciencias Físicas y Matemáticas. Fue discípulo de José Ortega y Gasset, sobre quien escribió una crítica, y de quien adoptó su visión vitalista de la vida. También profundizó en el estudio del filósofo alemán Martin Heidegger. Escribió una novela, “El sello de la muerte”, así como diversos relatos y ensayos como «El Quijote y nuestro tiempo», así como otros ensayos filosóficos sobre filósofos como Bertrand Russell, G.V. Vico, Hegel, Ortega y Gasset, Keisserling, o Dilthey, entre otros. Tradujo el «Mathematische philosophie» de W. Brand y M. Deutschbein.
Ramiro recibió influencias de Curzio Malaparte, de Georges Sorel (padre del sindicalismo revolucionario), de Martin Heidegger -de quien fue práctico introductor en España-, de Ortega y Gasset, de Oswald Spengler, de Nietzsche, de Ángel Ganivet, y de Fichte, y de los autores de la Generación del 98, entre otros.

En 1930 pone fin a su etapa intelectual, y en 1931 comenzó su etapa como activista político, destacando como ideólogo y analista político. Así, el 14 de marzo de 1931, con veinticinco años, y justo un mes antes de la proclamación de la II República, sacó junto a un Manifiesto político el semanario “La conquista del Estado” (“Semanario de lucha y de información política”), nombre homónimo del italiano “La conquista dello Stato”, dirigida por Curzio Malaparte en la Roma fascista, que fue el primer periódico político nacional-revolucionario que se editó en España, influenciado por Mussolini, marcándose una estrategia política consistente en “pescar” en las aguas del sindicalismo revolucionario español, que en aquel momento en España era lo mismo que decir el anarcosindicalismo de la CNT, una estrategia que siguió siempre Ramiro en sus seis años de intensa actividad política, desde 1931 hasta 1936. Bajo la dirección de Ramiro, y teniendo como principal colaborador a Juan Aparicio López, se publicó este periódico en Madrid entre marzo y octubre de 1931, en donde a su vez aparecerían las exigencias de su movimiento con el título de “Pedimos y queremos”, y hasta su clausura, sacó 23 números de dicho semanario., desde donde articuló las bases del nacional-sindicalismo.

Su postura antimonárquica la reflejó en uno de los números de “La conquista del Estado” en el que decía lo siguiente: “La tierra es de la nación. El campesino que la cultiva tiene derecho a su usufructo. El régimen de la propiedad agraria hasta hoy imperante ha sido un robo consentido y perpetrado por la monarquía y sus hordas feudales”. Por lo tanto, vemos que Ramiro consideraba a la monarquía como una institución feudal y obsoleta que lastra económica y socialmente el avance de España hacía una modernización estatal. Sin embargo, paradójicamente Ramiro tuvo amistad con algunos monárquicos alfonsinos, como José María de Areilza (1909-1998), autor de una hermosa semblanza sobre Ramiro Ledesma. Estos monárquicos alfonsinos dieron dinero a Ramiro para apoyar sus iniciativas con la intención de abrir una brecha en el campo del sindicalismo revolucionario y sacar a militantes de ese ambiente, como el de la CNT, principalmente, y dividirlo. Esa era la estrategia política de Ramiro, que quiso siempre nutrir el nacional-sindicalismo de militantes procedentes del anarcosindicalismo y de la CNT, la central obrera anarcosindicalista a la que Ramiro consideraba en aquel entonces la fuerza motriz de la transformación social española. Y esto no porque Ramiro simpatizara con el anarquismo sino porque era un hecho objetivo que la CNT era en aquel momento el sindicato más potente en España en el ámbito del sindicalismo revolucionario español, y con un carácter apolítico al no estar vinculada con ningún partido político, como era el caso de la UGT.
La vida política de Ramiro transcurrió durante uno de los periodos más convulsos de España y Europa. No obstante, su pensamiento político fue una ideología revolucionaria, y partidario de un Estado totalitario y de una economía dirigida que le llevó a tener diferencias con José Antonio Primo de Rivera. Tras la escisión de Falange, en el año 1935, Ramiro tuvo más tiempo para dedicarlo a escribir sus dos obras más importantes: «Discurso a las juventudes de España», y «¿Fascismo en España?». Son ambas dos obras esenciales que es imprescindible leer, pero no una vez sino varias veces, pues mantienen aún hoy las ideas-fuerza del nacionalismo revolucionario. En ambas obras, Ramiro deja clara tanto su ideología como su estrategia política a seguir. Y como muestra de cuáles eran sus ideas, aquí las deja bien claras en los dos párrafos siguientes:
“Los edificadores del Régimen de Weimar y verdaderos cómplices de todos los actos realizados contra Alemania… constituían partidos y sectas cuyo espíritu era absolutamente ajeno al espíritu de Alemania, manejados por el judío y elaborados por gentes de otras razas, invasoras y aniquiladores de la gran raza alemana. La apelación a la patria alemana permitía a Hitler señalar ante las grandes masas, como originadores y culpables de sus desdichas de índole material, no a unas ideas erróneas, ni tampoco a meras abstracciones, sino a enemigos concretos, enemigos de Alemania misma como nación, y sobre todo, bien visibles y señalables con la mano: de una parte el judío y su capital financiero, de otra el enemigo exterior de Alemania, Versalles y sus negociadores, firmantes y mantenedores, es decir, los marxistas y la burguesía republicana de Weimar”. (Ramiro Ledesma)
“Sólo en la subconsciencia —o en la conciencia, mejor dicho— de un judío como Marx pudo fraguarse la destrucción de los valores nacionales” (Ramiro Ledesma).

El 11 de julio de 1936, editó el primer y único número del que sería su último semanario, “Nuestra Revolución”. Desde dicho número lanzaba la siguiente consigna: “Por la continuidad de nuestra nación. Contra sus enemigos y los de todo el pueblo”.
El siguiente número debió salir el 18 de julio de 1936, pero ya no fue posible sacarlo dada la situación en ese momento en Madrid, especialmente tras el asesinato de José Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936, suceso que fue el detonante del alzamiento del 18 de julio, y tras el cual, Ramiro al conocer la noticia le dijo a su colaborador Guillén Salaya: “Deja de escribir. El núm 2 de Nuestra Revolución no saldrá ya. Hay que dejar la pluma para tomar las armas”.
Así describe el biógrafo de Ramiro, José María Sánchez Diana, la que sería la última empresa periodística de Ramiro:
“Ramiro Ledesma Ramos seguía trabajando con su irreductible y pequeño grupo de amigos. Había fundado otro periódico: “Nuestra Revolución”. Quiso publicarlo el 4 de julio, pero los tipógrafos de la imprenta “El Financiero”, taller donde había de imprimirse, se negaron a editarlo. Ramiro acudió violento y corajudo a la “Casa del Pueblo esclavizada”, como la llamaba, y allí protestó de aquella cerril dictadura proletaria. Logró sacar el periódico a la semana siguiente. Era sábado, coincidiendo con “Juventud”, que ese día insertaba un suelto decretando la muerte de “Nuestra Revolución”. Este semanario es la última actividad de Ledesma. Sólo se publicó un número, pues la guerra cortó la segunda tirada. Tenía orientaciones sociales y directrices inéditas hasta ahora en la prensa política española. La redacción estaba instalada en la calle del Príncipe, 14. […] “Nuestra Revolución” además de las normales editoriales de Ledesma, tenía artículos de Ignacio Ramos, Gutiérrez Palma, sobre los campesinos en la Unión Soviética; Cordero, sobre política internacional, y Raúl Carballal en la página de deportes. Se esperaban publicaciones de Guillén Salaya y de Emiliano Aguado. En la administración se halla Compte. Era la última célula política de Ledesma”. [“Ramiro Ledesma Ramos. Biografía política”, José María Sánchez Diana]

En dicho semanario, Ramiro dedicó un apartado a las llamadas “fuerzas nacionales”, en las que decía lo siguiente:
“¿Vigorizar fuerzas averiadas? Nadie lo espere de nosotros. No pensamos contribuir a vigorizar otras consignas que las creadas por nosotros mismos. Y aludimos, al hablar así, a los esfuerzos que la generación española más joven hace ya, y hará cada día con más brío, por encontrar el camino de su propia liberación y el de la liberación nacional del país entero”. (“Nuestra Revolución”)
También es cierto que en el nº1 del semanario “Nuestra Revolución”, Ramiro hacía un llamamiento en el que instaba a la población a “defender la espiritualidad católica […] a cuerpo libre”.
Ramiro había pronosticado que “Si ganan las izquierdas tengo un noventa y nueve por ciento de posibilidades de que me vuelen la cabeza; si ganan las derechas, tendré que marcharme de España para vivir con dignidad”.
El 1 de agosto de 1936, fue detenido e ingresado en la prisión de Ventas, de donde fue sacado en una saca de presos políticos junto a Ramiro de Maeztu de la cárcel de Ventas en Madrid, para ser fusilado en el cementerio de Aravaca el 29 de octubre de 1936.

Durante sus últimos meses de vida en la prisión de Ventas, el padre Villares, religioso que atendió a Ramiro en la cárcel, aseguró que Ramiro dedicaba gran parte de su tiempo a pensar en el sentimiento religioso católico, pues nunca fue ateo.
Tal vez la mejor definición de la muerte de Ramiro la diera Ortega y Gasset, su antiguo maestro, cuando se enteró de ella en París, y dijo: «No han matado a un hombre, han matado a un entendimiento».
Su programa ideológico quedó condenado al ostracismo e inaplicado por el régimen franquista, siendo su figura desdibujada por la mitificación de la que fue objeto José Antonio Primo de Rivera durante dicho régimen. Hay que tener en cuenta que además de su ideología revolucionaria, el hecho de ser agnóstico y su opinión anticlerical de que se había de rebajar la importancia de la Iglesia respecto al Estado, así como sus disputas y diferencias con José Antonio Primo de Rivera, que le llevaron a la escisión con la Falange en enero de 1935, hacen que durante el franquismo su figura cayese en el olvido, siendo secundario con muchísima menos importancia que otros de los que habían sido sus correligionarios como José Antonio u Onésimo Redondo. De hecho, figuras como el Cardenal Gomá o el padre Teodoro Toni, célebre censor, afirmaron que su “Discurso a las juventudes de España” debía dejar de reproducirse o ser destruido, pues podría causar división en el pueblo español. Ello se debe a que Ramiro afirmaba que la Iglesia había jugado un papel fundamental en la historia de España, pero había de quedar totalmente integrada y supeditada al Estado, con un estilo similar al ideario fascista italiano. Por lo tanto, todas las cuestiones metafísicas habían de quedar recluidas para todos los españoles a un ámbito personal y privado, y lo que debía unir a la nación es una “fe y credo nacional, eficacia social para todo el pueblo”. Así pues, se puede decir que, para Ramiro, la religión y el patriotismo pertenecen a dos dimensiones totalmente distintas, pero no incompatibles. Además, en su “Discurso a las juventudes de España” también manifiesta que “el yugo y las saetas, como emblema de lucha, sustituyen con ventaja a la cruz para presidir las jornadas de la revolución nacional”.

Entre los pocos monumentos que se pueden encontrar en honor a Ramiro Ledesma, destacan un monolito con una esquela en su localidad natal, Alfaraz de Sayago, dos placas con el yugo y las flechas y con el águila de San Juan en el cementerio de Aravaca (Madrid), el cual es una fosa común de los allí fusilados.
En 1986, su hermana Trinidad Ledesma Ramos publicó los escritos políticos de Ramiro aparecidos en los periódicos que dirigió desde “La conquista del Estado”. Trinidad Ledesma Ramos, fiel custodio de las obras y objetos conservados de su hermano Ramiro, falleció en Madrid a los 87 años, el 22 de diciembre de 2000.
Nietzsche dijo que un gran hombre es un rodeo de siglos que da la humanidad. Ramiro Ledesma Ramos fue fruto de uno de esos grandes rodeos. Y por eso lo recordamos.
Eduardo Núñez