77 años del desembarco de Normandía: la derrota de Europa

El desembarco de Normandía se produjo en pleno repliegue general en el frente del Este como consecuencia de la “victoria” del “General Invierno” en dicho frente, en el invierno de 1943, ya que la formidable ayuda angloamericana había conseguido que los soviéticos contaran, desde mediados de 1943 en adelante, con una superioridad de siete contra uno en tanques, nueve contra uno en artillería y cinco contra uno en aviación. Todos los esfuerzos hechos por Ribbentrop para lograr la paz en el Oeste resultaron vanos. Los aliados habían publicado los informes de las Conferencias de Casablanca y Teherán, y habían dado a conocer los detalles del innoble Plan Morgenthau; por lo que los dirigentes del III Reich sabían que su única alternativa era resistir o morir, mantenerse en pie o desaparecer como nación unida y libre, y por ello los alemanes endurecieron aún más su resistencia. Así se desperdició una posibilidad de detener la carnicería que asolaba a Europa.

En esa situación, el 6 de junio de 1944, el grueso de las flotas inglesa y americana, protegiendo a innumerables navíos de transporte, se acercó a la costa francesa y facilitó los primeros desembarcos de tropas. Tres mil aviones cubrieron a una flotilla de planeadores que arrojó veinte mil hombres a retaguardia de las líneas alemanas. Los aliados utilizaron, en total, en esa operación: 13.000 aviones, 4.300 naves de transporte y de guerra, 2.000 planeadores y 91 divisiones. (Dwigt D. Eisenhower: «Crusade in Europe») La invasión de Europa dio comienzo en la zona comprendida entre Cherburgo y Arromanches. A pesar de su inferioridad numérica, las tropas de Von Rundstedt se lanzaron a un violento ataque que rechazó a los ingleses hacia la playa. Pero la llegada constante de refuerzos procedentes de Inglaterra logró consolidar la cabeza de puente.

Los restos de la flota submarina alemana se sacrificaron en una batalla desigual contra la fuerza combinada de las dos mayores flotas de guerra del mundo, y lograron hundir a más de trescientos barcos cargados de tropas y material. La Luftwaffe lanzó sus últimas reservas al combate, consumiéndose en una lucha desigual, pues el principal inconveniente con el que tropezaba la Luftwaffe no fue la insuficiencia de aviones, sino la falta de combustible. La producción de combustibles sintéticos en Alemania, aunque notable, no llegó a cubrir las necesidades de la guerra. Así que el Alto Mando alemán se vio nuevamente obligado a hacer prodigios maniobreros para extraer fuerzas de otros frentes y mandarlas a Francia.

Vista aérea de una parte de la flota de los Aliados que participó en el desembarco de Normandía.
Momento del desembarco.
Un ‘jeep’ de la 35 División de Infantería del Ejército de los Estados Unidos se abre camino entre las ruinas de la ciudad de Saint-Lo, el 29 de julio de 1944. Saint-Lo, como otras ciudades normandas, quedó arrasada durante los bombardeos indiscriminados aliados.
Prisioneros de guerra alemanes capturados tras el desembarco de Normandía son vigilados por tropas estadounidenses en el campamento de Nonant-le-Pin, Francia, el 21 de agosto de 1944. La gran mayoría murieron tras largos meses sin apenas agua ni comida.
De izquierda a derecha, el sepulturero de europa Winston Churchill, Sir Miles Dempsey, segundo comandante del Ejército británico y el mariscal de campo británico Bernard Montgomery, visitan las ruinas de Caen. La ciudad normanda resultó totalmente destruida por los Aliados. Las empresas americanas sacarían sustanciosos dividendos en las reconstrucciones y venta de material.

El frente balcánico, en particular, quedó casi totalmente desguarnecido, lo que permitió a los ingleses iniciar el asalto a la fortaleza europea por el Sudeste, saltando de isla en isla, en el Mar Egeo. Cinco divisiones de las SS fueron rápidamente transportadas del frente ruso al francés, al mismo tiempo que Stalin preparaba una nueva ofensiva en el sector Central. El Reich, atacado por cuatro puntos a la vez -Rusia, Francia, Italia y, en mucho menor escala, los Balcanes- empezaba a desmoronarse. Sólo la fe en las armas secretas anunciadas por Hitler y Goebbels mantenía aun viva la llama de la esperanza. La propaganda aliada pretendió que las armas secretas de que hablaba Hitler en sus discursos eran un bluff destinado a sostener la moral de sus soldados. No obstante, los hechos demostrarían la falsedad de esas afirmaciones. La técnica alemana hizo verdaderos prodigios en el curso de la contienda, muy especialmente a partir de 1942.

De haber dispuesto de unos meses más, la Luftwaffe hubiera podido contar con nuevos carburantes sintéticos cuya puesta a punto había pasado ya del plano experimental. Si Italia, y después, la mayoría de sus aliados, no hubieran abandonado o traicionado a Alemania en pleno combate, no cabe duda de que Alemania hubiera dispuesto de esos preciosos meses que separaron su triunfo de su derrota. Tres o cuatro meses que significaron el triunfo de las llamadas «democracias» y, paralelamente, quiérase o no admitir, la derrota de Europa.

E.N.

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