La Policía Nacional ha detenido a 5 ciudadanos paquistaníes por explotar en condiciones de semi esclavitud a un nutrido grupo de trabajadores de su mismo origen en Barcelona. La banda controlaba una red de supermercados y franquicias y vigilaba a sus víctimas mediante un centenar de cámaras. Método similar, cabe apuntar, al que utilizan la mayoría de redes logísticas de grandes multinacionales, como la de la controvertida Inditex (quien estas líneas escribe trabajó bajo sus cámaras sin derecho a parar la actividad ni 10 segundos so pena de despido) y mucho más amable que las orwellianas pulseras de control de actividad que defiende Amazon. No hablemos de Uber, Glovo, Cabify…
No nos sorprende que los medios progres del sistema se hagan eco de esta noticia incidiendo en la nacionalidad de las víctimas mientras evitan nombrar la de los explotadores. Como decíamos, la misma. Estamos acostumbrados.
Lo que sí ha ha hecho detenerse nuestra atención de forma especial, ha sido el escuchar el tono de arrogante indignación con el que la presentadora y la reportera de calle de la cadena de televisión referían el caso, vestidas, de pies a cabeza, con marcas que fabrican sus prendas en países pobres donde los trabajadores están sometidos a sus empleadores bajo condiciones mucho más estrictas y crueles que las víctimas de la noticia por la que tanto se escandalizaban (o fingían tal). Claro que ellas no son responsables de la casi absoluta deslocalización empresarial de las democracias capitalistas, pero sí que son culpables de hipocresía y manipulación al servicio de las mismas.



Mientras señalan con su dedo inquisidor a pequeños explotadores que no pagan impuestos al sacrosanto estado, trabajan de forma incansable para blanquear a un sistema que no es sino una gigantesca máquina de triturar carne humana.
Dr. Stockmann