Arthur Schopenhauer: semilla del pasado y del presente

En el día de hoy recordamos, con motivo del 161 aniversario de su partida, a una de las mentes más brillantes en la historia de Occidente. No lo hacemos, sin embargo, con fines meramente honoríficos, sino como una llamada al interés y descubrimiento de una cosmovisión que, a día de hoy, resulta más conveniente que nunca.

Por desgracia, nos hemos acostumbrado a ver como la sociedad dota de mayor crédito a quienes, aprovechando acontecimientos como el que aquí nos ocupa, se remueven con petulancia entre tecnicismos filosóficos inservibles para la vida del hombre. Un comportamiento tan anticuado como la propia naturaleza humana y que el mismo Schopenhauer trató de combatir no solo con su obra sino también con su estilo: un lenguaje claro, austero, que acercaba definitivamente la filosofía al pueblo.

Por lo tanto y tratando de honrar su proceder, intentaremos que los siguientes puntos sirvan para adentrar al lector, desde la sencillez, en el complejo y elaborado pensamiento de Arthur Schopenhauer.

¿CARNE Y HUESOS… O QUIZÁS ALGO MÁS?

Discípulo de Kant, Schopenhauer evoluciona desde la concepción del “noúmeno” y el “fenómeno”, hasta instaurar su propia dualidad: “voluntad” y “representación”. Reconocía, por tanto, que el hombre va más allá de lo material. Posee un alma y sentido espiritual que ha de proteger y cultivar tanto como su propio cuerpo.

Portada antigua de «El Mundo como voluntad y representación».

No es casualidad, por lo tanto, que planteamientos tan elevados como el suyo influyesen de forma determinante en la aparición del movimiento romántico alemán, semilla a su vez del nacional socialismo. Tanto es así, que sería el propio Adolf Hitler quien, como soldado de la Primera Guerra Mundial, portase un ejemplar de la obra culmen del filósofo, “El Mundo como voluntad y representación”, dentro de su mochila militar para recordarse a sí mismo el deber de luchar, de ganarse con los actos de hoy el cielo del mañana.

Así pues, este primer punto ya nos debe hacer reflexionar sobre el sentido de la vida, pues cualquiera que se encuentre dentro de la lucha política se habrá preguntado en más de una ocasión quien es el verdadero enemigo. Contra quien debemos dirigir todas nuestras fuerzas. Pues bien, para Schopenhauer la respuesta era clara: el materialismo. El materialismo reduce y elimina la parte espiritual de nuestro ser y nos convierte por lo tanto en esclavos de nuestra propia voluntad de vivir.

Si el cielo no existe, ya nada nos obliga a ganárnoslo.
¿Por qué preocuparnos por el mañana, pudiendo disfrutar el hoy?
Y si para disfrutar el hoy, me valgo de mí mismo…
¿Por qué debo procurar el bien de los demás?

Fotografía de retrato de Arthur Schopenhauer en 1859, por Schäfer, J.

¿ALGUNA VEZ TE HAS SENTIDO INFELIZ POR NO ALCANZAR CIERTO PROPÓSITO Y, UNA VEZ ALCANZADO, HAS TERMINADO DECEPCIONÁNDOTE?

Schopenhauer reconoce los vicios internos con los que por naturaleza se concibe al hombre, así como también sus posibilidades de autodominio y liberación. Esas tendencias naturales y auto programadas que condicionan al hombre en cada una de las etapas de su vida pueden hacer de esta un infierno, pues estará siempre avocada al tedio o la frustración.

Así pues, nos reiteramos en la responsabilidad del sistema capitalista sobre la dramática pérdida de valores que estamos sufriendo. A causa de él, ahora buscamos la felicidad en lo banal y nuestra sociedad, sumida en el consumismo, resulta ser el cebo perfecto para ese “tedio o frustración”. Una constante que, lejos de reducirse a lo material, también se transporta al plano personal pues ahora no solo somos capaces de hipotecarnos para cambiar de IPhone, sino que también lo hacemos con nuestras parejas y amigos.

Haría lo que fuese necesario para poder comprarme el último modelo de ese coche. Mi vida no tendrá sentido hasta que sea mío… y cuando lo tengo, ya no lo quiero porque no está equipado con el último modelo de ruedas.

Detalle. Estatua del filósofo Arthur Schopenhauer del artista Friedrich Schierholz en Frankfurt.

¿CÓMO LIBERARNOS DE LA VOLUNTAD DE VIVIR?

Llegados a este punto, Schopenhauer considera que ya habremos sido capaces de quitarnos la venda de los ojos y propone fundamentalmente dos vías para elevarnos y superar esas tendencias naturales que determinan al hombre:

La primera de ellas es la compasión: misericordia con quienes, por su propia naturaleza, no podrán jamás liberarse de ese “velo de maya”. Y es precisamente de ese fundamento, y no del falso moralismo actual, de donde surge la primera ley de protección radical sobre los animales salvajes y domésticos (1933), decretada por el gobierno nacional socialista del III Reich.

Es insoportable ver como los hombres somos siervos de esos instintos naturales que nos hacen egoístas, mentirosos o cobardes por la sencilla razón de conservar nuestra vida, aun a condición de perder por el camino el honor y la dignidad, pero más deplorable resulta no compadecerse, por ejemplo, del toro que, sin ser consciente, enviste por miedo, o el corzo que, mientras es disparado, corre a por comida para sus crías.

Propaganda de época contraria a la vivisección.

La segunda y quizás más llamativa es la contemplación estética: en el caso de los hombres, al tratarse como decíamos de seres conscientes de su condición, solo cabe la posibilidad de hacer de la vida un camino, puntualmente, más agradable que los eleve de los instintos mundanos. Es aquí donde, como bien adivinaría el maestro de Bayreuth, cobra sentido el arte y, particularmente, la música, no para el “alivio metafísico” de los más privilegiados o preparados intelectualmente, como ocurre hoy en día. Todo lo contrario. Articular un “Estado Artístico” como el nacional socialista no es sino la forma más humana de liberar a todo un pueblo de las cadenas de la voluntad.

Con estas reflexiones esperamos haber contribuido a que la luz con la que un día iluminaste Europa, mantenga hoy su vigor.

Alberto B.

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