El 19 de agosto de 1936, el anciano párroco Damián Gómez, enfermo y minusválido, fue sacado a rastras de su domicilio por unos milicianos republicanos. Le desnudaron, le humillaron y le sometieron a una lenta y agónica tortura que incluyó, entre otras bestialidades, obligarle a beber gasolina con un embudo y cortarle los testículos (práctica asombrosamente común entre los partisanos marxistas de toda Europa). Le destrozaron, le mataron… pero no le doblegaron. Se comparta o no su fe, uno no puede dejar de quitarse el sombrero ante semejante muestra de fidelidad a las propias convicciones. Fue probablemente el religioso que más sufrió de entre los 29 que asesinaron los republicanos en la zona durante el verano del 36, una cifra que llegó a sumar 900 víctimas en el curso de la guerra. Recordemos: ¡solo contamos víctimas religiosas de esta pequeña región!
En el Puerto del Pico (Ávila), donde cerró por última vez los ojos Damián y los antifascistas dejaron tirado, como basura, su cuerpo mutilado y retorcido por el dolor, los vencedores de la Guerra Civil erigieron un sencillo monumento en su honor y en su memoria.

Pues bien, este memorial, que recordaba el calvario particular del padre Damián, ha sido destruido por los nietos políticos de sus asesinos, esos implacables censores que claman en todos los medios, entre gimoteos victimistas, por la «Memoria Histórica» y la «Memoria Democrática». Tras años luchando porque fuese derribado por las autoridades el monumento que rendía discreto culto a una de las víctimas de sus matanzas, finalmente, los antifascistas se decidieron a actuar por cuenta propia y lo tiraron abajo ellos mismos. El Foro para la Memoria Histórica celebraba en sus redes sociales la acción.

Actos como estos nos sirven para entender mejor en qué circunstancias estalló la Guerra Civil y qué naturaleza moral preside las reivindicaciones de los abanderados de la «Memoria», siniestros e hipócritas personajuchos que, en plena dictadura capitalista, poseen autoridad para reescribir la historia a su convivencia.
Los inocentes asesinados por uno u otro bando en la guerra no tendrán nunca la justicia que merecen mientras los nietos del terror rojo sigan mezclando sus nombres con los de sus antecesores políticos, chekistas y sicarios antifascistas del Frente Popular que, con toda justicia, merecían acabar abonando con sus cuerpos las cunetas de una España liberada de su tiranía.



Unos amigos, que han visitado el Puerto del Pico tras el atentado antifascista, nos han hecho llegar un vídeo que queremos compartir con nuestros lectores (lo colgamos en nuestro canal de Telegrama tras el enlace a esta entrada). Con un sencillo pero magnífico gesto a nuestro estilo, dejan patente aquello en que tantas veces hemos insistido: El abismo que nos separa de nuestros enemigos es espiritual, es ético, de honor y de estilo, y solo en última instancia, de ideas políticas.
¡Honor a los Caídos!
¡Honor a quienes, en España y en Europa, lucharon contra la tiranía marxista y capitalista!
¡Honor a quienes continúan combatiendo!
Dr. Stockmann
SUMA DE CRÍMENES
Leyendo el libro «La retaguardia roja» del catedrático de Historia del Pensamiento Político, Fernando del Rey podemos recordar el desarrollo sanguinario de la represión del llamado bando republicano sobre los que consideraban enemigos, adversarios o simplemente no proclives a la causa del pseudo Estado republicano. Durante los primeros meses de la guerra las matanzas «republicanas» fueron atroces y sistemáticas. Pero la España sublevada fue ganando terreno, ocupando comarcas, provincias y territorios; la posibilidad de matar criminalmente por parte de la República fue cediendo, disminuyendo pero nunca dejó de existir. No podemos olvidar los crímenes de los alzados en armas, fueron muchos con víctimas tales como braceros, sindicalistas, militantes de los partidos de izquierdas,…, pero a partir de la organización del Estado por parte de los alzados las penas de muerte fueron dictadas por Tribunales Militares y ya no fueron el fruto indecoroso del ansia de venganza y de imposición violenta. Los crímenes republicanos en la retaguardia fueron ciertamente más de 50.000, en este dato ya hay un consenso entre los estudiosos ,y, unos 12.0000 fueron religiosos, monjas y clérigos.. Por cierto también hay restos de asesinados por las milicias republicanas que no han aparecido nunca.
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