DIR. CLINT EASTWOOD (EEUU 2019)
Los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996 fueron testigos de un suceso que causó especial sensibilidad en la sociedad estadounidense. El 27 de julio de ese año, durante la celebración en el Centennial Olympic Park (Atlanta) de un concierto de Jack Mack And The Heart Attack (I’m gonna be somebody de Loca Academia de Policía -1984- entre otros) un artefacto explosivo detonó provocando 2 muertos y 111 heridos. Richard Allensworth Jewell, ex ayudante del Sheriff, se encontraba realizando labores de Vigilante de Seguridad esa noche de manera que, momentos antes de la brutal explosión, localizó la mochila que contenía el artefacto explosivo. Gracias a la pericia y rápida reacción de Richard, los equipos de seguridad comienzan a evacuar a los asistentes de manera que cuando se produce la explosión del artefacto el balance de daños resultó ser mucho menor del que se podría haber producido de no haberse descubierto. Jewell es anunciado como un héroe y su rostro abre todos los telediarios y periódicos del país.
RICHARD JELLEW CON EL UNIFORME DE AYUDANTE DEL SHERIFF.
El presidente Clinton condena enérgicamente el atentado, los Juego continúan y el FBI comienza con la investigación para ofrecer respuestas a la sociedad americana. Tras una errónea detención de 2 jóvenes en la estación de Kensington, el FBI se vió en un aprieto ante la opinión pública americana y comenzó a considerar sospecho del ataque a quien días antes habían convertido en héroe, el mismísimo Richard Jewell. La tesis mantenida por los perfiladores del FBI era simple: querían establecer un paralelismo con la amenaza de bomba en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984 (un bolso que dejó en un autobús el mismo policía que lo encontró) y con los incendios de Idaho del verano de 1996 (provocados por un bombero que buscaba reconocimiento por extinguirlos). Esto hace que los investigadores del FBI acuñen el perfil del “falso héroe”, consideraron que el relato de Jewell sobre los hechos resultaba vago y se le veía incómodo al hablar de las víctimas. Por otro lado, el hecho de que mencionara en televisión que quería volver a las fuerzas del orden fue considerado por los investigadores como algo fuera de lugar. Cualquier entendedor de los entresijos del sistema sabe que una mera hipótesis policial puede resultar de interés para la ciencia de la criminología, pero, en ningún caso, para la ciencia jurídica. Y es aquí donde aparece en la película la figura de Kathy Scruggs, periodista del Atlanta Journal, quien tras “intimar” con el agente del FBI responsable de la investigación consigue arrebatarle la información de que Jewell estaba en el punto de mira del FBI. Pese a que el FBI no tenía ninguna prueba contra Jewell y, por ende, no se podía proceder a su detención, Kathy Scruggs consigue una portada en el Atlanta Journal bajo la rúbrica: El FBI sospecha del “héroe” guardia de seguridad.

Esta noticia es rápidamente referenciada por la CNN y a partir de ahí por todos los medios nacionales. Kathy Scruggs cumple su objetivo periodístico tras acometer mediáticamente contra Jewell quien se verá obligado a iniciar una lucha contra el sistema de la mano de su madre y su Abogado Watson Bryant. La película nos muestra como el FBI puso en marcha innumerables montajes para obtener pruebas contra Jewell y justificar, de este modo, su línea de trabajo ante la opinión pública. En un momento de la película Kathy Scruggs descubre que es materialmente imposible que Jewell pueda ser el autor del atentado, cuando se lo comunica al agente responsable del FBI este le confiesa que ya lo sabe y da una versión alternativa de los hechos mutando la hipótesis inicial. Obviamente ni el FBI ni la prensa hacen ningún tipo de ademán para cesar la situación de hostigamiento contra Jewell. Llega el momento en que el entorno de Jewell decide contratacar y dar a conocer al país la versión de los hechos de Richard. La situación resulta insostenible para el FBI quien decide someter a un peculiar interrogatorio a Jewell: ¿Alguna vez ha entrado en una página web llamada Candyman’s Candyland? ¿Ha consultado el libro de cocina del Anarquista?……. En un momento determinado Jewell –prototipo de ciudadano de EEUU que guarda gran respeto a la Ley y a las fuerzas del orden– se dirige a sus interrogadores: ¿Puedo hacerles una pregunta? ¿Hay algún tipo de caso contra mi persona? ¿Tienen alguna prueba? ¿Algún resto de algo en los tuppers de mi madre? ¿Algún material para la fabricación de una bomba en su casa?… Entro en esta oficina y veo el logo circular en los cristales y me digo… yo pensaba que la policía federal era lo máximo a lo que se podía aspirar, y ya no pienso lo mismo ¿Saben?, después de todo esto no. Hice mi trabajo esa noche y gracias a eso hay gente viva. ¿Creen que la próxima vez que un guardia de seguridad vea un paquete sospechoso se tomará la molestia de avisar? Lo dudo, porque cuando lo vea pensará: “no quiero ser otro Richard Jewell así que me largo”. Pueden continuar siguiéndome, puedo soportarlo, pero cada segundo que me dedican no se lo están dedicando al que lo hizo y ¿Qué pasará cuando vuelva a hacer lo mismo? Si no tienen ninguna prueba de cargo contra mí creo que es hora de irse…….
Richard Jewell se sometió voluntariamente al polígrafo para lo que tuvo que costeárselo, ya que, no se fiaba de que el FBI manipulase los resultados obtenidos.

88 días después el FBI se ve obligado a comunicar por escrito a Richard el cese de la investigación. Richard se encuentra junto a su Abogado desayunando en una cafetería y cuando recibe la noticia le pregunta: ¿De verdad se ha acabado o es otra de sus tretas?
Aunque la película no lo aborda, a partir de su exoneración Richard tuvo que enfrentarse a un largo recorrido judicial para limpiar su nombre. Mantuvo un total de 5 procesos judiciales: Richard Jewell Vs. Piedmont College, Richard Jewell Vs. NBC, Richard Jewell Vs. New York Post y Richard Jewell Vs. Atlanta Journal y Richard Jewell Vs. CNN.
En los 3 primeros procesos las partes pudieron llegar a un acuerdo de reparación económica, sin embargo, en los 2 últimos (Atlanta Jornal y CNN) el acuerdo no se alcanzó y el Tribunal concluyó de la siguiente manera: “ «debido a que los artículos en su totalidad eran sustancialmente verdaderos en el momento en que se publicaron, aunque las sospechas de los investigadores finalmente se consideraron infundadas, no pueden formar la base de una acción de difamación » “la cobertura había sido «justa y precisa», de acuerdo a los datos y a la información obtenida”.

El caso de Richard Jewell no se circunscribe a un suceso puntual ocurrido en Estados Unidos en el año1996, sino que es un ejemplo más de la utilización del binomio periodístico-policial por parte del sistema. Dicho binomio debe de enmarcarse y entenderse dentro de la actual sociedad del positivismo jurídico en la que el hombre es delimitado por normas que responden a la más pura alineación de intereses sectoriales: véase el caso español con las políticas de género y su impacto en el ordenamiento jurídico o con la creación e implementación de una dialéctica “del odio” en nuestra sociedad actual. Es más, me atrevería a decir que esas “políticas del odio” se implementarán en Europa de la misma manera que se hizo con las “políticas de género” (una especie de violencia de género 2.0).
Obviamente las instituciones supranacionales de las que España forma parte son el vehículo introductorio de este tipo de políticas. Una vez que se abre la caja de pandora, el sistema dispone de los mecanismos adecuados para crear un caldo de cultivo potenciador de sus objetivos y uno de ellos es la introducción del binomio periodístico-policial en la ecuación. Por este motivo, cuando un determinado Ministro está obsesionado con la implementación de una legislación en materia de delitos de odio y la consecuente estructura de subsistencia que rodea a la misma (administraciones, cursos, ayudas, asociaciones, ONGs, Fundaciones etc.), es lógico que se active la estructura de los medios de comunicación para la generación de una dialéctica subliminal y constante que bombardee el subconsciente de las personas con la finalidad de hacerles creer en la existencia de un problema que nunca existió. Para ello, utilizan la figura de sus contertulios (matinales y nocturnos), ahora llamados “freelancer”, cuya voluntad ha sido secuestrada habida cuenta las lamentables condiciones laborales a las que se ven sometidos y son permitidas por ese mismo sistema al que sirven como leales súbditos. Si a eso le añadimos que el propio sistema cuenta con una estructura policial que se dedica a la persecución de personas por el mero hecho de tener una determinada cosmovisión, no debe de resultarnos extraño ver, por ejemplo, como se oculta la nacionalidad de personas que cometen una determinada tipología delictiva mientras que se hacen públicas, cada vez con más frecuencia, imágenes de entradas y registros domiciliarios donde, al igual que a la madre de Richard Jewell, se incautan libros, tazas y banderas. Al día siguiente es el propio aparato policial el que ya se permite el lujo de informar públicamente acerca de la culminación de “importantes investigaciones” (en las que tienen el deber de guardar secreto) para que luego su binomio ponga nombres y apellidos a esas personas y tengamos toda una semana de entretenimiento y advertencias sobre la proliferación de los delitos de odio en España. Si a eso añadimos que buena parte de los españoles dedican tres cuartas partes de su día a lanzar vítores a ese mismo aparato policial sin que aparentemente exista razón alguna, tendremos un caldo de cultivo perfecto para que el sistema se salga con la suya y que las consecuencias sean las mismas que cuando la periodista Kathy Scruggs y el agente Shaws del FBIse acostaron allá por 1996.
Armando Bastión