Rusia es el nuevo Coronavirus; Zelenski el nuevo George Floyd

De la noche a la mañana, el tema que tenía en vilo a Occidente y en suspenso el destino del mundo “libre” ha desaparecido de las pantallas sin que nadie proteste. La explicación es simple: han estrenado una nueva serie Netflix, un juego de tronos a la ucraniana, y están todos como locos con el episodio piloto.

Sin embargo, en El Oso Blindado, queremos insistir en algunas cuestiones importantes del asunto de fondo en torno al cual se orquestó el último show mediático global. Con el último informe de farmacovigilancia de nuestro gobierno en la mano, creemos oportuno y necesario compartir algunas reflexiones con nuestro lectores en torno a los tres pilares que han sostenido hasta ahora las campañas de vacunación masiva: su seguridad, su efectividad y su capacidad para frenar el contagio.

1. SEGURIDAD DE LAS VACUNAS: El gobierno acaba de reconocer en su informe un total de 400 MUERTES y casi 12.000 reacciones adversas GRAVES relacionadas con las vacunas contra la COVID-19. Es cierto, que la notificación de una reacción adversa no implica necesariamente que la causa sea la vacuna —como hemos visto que insisten en señalar los cazadisidentes de Newtral, Maldita y otros guardianes del Establishment—, pero también es cierto —y aquí callan como las furcias que son— que las grandes agencias de farmacovigilancia del mundo, como Eudravigilance en Europa o VAERS en EEUU, reconocen que las reacciones adversas están infraregistradas, en torno a un 1% de su incidencia real. Esto, a fecha de hoy. A medio y largo plazo, nadie está aún en situación de echar cuentas sobre los efectos de las vacunaciones.

2. EFECTIVIDAD DE LAS VACUNAS: La efectividad atribuida a las vacunas por sus mismos promotores se ha desplomado de manera insultante. Del 90% que defendían en la primera campaña, con una única dosis, ya se ha llegado a reconocer un 10% en niños. Es decir: efectividad NULA. ¿Solución? Más dosis… pero sólo para los países que pueden pagarlas. Y así ha florecido un negocio redondo, pinchazo tras pinchazo, que no ha hecho que cambie nada. Israel, con tropecientas dosis, ha surfeado en las mismas olas que todo Occidente. La inmunidad de rebaño debía ser para la inteligencia… Ahí sí que se ha superado con creces el 90% de efectividad.

Además, hemos podido observar en los datos de distintos países, incluidos los españoles publicados por MoMo, que, tras cada campaña de vacunación, la mortalidad total se disparaba «inexplicablemente» muy por encima de las muertes por COVID y de los valores de mortalidad esperables por otras causas. Solo hay tres explicaciones a lo inexplicable, o bien una combinación de ambas:

a) Muertes por COVID no identificadas como tal. Será que… ¿Las vacunas no funcionan bien?

b) Muertes causadas por las vacunas y no registradas. Entonces… ¿Las vacunas no son el súmmum de la seguridad?

c) Muertes atribuibles a otra causa desconocida, que mata más que la COVID, pero que a nadie le ha interesado lo más mínimo, ni a gobiernos, ni a los medios de comunicación.  Pero… todo este estado dictatorial, ¿no estaba motivado por una sincera preocupación de las élites por la salud de la población?

Colas para la vacunación en la Fira de Barcelona.

3. CONTAGIO EN VACUNADOS Y NO VACUNADOS: Por último, queda el tema del contagio, justificación política de la imposición del primer Crédito Social Europeo —análogo del que está implementando China— que han bautizado como Green Pass o Pasaporte COVID. Pues bien, hoy sabemos que la capacidad de contagio es idéntica en vacunados y no vacunados. Así concluía un artículo publicado en Lancet, la principal revista médica del mundo. Lo de vacunar a los niños para salvar la vida del abuelito no era más que una sucia patraña. Y a ellos tampoco hacía falta protegerlos de nada, porque la COVID-19 no provoca cuadros severos en niños. En los años que ha durado la pandemia han muerto menos de 30 niños CON («con» y no «por») COVID en España. Niños con cánceres avanzados, leucemias o enfermedades previas graves y un sistema inmunológico muy deprimido. ¿Y cuántos han muerto por la vacuna? Nunca lo sabremos. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, donde no ha habido campañas masivas de vacunación infantil, han muerto niños de pericarditis en los hospitales tras vacunarse y otros han sufrido reacciones muy graves. Casos que quien escribe esto ha conocido de primera mano y que la prensa, o Maldita, Newtral y otros lacayos de las élites, han silenciado. El que, con esta información a su alcance, las farmacéuticas hayan presionado a los gobiernos para inocular un medicamento experimental, aprobado por vía de emergencia, a un colectivo vulnerable que no sufría ninguna emergencia, es una prueba más de qué clase de principios éticos rigen las decisiones de estas compañías capitalistas. Todo lo que afirmen sus investigadores, voceros y prohombres debe ser puesto sistemáticamente en duda.

SALDO FINAL: El Green Pass, esa brillante herramienta digital de control social, no se ha puesto en cuestión pese a que el “hecho” sobre el que se sostenía se ha demostrado falso. La censura y el amordazamiento de las ideas rebeldes se han multiplicado. Y la aplicación de alucinantes medidas de control, vigilancia y represión, como los toques de queda, los confinamientos de cualquier clase, las prohibiciones de acceso o movilidad a no vacunados, la estipulación de horarios para poder pisar la calle, el señalamiento público de los “negacionistas” y otros tantos delirios despóticos, han sido normalizados y quedan en la recámara para ser empleados en futuras e inminentes “crisis” sobre las que no dejan de advertirnos, para que no nos pillen de sorpresa.

Pero… ¿a quién le importan estas cosas a día de hoy?

Pues parece que a nadie. Porque ahora, Wall Street y la casa Rothschild, Joe Biden y la CNN, Israel y la OTAN, la Sexta y la Cope, el PP, el PSOE, Vox y, con ellos, la totalidad de la clase política occidental, han decidido de forma unánime que tenemos que dejar de hablar de los grilletes que nos han colocado mediante la instrumentalización de la pandemia y mirar hacia Ucrania, ese país sumido en un estado fallido, que gobierna un títere de la CIA y de la OTAN, actor judío aupado por un oligarca testaferro de Soros; presidente del que se han servido estos poderes, desde hace años, para alimentar una guerra civil, construir una narrativa mediática que justifique su necesidad de atacar a la nueva Rusia que amenaza su hegemonía y, de este modo cumplir el gran objetivo del bloque político e ideológico dominante: desestabilizar el Este de Europa, enfrentar a unos pueblos contra otros y, con ello, impedir la formación de una alianza en esta zona que pudiese romper las ligaduras que esclavizan al continente a los designios del imperialismo yanqui. Un entendimiento que muy bien podría ser el germen de una Europa soberana, capaz de oponer sus intereses a los de las élites y de rechazar la nefasta ideología posmoderna que estas inoculan en sus estados vasallos. Pero el relato oficial —y único, pues la censura ya ni siquiera se disimula— va por otro lado. De esto no se habla, como tampoco se habla ya de los grandes problemas globales que se ocultaban detrás de las últimas campañas de opinión prefabricadas por la maquinaria de propaganda del capitalismo mundialista.

¿Qué ha sucedido con los camioneros que, en pie contra la tiranía, habían puesto en jaque al gobierno canadiense? ¿Qué pasa con la digitalización del dinero que ya se está empleando, en ese país, para denegar el derecho a disponer de sus propios ahorros a los rebeldes que no se dejan colocar cadenas? ¿Y con la supresión de derechos y libertades, libre circulación, opinión, información, intimidad en Occidente? Las vacunaciones forzosas han quedado fuera de la programación televisiva, junto con las oleadas de “refugiados” —en neolengua ya no hay “inmigrantes”— o la guerra racial latente en EEUU. La dictadura que ha venido y que ya no se irá, no está en la agenda. Ahora tienes que hablar de geopolítica ruso-ucraniana. Rusia es el nuevo coronavirus y Zelenski el nuevo George Floyd. Puedes alistarte voluntario para ir a combatir a Ucrania junto con mercenarios yihadista del Frente Al-Nusra o agentes provocadores de Israel, igual que ayer podías ofrecerte voluntario, con la misma buena intención —nadie lo duda—, para participar en los ensayos clínicos de Pfizer.

Jamás al Sistema le importó un comino George Floyd, como jamás le preocupó la salud global, ni le quitan el sueño las víctimas civiles en Ucrania. Cuantas más mejor. Solo son la materia prima a partir de la cual fabricar herramientas de manipulación al servicio del mundialismo. Que la masa no sea capaz de interconectar dos neuronas sin preguntarle a la televisión qué opiniones son adecuadas o quiénes son los “buenos” y los “malos”, es triste, pero entendible. Para eso les han programado. Pero que existan minorías antisistema que aún se meneen según lo haga la batuta del poder, eso sí que es lamentable. Cuando el señor Rothschild, Soros, Zelensky, la BBC, TVE, Pedro Sánchez y Santiago Abascal coinciden en que el camino correcto es uno, por fuerza, debe ser otro. No necesariamente el contrario. Pero sí otro. Sabemos que la formación política es una asignatura pendiente para una amplia mayoría de la militancia revolucionaria que, en las pasadas décadas, se ha dedicado al inútil electoralismo, pero al menos cabría esperar que los “antisistema” supiesen identificar al Sistema, como a su verdadero enemigo. Parece que no es así.

Nuestro bando no es el de Putin ni, menos aún, el de Zelensky.

Nuestro bando no es el de Putin ni, menos aún, el de Zelensky. Nuestro bando —que no se puede identificar con ninguna de las fuerzas políticas contendientes— es el que promueve un hermanamiento de los pueblos europeos y la liberación conjunta del enemigo común. Y ese enemigo común no es otro que el que siembra la discordia entre hermanos para su propio beneficio, somete a nuestra tierra a los intereses del poder del dinero, apoya la instauración de un sistema de represión, censura y vigilancia permanente, y militar a favor de la disolución étnica y cultural de Europa.

Dr. Stockmann

Un comentario en “Rusia es el nuevo Coronavirus; Zelenski el nuevo George Floyd

  1. Acertado análisis. Compartido con mis contactos igualmente rebeldes y revolucionarios. El enemigo es uno y basa su éxito en la división. Un fuerte abrazo.

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