Ser fieles

En estos tiempos de lentitud, retraimiento en uno mismo, desgana, desvinculación, sumisión, los miembros de la Tierra y Pueblo son los Guardianes del Templo donde arde la llama de la Fidelidad. Fidelidad a un ideal, a una concepción de la vida, a la única ley que es válida y que reconocemos: la de la sangre. Durante sesenta y tres años, esto es por lo que he estado luchando y nada más. Esta lucha pudo haber tomado varias formas, según las circunstancias y las necesidades, pero mi brújula interior fue y siempre es la misma y seguirá siéndolo hasta mi último día. Por supuesto, la vida me ha enseñado, a veces con golpes repetidos, muchas cosas. Por ejemplo, qué brecha existe entre lo que creemos justo y bueno y las realidades, todas las realidades pero ante todo las de la naturaleza humana. Nunca podemos explicarnos lo suficiente sobre lo que queremos hacer, de ahí malentendidos de los que sería demasiado fácil culpar a los demás. Siendo este el caso, existen cobardes, renegados, desertores y sería una tontería esconder el rostro, dejar que el olvido haga su trabajo.

Pero sería igualmente tonto masticar la amargura, el resentimiento y la desesperación. Hay que tomar a los hombres por lo que son, ni demonios ni ángeles y discernir entre ellos los mejores, aquellos con los que podemos hacer algo que vaya más allá de este breve paréntesis que es nuestra existencia. Esto es lo que puede y debe dar sentido a una vida: estar al servicio de un sueño que, si realmente lo queremos, puede convertirse en realidad. Eso puede que no lo veamos, si el destino toca el timbre. Pero qué importa, si hemos sembrado el grano que un día se convertirá en una hermosa cosecha, en nuestra tierra, para que la alegría brille en los ojos de los mejores y mejores de nuestro pueblo, gracias a quienes se perpetuará la sangre que lleva en él el alma de nuestra raza. Para esta obra de constructores y pescadores de almas, nada tenemos que ver con los temerosos, especialistas en estados de ánimo repetidos, maestros de moral, estrategas en el dormitorio.

Para construir una comunidad del pueblo se necesitan creyentes y luchadores, hombres y mujeres dispuestos a darlo todo y no cautelosas dolencias maduras en su egoísmo burgués y su patética autosatisfacción. Como puede ver, utilizo palabras que se han convertido en objeto de persecución, prohibición, tabú por parte de los fanáticos del buen pensar. Es mi forma, dada mi edad, de dejar un mensaje de lealtad. Porque cuando todos traicionen seremos leales.

Pierre Vial (Editorial de T&P nº 89)

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