Las autoridades de nuestros países son reacias a hablar del posible coste en deterioro de la salud, también del coste económico y social, de los duros confinamientos en nuestras casas a los que nos obligaron durante el pasado año 2020. Existen sin embargo cifras más que preocupantes que nos invitan a la reflexión sobre esta posibilidad. Entre ellas un nuevo estudio de junio de este año, procedente de los EEUU, y que de pasada también hace referencia a la situación en la Unión Europea.
El National Bureau of Economic Research –NBER (Oficina Nacional de Investigación Económica) de los EEUU acaba de publicar un estudio (1) titulado “Sobremortalidad no debida a COVID 2020-2021, ¿daño colateral o alternativa elegida?”. En él se estudian las cifras de mortalidad, por todas las causas salvo COVID, en los EEUU y para el periodo comprendido entre abril del 2020 y finales de 2021. Mientras que el año 2020 discurrió sin inyectar los preparados presuntamente eficaces contra la COVId, en el año 2021 sí que se inyectaron estos productos.
El estudio recoge los datos de mortalidad oficiales del gobierno, pero desgraciadamente no está desagregado por Estados federales, algo que se echa en falta dado que en los EEUU la política anti-COVID ha variado del cielo a la tierra según de qué Estados hablamos , con muchos de ellos no aplicando prácticamente restricción alguna, como los confinamientos que sí se han aplicado en otros.
Los investigadores del NBER llegan a la conclusión de que el exceso de mortalidad global para los EEUU en su conjunto y por causas no relacionadas con el COVID, fue de 97.000 personas/año y con respecto a las cifras de años precedentes, antes de decretarse la pandemia. En concreto:

“la hipertensión y enfermedades cardiacas combinadas ascendieron a 32.000 muertes en exceso al año. La diabetes y la obesidad, junto a causas relacionadas con drogas y alcohol se elevaron cada una en cifras comprendidas entre las 12.000 y las 15.000 muertes/año y sobre la tendencia , ya creciente, de los años precedentes”
Por otro lado remarcan que mientras la COVID “afecta mayoritariamente (3/4 partes) a personas mayores, las muertes en exceso no vinculadas a COVID son similares para los grupos de edad de 18-44, 45-64 y mayores de 65 años, sin que se registre esencialmente sobremortalidad en niños”.
Los autores llaman la atención sobre la realidad de que, a su parecer, los EEUU, y a luz de los datos que han recogido, se encontrarían ante “una emergencia de salud histórica, si bien no mayoritariamente reconocida”.

Como no podía ser de otra forma en un estudio publicado por una oficina dedicada a la investigación de las políticas económicas en general y de las políticas anti-COVID, en particular, considerando el valor estadístico que el gobierno de los EEUU asigna a una vida humana en sus estudios coste-beneficio, los autores cifran el daño derivado de esta sobremortalidad no COVID en 1,7 billones de dólares, el 130% del Producto Interior Bruto de España.
La sobremortalidad no COVID calculada por los autores llega a una cifra de 58 muertos por cada 100.000 habitantes, similar a la considerada en un estudio realizado por la revista “The Economist” para los mismos EEUU, 60 muertos por 100.000 habitantes, y similar para la obtenida en el mismo estudio de esa revista, para el conjunto de la Unión Europea (64 muertes/100.000hb).
Esta mortalidad ha diferido mucho según países, en lo cual también puede influir la forma más o menos laxa en que se han definido “las muertes por COVID, o con COVID”, según de qué país hablemos.
El estudio de los EEUU que da pie a esta noticia sí que menciona que en Suecia, país que se salió del rebaño de países decretadores de reclusiones generales de la población, para alivio de sus gentes, en lugar de sobremortalidad se observó un descenso de esta mortalidad del 33% y con respecto a los años precedentes. En Suecia parece ser que su estrategia heterodoxa no les ha dado mal resultado. ¡Enhorabuena!
Carlos Feuerriegel
Nota: 1.- https://www.nber.org/papers/w30104