Leyendo uno de los artículos de Ramón Bau recordé una de las primeras lecciones que recibí en la facultad y que, dicho sea de paso, me costó asimilar: no quieren periodistas. Quizás sea un soñador y esta profesión está podrida desde hace décadas pero creo que si fuera así no se tomarían tantas molestias en moldear al periodista del mañana.
Un camarada me dijo un día que la política acabaría irrumpiendo de un modo u otro en mi vida y vaya si lo hizo. Con 18 años y recién entrado en la universidad se nos impartió una charla sobre comunicación de un grupo feminista en el País Vasco. En dicha ponencia, más allá de balar las 4 tonterías de siempre, se nos dijo lo siguiente: “No se deben utilizar los recursos fáciles e intolerables que, vinculando al agresor o al asesino con una nacionalidad concreta, etnia o religión, dan a entender que el perfil de asesino machista está asociado con estas variables”. Caramba, ¡qué Sorpresa!
Puede parecer una tontería pero estamos hablando de un acondicionamiento muy sutil hacia unos alumnos que, casi seguro, no han cumplido la mayoría de edad. Extrapolándolo a nivel general, cuando vemos esa manipulación constante del lenguaje a la que se nos somete desde las plataformas mediáticas tendemos a creer que la culpa es de los “periodistas” pero nos olvidamos de algo.
Volviendo a la idea del principio, en relación con el último párrafo, nada mas entrar en la carrera observé que no querían periodistas. Esa conferencia fue para mí como un guantazo en la cara, un “esto es lo que hay chaval”. Uno comienza a hacerse preguntas pero esta realidad con la que sobrevivimos dibuja una disyuntiva todavía más desoladora: ¿Nos tragamos el orgullo para poder llevar un plato de comida a la mesa tal y como me dijo un conocido director de un periódico de la Comunitat Valencia o aceptamos como nuestros los dogmas que nos impone el Régimen del 78 y nos convertimos por tanto en meros escribas?
Es una pregunta difícil de responder, quizá para algunos no tanto y piensen que ambos hechos figuran la mediocridad del hombre, pero desde luego jamás aceptaré como mías las ideas con las que nos adiestra este sistema para acabar siendo un simple instrumento.

Cambiando de tema, más recientemente, hemos tenido una visita de varios lacayos de El País para “hablarnos” sobre la Iglesia o una que dio una coordinadora del curso acerca del cisheteropatriarcado y que además nos impartía clase. De esta última me quedo con una frase muy reveladora: “En virtud de la responsabilidad y el rigor profesional, los medios de comunicación tienen que aceptar el reto de convertirse en agentes activos del cambio hacia una sociedad libre de machismo”. Con la frase “En virtud de la responsabilidad y el rigor profesional” merodea por mi cabeza una pregunta: ¿Qué interés tiene hablarle de ese modo a unos jóvenes?
No entraré en intereses político-económicos ni en echarle la culpa al primer tonto útil del que se sirven las cabeceras que es donde nos quedamos muchos de nosotros pero, ¿Qué hay detrás de esa prostitución del lenguaje? ¿Qué hay de esos 4 años de acondicionamiento? ¿Por qué moldear de ese modo tan salvaje a los alumnos? ¿Acaso molesta que varios de ellos salgan de la facultad queriendo ser algo más que un instrumento?
Con esto último hace un par de semanas pude examinarme de una asignatura llamada ‘Sociedad y Cultura’, por Cultura la que entienden ellos evidentemente. En relación a dicho examen y para sorpresa mía, con motivo de “un claro retroceso de los derechos de la Comunidad LGBT”, el profesor, representante de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales, decidió que la prueba para pasar la asignatura sería la corrección de diversas noticias y que para ello haríamos uso de un manual mal llamado “Guía de Buenas Prácticas”.
Uno de los objetivos del citado manual es el siguiente: “La situación sociopolítica actual de nuestro país sufre un claro retroceso en lo relativo a la protección de la población LGTBI, especialmente desfavorecida y desprotegida por encontrarse fuera de los parámetros normativos y el discurso hegemónico del cisheteropatriarcado. Este retroceso viene además acompañado de un discurso de odio hacia estos colectivos”.

Decir que no todo está perdido y que hay compañeros que se salen del dogma relativista sería mentirme a mí mismo y mentiros a vosotros. Estos años en la Universidad han dado para mucho, en relación a los demás alumnos no me sorprende que no vean lo que tienen delante. Por mi parte ignorante yo por no creerme de primeras la reflexión que me hizo un camarada al que nombro al principio del texto.
La política acabó irrumpiendo y de un modo que no imaginaba en mi vida. Para sorpresa suya, sigo cuerdo y de pie ante un sistema que nos quiere dóciles, adormecidos y débiles. A mí me ha dado por escribir. Es mi lucha, es nuestra lucha.
Kapitulieren? Nein.
C.Y.G