Joaquín Sorolla Bastida falleció un 10 de agosto de 1923 en Cercedilla, Madrid, dejando tras de sí un legado de más de 2200 obras catalogadas. El pintor impresionista valenciano, dejó grabado a fuego su luz en el subconsciente colectivo de todos los españoles, llegando al punto de ser imposible no imaginar alguna de sus obras cuando nos bañamos en el mediterráneo.
Tal vez una de las obras más emblemáticas y representativas del pintor sea El baño del caballo realizada a comienzos del siglo XX por el artista, en la línea de los cuadros costeros y populares que pintaba en esa época Sorolla.
La paleta cromática de Sorolla incluía una variedad de hasta veinte pigmentos distintos: amarillo de zinc, blanco de plomo, ocre amarillo, blanco de zinc, azul de prusia etc. Los juegos de luces y sombras creados por el pintor, se lograban mediante una mezcla de colores y densidades de pintura yuxtapuestas, en las que las distintas capas de colores interactúan para buscar ese efecto tan característico del llamado «pintor de la luz». El artista también se servía de pinceles muy largos para pintar a distancia y observar en todo caso la perspectiva adecuada.
Sorolla comenzó a formarse en Valencia junto con el escultor Capuz, con el tiempo estudiando las obras del Museo del Prado, para posteriormente formarse en Roma gracias a una beca a finales del siglo XIX, realizando estos años obras de carácter histórico que no interesan demasiado al público, en comparación con sus obras posteriores y populares.





Joaquín Sorolla está enterrado en el cementerio de valencia junto con el retrato inacabado que dejó el mismo artista.
En agosto nos gusta recordar este gran artista nuestro, cuyo aniversario de su muerte tuvo lugar estos días calurosos de verano, iguales que los que imprimió en sus lienzos.
Rafael V.
Retrata como nadie el levante español con bellas escenas costumbristas.
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