«En este mundo vil, nada es gratuito. Todo se expía: el bien, como el mal, se paga tarde o temprano. El bien mucho más caro, lógicamente». L. F. Céline
Este pasado 1 de julio 2021 se cumplieron 60 años de la muerte del genial escritor francés Louis Ferdinand Auguste Destouches (Courbevoie, 27 de mayo – Paris, 1 de julio de 1961), más conocido por su seudónimo Louis-Ferdinand Céline fue además de un gran escritor, un médico francés.
Se le considera uno de los escritores más influyentes del siglo XX, pues desarrolló un nuevo estilo de escritura con unas características orales que modernizaron tanto la literatura francesa como la universal.
Con motivo de esos 60 años, se ha escrito bastante sobre su vida, su activismo político, su exilio y persecución y en especial sobre sus tres obras malditas: Bagatelles pour un massacre (1937), L’École des cadavres (1938) y Les Beaux draps (1941), donde denuncia tanto el belicismo democrático como el poder del sionismo.
Precisamente la revista Elbruz ha publicado íntegro el texto de Bagatelas, lo que es una verdadera primicia en castellano.
Y en la presente web podemos ver también un buen texto sobre su vida política:
No voy pues a insistir en estos temas, sino precisamente en una obra poco conocida, pero extraordinaria, que me impresionó cuando la leí de joven, y que además contiene una enorme enseñanza actual.
Debemos ver en Céline el artista, el escritor, el novelista, y por eso vamos a hablar de su “Semmelweis” que es no solo apasionante sino además muy instructiva.
Una obra que la escribe en 1924, a los 30 años, como su Tesis de Medicina, pero que fue reeditada para el público en 1936, con el título “Vida y obra de Philippe Ignace Semmelweis (1818-1865)”
Estos años de 1936 a 1938 fueron especiales en su obra, primero ‘Mea Culpa’ tras su viaje a la URSS, donde califica de ‘nuevo infierno’ al comunismo, y luego Bagatelles pour un massacre y École de cadavres.
Philippe Ignace Semmelweis (1818-1865), fue un médico húngaro que estudió la sepsis puerperal, que producía la muerte de un 30% de las madres que parían en los Hospitales de su época. Recordemos que Pasteur no había aun descubierto las bacterias y desde luego no había antibióticos. Fue el creador de los medios antisépticos.

Este médico húngaro propició que, con su método para lavarse las manos con un desinfectante clorado, se pudieran salvar miles de vidas de parturientas hace ya 150 años al evitar la transmisión de la fiebre puerperal. En su época, sus ideas fueron denostadas y fue tildado de charlatán, terminó demente por la persecución, pero la historia ha demostrado que su gesto marca la diferencia.
Este es el relato de la trágica vida de Semmelweiss. Lejos de ser acogido con entusiasmo, el descubrimiento fue rechazado por la comunidad científica y destrozó por entero la vida de su autor (además de llevar a innumerables víctimas al cementerio). Con el relato de la vida de Semmelweiss el escritor francés Celine no sólo denuncia a la comunidad científica del siglo XIX, sino en general la estupidez, la envidia y la mezquindad humanas.
EL LIBRO
El libro empieza con el recuerdo de la tiranía de la Revolución Francesa, “Se mató en masa primero en nombre de la Razón, por principios aún por definir”. Más tarde los asesinos del Terror se habían convertido en moralista del capitalismo y el progreso, y siguieron con sus masacres de hambre y tiranías, Semmelweis fue una de sus víctimas, pero peor fueron las decenas de miles de mujeres parturientas que murieron por culpa de esa tiranía ‘racional-progresista’ incapaz de aceptar lo que vaya contra su ‘estatus’. ¡Nada más actual!
El libro nos demuestra el peligro de querer el bien de la gente si eso va contra los poderes. Una lección eterna.
Como no recordar “El Enemigo del Pueblo” de Ibsen, solo que esta si es una obra ficticia, mientras que “Semmelweis” es un tema real. En la obra de Ibsen una fuente de agua es la causante de graves enfermedades en la zona, pero el pueblo vive de aguas termales… así que la denuncia del médico se considera un ataque inaceptable a sus intereses económicos, es el enemigo del pueblo aunque tenga la razón.

O a Galileo, que pese a tener razón en que la tierra no era el centro del Sol, sino al revés, fue llevado a juicio.
Semmelweis terminó en Budapest en 1837 sus primeros estudios, se fue a Viena a estudiar Derecho, pero lo deja y toma cursos de medicina con Skoda, el gran médico de su momento, había sido el médico de Napoleón. Pronto será el discípulo preferido de Skoda.
También queda encantado de otro gran médico, Rokitansky, del que aprende el método científico riguroso. En 1844 es médico oficialmente en el Hospital General de Viena.

Durante dos años en cirugía se desespera, los operados mueren sin saber porque unos fallecen y otros no. Eso es muy decepcionante. En 1846 es nombrado Maestro en Cirugía.
Pero todo va a cambiar, el Jefe de Obstetricia, Klin, reclama un ayudante y es nombrado Semmelweis. Esto iba a ser su fama y su destrucción. Su fama pues en la obstetricia logró su éxito, y su destrucción porque Klin era un inútil envidioso, y logró destruir a Semmelweis.
Klein era vulgar, como un funcionario del pensamiento único actual, no salía de lo que se hacía aunque llevase a miles de mujeres a la muerte, era lo ‘oficial’, y logró que toda nueva idea fuera condenada junto al que la proponía, como una herejía.
Había dos secciones de obstetricia, donde iban las mujeres parturientas. Una de las secciones la dirigía Klein, la otra otro médico, Bartch.

En todos los hospitales de Europa la mortalidad de mujeres tras un parto correcto, debido a grandes fiebres tras el flujo puerperal (el primero dura unos 3 días tras el parto) era enorme, del 30%. Por ello las mujeres que podían se pagaban una partera en casa y no iban al Hospital.
Se habían nombrado varias Comisiones para estudiar esta gran cantidad de muertes, sin resultado alguno. En Francia, Luis XVI nombró una Comisión que decidió cerrar los hospitales para los partos (con muy buen resultado, pero con escándalo de los médicos que se veían acusados del tema). En otros países se daban remedios de lo más absurdo e ineficaces.
Semmelweis se dio cuenta enseguida que en la sección de Bartch morían muchos menos (aunque no eran pocas tampoco) que en la de Klin. ¿Por qué?. Nadie se lo preguntaba. Él, horrorizado por la cantidad de muertas y sus dolores, decidió estudiar el tema, lo consideró como su destino en este mundo.
Analizando las diferencias solo encontró que Bartch usaba mujeres parteras en la ayuda a las madres, mientras Klein usaba estudiantes de medicina del Hospital.
Tras muchas presiones logró que fuera al revés, Bartch usara los estudiantes y Klin las parteras. El resultado fue evidente, Bartch empezó a tener gran cantidad de muertas, y no aceptó a los estudiantes.
Si los médicos hubieran sido decentes, esto habría significado estudiar que aportaban los estudiantes en diferencia a las parteras. Pero lo único que logró fue enfadar a los estudiantes de medicina y a Klin, que se vieron acusados.

Klin echaba la culpa al edificio del Hospital de Viena, que era viejo, pero Semmelweis le indicó en público que en otro hospital de Viena, mucho más antiguo, habían muchas menos muertes de madres.
Recordó que los estudiantes de médico hacían autopsias a cadáveres de enfermos, y que si se herían con el bisturí en esas autopsias podía llegar a morir. Pensó pues que los estudiantes traían restos de cadáveres en sus manos cuando iban a ayudar a las madres. Desgraciadamente en esa época no se podía aun descubrir por histología esos restos microscópicos.
Ordenó limpiarse las manos a los estudiantes, pero Klin se opuso totalmente como una afrenta, y además Semmelweis aun no podía demostrar su teoría. Así que Klin despidió a Semmelweis, sin haber probado su indicación en octubre 1846. Las muertes siguieron incluso aumentando.
Ante ello Bartch acabó aceptando a Semmelweis como ayudante a ver si lograba algo. Hizo volver los estudiantes a la sección de Bartch pero les obligó a limpiarse las manos con una solución de cloruro. Las muertes bajaron a menos de la mitad.

En vista de ello se intensificó la desinfección de las manos y las muertes bajaron a solo un 0,2% desde el 25% anterior.
Todo podría haber acabado así, con ese gran éxito y la prueba realizada. Pero allí intervino la envidia y la malicia humana. No solo no sirvió de nada la prueba sino que la persecución contra Semmelweis fue brutal.
Klin logró el apoyo de la mayoría de los médicos y estudiantes para considerar esa limpieza de manos obligada como un insulto a la clase médica. Y lo peor, logró el apoyo de los hospitales del extranjero.
Así que aunque una Comisión técnica había aceptado la conveniencia de la limpieza, los políticos apoyaron a los médicos y… el Ministro de Sanidad prohibió la Comisión y ¡¡expulsó en 1849 a Semmelweis de Viena!!.
De vuelta a su ciudad natal de Budapest se encuentra que está en plena revolución húngara nacionalista contra Austria. Semmelweis es un patriota húngaro.
Pero las tropas austriacas y rusas aplastan la rebelión, la Facultad de Medicina queda abandonada, todos al exilio. Semmelweis pasa hambre, para colmo se rompe un brazo, no murió de gana gracias a amigos.

Poco a poco algunos médicos apoyan su idea, y él escribe su obra maestra “La etiología de la fiebre puerperal”.
Casi diez años después, en 1856, le dan la dirección de la Maternidad de Saint Roch en París. Y va a ser aun peor.
Seguro de su propuesta, escribe una carta abierta a todos los médicos de obstetricia de la Maternidad exigiendo esa limpieza y llamando ‘asesinos’ a los que no la hagan. Quizás fue excesivo… pero su horror a las muertes masivas de madres era también enorme.
Total, todos los médicos se pusieron en contra, no obedecieron, incluso mentían diciendo que se habían lavado sin hacerlo… un fracaso pues de resultados.

El Hospital le negó el dinero para comprar telas limpias en cada maternidad tratada. Marcha obligado de Paris a Budapest otra vez.
Todo ello le llevó a una enorme crisis mental, se le ingresa como ‘loco’, y cuando sale, mejorado, queda en una situación de ‘disponible’. En 1865 vuelve a tener una crisis en plena autopsia, se corta y se infecta, lo ingresan de nuevo y muere de sepsis ese mismo año.
Solo en 1876 se le dio la razón oficialmente y se le hizo honor y gloria a su labor.
ENSEÑANZAS
No importa la verdad sino el interés para los que mandan. Y eso se extiende a todo, desde la medicina, la historia, la política, la vida social o las leyes.
Aunque toda la ciencia diga que el sexo lo marcan los genes, eso no importa, es más te despedirán si lo dices (así ha sucedido ya), la utopía politiquera inundará de odio esa realidad.
El que la madre tenga tetas con leche para el hijo, eso no importa, no hay madre ni padre sino ‘géneros’ intercambiables a voluntad. Y el que los del género hombre no puedan parir es una desgracia que la ciencia debe subsanar en el futuro.
En cuanto al Covid, no importa nada si alguien opina algo distinto de lo oficial, no se debatirá, se le silenciará, se le llamará loco al que disienta, se le despedirá de su empleo, nada puede contradecir la verdad del imbécil ‘oficial’.

Hace poco la OMS ha pedido otra vez poder ir a los laboratorios de virus de China, para comprobar el origen del virus, nada, China se ha negado a investigar el origen del Covid, no vaya a saberse algo oscuro sobre las investigaciones de algunos países (Israel entre ellos) sobre armas biológicas prohibidas oficialmente.
Docenas de ‘Semmelweis’ luchan contra las mentiras oficiales del mal llamado Holocausto, y no solo se les oculta sino que se les encarcela, despide y lleva a la ruina.
La estupidez que arruinó a Semmelweis y llevó a miles de mujeres parturientas a la muerte es la misma que ahora domina el mundo oficial del progresismo y capitalismo.
Ramón Bau