De vez en cuando, paseando con mi mujer por la calle, es típico ya en ella que le surja de repente ese pequeño orador que tenemos todos y que, a raíz de ello, me haga un pequeño discurso privado, ya sea criticando la mujer posmoderna, la inmigración masiva o incluso el sistema sanitario. Y fue en una de estas, cuando mirando un grafiti antifascista me dijo que esta gente era la perfecta representación de lo que ella llamó “la revolución de la palabrería”, una forma de definirlos que me ha dado para reflexionar.
Si analizamos la historia, han existido rebeliones, revueltas y también revoluciones, y las revoluciones como tal, son aquel cambio radical en la patria que implica un cambio político, social, económico, moral, etc. Por tanto, una revolución implica un gran cambio con respecto al anterior orden, como cuando el liberalismo se impuso al absolutismo, el comunismo al zarismo, o el nacionalsocialismo al capitalismo, pero nunca una revolución se queda en palabras vacías y no en hechos.
EL ANTIFASCISMO COMO EJEMPLO
Los partidos de la izquierda indefinida, además de las coordinadoras antifascistas, tienen la desfachatez de colgarse medallas como organizaciones que hacen frente al sistema con sus ideas revolucionarias, algo que sobre todo se vende constantemente entre los más jóvenes de sus filas, pues estas ideas suelen calar con mayor facilidad en ellos, pues estos no necesitan hechos, necesitan únicamente la ilusión de que están en el camino correcto, algo que les reconforta y que les hace sentir como héroes frente a un mundo que necesita ser arreglado.
La juventud de por sí ya es inquieta y combativa, es un peligro para la plutocracia, por ello necesitan cortar sus alas desde los centros educativos, seguido del convencimiento de que las ideas de sus partidos de izquierdas están en lo correcto a expensas de que la realidad es bien distinta. De lo contrario, muchos jóvenes probablemente se girarían contra el propio sistema, pero tal es el control sobre ella, que, pese a algunas pequeñas muestras de violencia en ocasiones puntuales, los jóvenes no llegan nunca a desobedecer el sistema.

Se dirá que la desobediencia, que la auténtica disidencia, es la de un rebelde y en cierto modo es cierto, pero debemos tener en cuenta que no es una mera cuestión de desobedecer la legalidad establecida, sino que un rebelde, aun pudiendo ser condenado al ostracismo o ser asesinado, siempre antepondrá sus principios y un estilo de vida totalmente distinto al del sistema.
Por el contrario, la izquierda neomarxista y los anarquistas, no son capaces de llevar a cabo un estilo de vida distinto, sino que sus organizaciones e influencias, sirven como inhibidores de una auténtica vida revolucionaria para la juventud. Fidel Castro definía a la izquierda trotskista (de la cual surge la actual izquierda) como el “vulgar instrumento del imperialismo y la reacción”1, así como Lenin decía de los anarquistas que “ayudan siempre, de hecho, a la burguesía”2.
No puede considerarse rebelde, todo aquel que defiende los ideales que van a la par con las políticas de nuestros gobiernos, siempre impuestas y promocionadas por el gran capital. Y mucho menos, puede ser rebelde aquel que lleva una vida decadente y que va en la misma corriente que le establecen. Vamos a exponer varios ejemplos.
El alcohol y las drogas son ampliamente aceptadas dentro de las filas antifascistas, sus niveles de consumo no tienen nada que envidiar a cualquier antro nocturno con música degenerada. Inconscientes, creen estar desobedeciendo al sistema, que esto les hace diferentes, que se lo pasan bien e incluso alguno cree que las drogas es un portal a la apertura de la mente. Lo que no ven es que es este sistema al que dicen combatir el que permite la existencia de estas y que se enriquece con ellas, además de estar financiando un negocio que destruye a la clase trabajadora y sus barrios.

Posiblemente por un desconocimiento total y una falta absoluta de disciplina, quizá no recuerden que en los países comunistas las drogas son ampliamente perseguidas y el alcohol es limitado, además de ser consideradas sustancias perjudiciales que inhiben a los trabajadores de la realidad y lo alejan de sus objetivos, que son la revolución.
Incluso hoy, entre las filas de los que avergonzarían a Durruti, concretamente en el último bastión europeo que tiene el anarquismo situado en Exarcheia, Atenas, vemos como persiguen brutalmente a los camellos y los drogadictos, porque destruyen el barrio y la vida revolucionaria, lo que marca una diferencia sustancial entre quienes realmente creen en sus ideas y quienes solo están por estar.
Algo parecido ocurre cuando hablamos del sexo casual, o lo que algunos comunistas llamaron como la Doctrina del Vaso de Agua. Muchos antifascistas no tienen una relación formal y, en ocasiones, cuando consiguen tenerla, prefieren no formar una familia o incluso, caen rápidamente en el adulterio. Esto ocurre porque la hipersexualización está a la orden del día dentro de sus filas, del mismo modo que entre la sociedad liberal también es la norma, pues ahí se encuentra la raíz y el valor moral del sexo de nuestros días es nulo, con lo que no le dan importancia.

Pero el sexo casual ha sido un problema denunciado por muchos académicos, no solamente porque se corre un mayor riesgo en la transmisión de enfermedades sexuales, sino porque varios estudios han demostrado su relación con la depresión y la ansiedad. Otro de los problemas que presenta esto, es la destrucción de la familia, lo que evita que los trabajadores sigan procreando para crear una nueva masa que ayuden en la prosperidad del país, cayendo en la tendencia burguesa de la familia animal, es decir, tener muchos animales, pero ningún hijo.
Esto contrasta nuevamente con sus ejemplos históricos que hoy ignoran, porque no son realmente sus ejemplos. A nadie le interesa que Lenin acabara con la Doctrina del Vaso de Agua imponiendo una moral cuanto menos conservadora, o que Stalin promoviera el matrimonio y prohibiera el aborto salvo en casos excepcionales, porque la labor del proletariado también es formar una familia estable, algo que también hicieron el resto de los modelos comunistas.
Otro de los puntos centrales de toda organización antifascista es el inmigracionismo, todas ellas defienden la llegada masiva de inmigrantes, sumado a sus constantes reclamaciones para regularizar a todos los residentes temporales e ilegales que hay en el país.
No es ninguna novedad que muchas de las figuras destacadas del antifascismo residen en zonas buenas, sin conflictos sociales causados por el choque cultural, lo mismo ocurre con parte de la militancia más insistente en estos aspectos. Pero el resto de la militancia que se encuentra en primera línea, sí lo vive, pero no lo denuncia para no ser castigada al ostracismo y que les llamen “nazis” o “fascistas”.

Es sorprendente que aquellos que se hacen llamar antisistema, olviden que fue precisamente Karl Marx quien dijo que los flujos migratorios son una realidad gracias únicamente al capitalismo, pues los necesita para subsistir: “Pero la burguesía inglesa tiene intereses aún más importantes en la actual economía irlandesa. Irlanda está entregando constantemente excedentes al mercado laboral inglés dada la creciente concentración de alquileres, reduciendo así los salarios y la posición material y moral de la clase obrera inglesa”3.
Marx y sus colegas, nunca estuvieron de acuerdo con permitir un flujo migratorio totalmente libre, pues este era y sigue siendo usado por el capitalismo, no solamente para crear conflictos sociales que no permitan la unidad de los trabajadores, sino también para que se reduzca la calidad de vida de los mismos trabajadores, haciendo que los salarios bajen. Lenin, así como otros líderes comunistas, también fueron conscientes de esta realidad y por ello nunca permitieron la llegada masiva de inmigrantes desde África, por ejemplo, pues el internacionalismo no debe ser confundido con el globalismo.
Hoy son pocas las fuerzas revolucionarias que combaten al globalismo, pero menos aun las que combaten al sistema en todos los frentes. El antifascismo es un claro ejemplo de cómo la lucha política de nuestros tiempos ya no es de derechas contra izquierdas, pues todos obedecen al orden liberal, pese a las pequeñas diferencias económicas que los distinguen. Hoy la lucha es la del Nacionalismo contra el Globalismo, la de las Patrias contra la Mundialización, el futuro es el de la revolución o el sucumbir ante el gran capital.
EL DESASTRE NACIONAL REVOLUCIONARIO
En una ocasión me dijeron que pecar siendo cristiano, no era lo mismo que pecar sin serlo, pues el cristiano es consciente de su pecado, mientras que el no-cristiano no es consciente de sus pecados, aunque esto no fuera a eximirlo en su juicio final.
Algo parecido a lo que ocurre entre los antifascistas también ocurre entre los nacional-revolucionarios de nuestra época. La masa liberal comete muchos errores y no es consciente de ellos, mientras que los nacional-revolucionarios, con todo el material a su alcance, organizaciones políticas, una consciencia despierta, etc., comete los mismos errores siendo conscientes de ellos.
Nuestro estilo de vida implica unos deberes para con la comunidad, entre ellos, el despertar a aquellos que incluso, siendo amigos o enemigos, pierden en vano todos sus esfuerzos en un frente equivocado, abandonando a la larga toda esperanza revolucionaria. Una tarea que atañe incluso un trabajo costoso entre nuestras filas.
Desconocemos como hubiera sido el mundo de haber ganado Alemania la Segunda Guerra Mundial, solo tenemos algunos índices al respecto, gracias a los escritos de los numerosos teóricos e ideólogos que participaron en un proyecto europeo y extraeuropeo. Pero lo que sí conocemos son los tiempos contemporáneos, el mundo que nos ha dejado la victoria de los Aliados, que ha supuesto del derrocamiento de todo aquello que merecía la pena conservar, pues hoy ya no quedan ni siquiera sus ruinas y, por supuesto, la degeneración no tiene freno, sigue avanzando con sus conflictos, la miseria, la falta de valores, la destrucción de la belleza, etc.
En nuestras filas, pocos han sido los que han crecido en una época distinta, el resto, hemos crecido en este mundo decadente, donde nos ha tocado vivir con familias desestructuradas, maltratos, alcoholismo, individuos sin alma y sensibilidad, neo-cultura, en definitiva, un mundo que se pudre y supura veneno, un veneno que se nos infiltro por nuestras venas.
Por ello mismo, arduo es el camino del nacional-revolucionario, el camino de un estilo de vida acorde a un nuevo orden, a un nuevo concepto del mundo, del que debe nacer un nuevo ser, un nuevo yo que ve y comprende el mundo actual de otra manera. Un estilo de vida que únicamente nos hace renacer si sacrificamos aquello que fuimos, por lo que queremos ser.

Ser ejemplo, es el único camino que nos puede llevar a conquistar las calles, a conquistar el espíritu de las masas populares, a llenar el vació de los jóvenes y finalmente, cambiarlo todo hasta las raíces. Pues quien no es ejemplo, no será capaz de realizar ninguna de estas acciones, pues entre él y la masa, no habrá diferencia alguna.
Nuestro camino es el de la ortodoxia en su máximo esplendor, François Bousquet nos dice que el primer paso es ser una secta, pues primero hay que requerir mucho a unos pocos, para que cuando se forme ese núcleo duro, llegue la nueva religión que salvará el mundo, pues la religión requiere poco a muchos.
Algunos llegarán antes a la ortodoxia, otros más tarde, algunos quizá se queden cerca de la misma y en todos los casos, será de admirar y de orgullo que ante los tiempos que corren, sean capaces de tales hazañas por el camino de los malditos. Pero no todo es tan bonito, no todos quieren formar parte de la salvación de Europa, pues los hay que anteponen su ego al porvenir comunitario.
Una cosmovisión o un movimiento, no puede ser tomado como una carta de un restaurante donde podemos tomar solamente aquello que nos apetezca, debemos aceptar todo lo que implica cuando se trata de un concepto colectivista, aunque no nos pueda convencer al 100%. Los cambios, si son razonables, pueden llegar en su momento, pero indudablemente no se puede anteponer la comodidad y deseos de uno mismo, solo porque nos será más fácil ser como ya éramos antes.
Desgraciadamente, esto es más común de lo que creemos, la comodidad de nuestros tiempos ha hecho que nos relajemos hasta tal punto, que somos capaces de abrazar la libertad negativa contemporánea, solo por nuestro propio interés, sin pensar en el porvenir comunitario. Hay quienes no pueden dejar sus vicios, los gustos degenerados, un estilo de vida decadente ya sea por la violencia o las drogas, etc., en definitiva, algo que no se podría llevar con orgullo si realmente nos consideramos revolucionarios, y mucho menos se debería hacer gala de ello en público, pues nuestro deseo debería ser el de una militancia lo más sana posible.
Ante esta situación, solo se nos presenta una posible solución, la que implica que una formación se vuelva suficientemente fuerte e influyente para atraer a las personas más validas y acabar con la desunión actual, lo que implicaría un amplio frente de acción frente a la decadencia dentro de nuestras filas, pues los más capaces, serían capaces de excluir a aquellos que destruyen nuestras ideas e imagen, y a su vez, podrían atraer a aquellas personas interesadas en un frente cultural y político, guiándoles por el camino correcto hacía la ortodoxia.
Esto sería lo ideal en nuestros días, donde los tiempos de bonanza hace tiempo que acabaron, pues solo quedan ruinas y pocos son los hombres que se mantienen verdaderamente en pie sobre ellas, siendo ejemplos vivientes, pero tan pocos y tan fugaces ahora mismo, que pudiera ser que en los próximos años tengamos que avanzar sin su apoyo y tengamos que portar nosotros el estandarte. Por desgracia, parece que el caciquismo, la necesidad de ser líder de una pequeña tribu, nos impide avanzar unidos bajo unas mismas siglas.
Ese es uno de nuestros grandes problemas, pero no el único. Como he dicho anteriormente, nos encontramos con una juventud que no ha estado exenta de la decadencia, pero permanecer en ella es una decisión, no una obligación. Algunos de los errores comunes entre nuestras filas, no son tan dispares como los ya expuestos sobre los antifascistas.

El alcoholismo, por ejemplo, es una actitud que no se ha visto con demasiados buenos ojos dentro del movimiento. Hay quienes beben y saben mantener el control, pero algunos sectores, concretamente los menos ejemplares, ingieren grandes cantidades de alcohol, alejándose completamente de nuestro ideal.
También parece común en nuestros días que algunos jóvenes acudan a las discotecas con frecuencia, el problema de estos locales ya no es solamente la música degenerada, sino también el propósito por el cual el sistema los mantiene abiertos, y es que la juventud, vacía por la falta de espíritu, dinamismo y de objetivos en sus vidas, necesitan desahogarse de vez en cuando, ya sea bañando sus riñones en alcohol, llenando su cuerpo de drogas o bien con el sexo casual, de este modo, podrán aguantar una semana más sin rebelarse contra la realidad de una vida triste, que podría bañarse en color si gastaran sus esfuerzos (y sus ahorros) en mejores causas.
También nos puede parecer comprensible que muchos jóvenes caigan ante la tentación de la neo-cultura y su arte degenerado. Cualquier revolucionario, amante del verdadero arte, de la belleza y del sentido más elevado de nuestra raza, se quedaría estupefacto ante la pasividad que existe entre las filas del socialismo nacional al aceptar las tendencias posmodernas.
Como ya he dicho, nadie se escapa de las garras del sistema y eso implica, por supuesto, que el arte producido por el sistema, ese arte incomprensible, que en muchas ocasiones nos transmite negatividad, odio o nos induce a la hipersexualización, también haya formado parte de la vida de los jóvenes en algún momento. Y aunque para nuestra cosmovisión de determinó que defendíamos el arte bello, bajo un concepto romanticista, hoy hay quienes parecen haberse influenciado por las enseñanzas del fascismo del que solo podemos decir sobre su concepción del arte futurista, que en ningún momento fue popular, sino de proximidad burguesa y un predecesor del arte posmoderno de las democracias liberales.
Hitler, por ejemplo, consideraba que el futurismo y el arte degenerado, eran un producto surgido del capitalismo y el comunismo para destruir la belleza. No le faltaba razón, realmente vemos un alineamiento con el sistema cuando se trata del arte, pese a que este supone para muchos la auténtica riqueza de un país junto al nivel cultural de sus ciudadanos. Más importante es, que incluso escritores como Serge Guilbaut nos dan la razón, tal y como apunta en su libro De cómo Nueva York robó la idea del Arte Moderno, donde señala a capitalistas y trotskistas estadounidenses como culpables de la actual decadencia artística. La teoría del Gran Reemplazo sin duda no solamente es racial.
Existen otros problemas que podríamos exponer en estas líneas, problemas que tienen solución si conseguimos algo solido en un mundo tan fluido. Problemas que, al fin y al cabo, mayoritariamente tienen sus raíces en la degeneración de nuestra época y otras, en la falta de conocimiento y compromiso de algunos.

No podemos vivir en una torre de marfil, no podemos creer que seguimos en la misma época que en la Europa de Entreguerras, ni podemos pensar que todo será tan sencillo como entonces. Pero con compromiso, constancia y coraje, la situación pudiera revertir tarde o temprano, pues lo importante es no desfallecer y seguir conservando la esencia de la concepción del mundo que fue ideada, no como una utopía irrealizable, sino como una idea realista que busca enderezar nuestra especie.
Parafraseando a Dominique Venner, la naturaleza debe ser la base de nuestras ideas, la excelencia debe ser la meta de nuestras vidas y la belleza el horizonte que todos buscamos alcanzar. Pero si ninguno de nosotros toma esto como un lema para su vida, si no somos ejemplo de nuestro propio lema, debemos tener presente que el futuro no será nuestro, pues habremos fracasado en nuestra fidelidad y en nuestro honor.
¡Europa tiene salvación y esa salvación somos nosotros!
Christian Revolutionarii
1.-Discurso pronunciado por Castro el 15 de enero de 1966 en el Teatro Chaplin.
2.-Véase V. I. Lenin, “Actitud del partido obrero hacía la religión”.
3.-Véase K. Marx, “Carta a Sigfrid Meyer y August Vogt” del 9 de abril de 1870.