«El hecho de que los ingleses, solemnes como porteros de un «Palace», y conservadores como motores de un Rolls Royce, se dejaran arrastrar también por el fluido de los fascismos europeos de antes de 1940, dice hasta qué punto el fenómeno respondía a un estado de espíritu generalizado»
León Degrelle
El fascismo británico nace, como tal, el 1 de octubre de 1932, cuando Oswald Mosley, funda la British Union of Fascists (B.U.F.) en Inglaterra, organizando un movimiento similar al de los otros países europeos. El fascismo inglés fue una creación personal de Sir Oswald Mosley (1896-1980). A la Unión Británica de Fascistas, Mosley le cambió su nombre en 1936 por el de Unión Británica de Fascistas y Nacionalsocialistas (“BUF and NS”) y, en 1937 por el de Unión Británica.
Y eso, teniendo en cuenta que, en Gran Bretaña, debido a su aislamiento del resto del continente, había sido ajena a las influencias de Charles Maurras, Barres o Corradino, autores que habían sido influyentes en el prefascismo europeo de la Europa occidental, pero que en Gran Bretaña eran unos perfectos desconocidos.
Sin embargo, en los años 1918-1920, hubo grandes huelgas y luchas sociales en Inglaterra a la par que tuvo lugar la irrupción del Partido Laborista.
Siendo héroe de guerra, hijo de una familia aristocrática, diputado electo por el Partido Conservador, todo parecía presagiar que Oswald Mosley tendría una carrera fulgurante en la política británica, a quien le vaticinaron los mejores augurios y una posición cómoda en el sistema. Sin embargo, inesperadamente, lo abandonó todo, rechazó a sus mecenas y se pasó a las filas de la izquierda, donde creyó encontrarse más a gusto, junto a sus camaradas de trincheras que sufrían las consecuencias de la crisis económica, pero no pasaría mucho tiempo hasta comprender que igualmente ahí tampoco podía desarrollar sus ambiciosos planes para renovar la política británica. Fue el único inglés que pudo haber sido Primer Ministro tanto con los conservadores como con los laboristas. Era el mejor orador de los Comunes y ha sido considerado por muchos historiadores como el político inglés más extraordinario de su generación. Diputado conservador en 1919, pasó pronto a formar parte del Independent Labour Party, el ala más intransigente del laborismo. En 1931 abandonó este partido y, al año siguiente, fundó la Unión Fascista Británica.
Y así, en 1931, tras abandonar el Partido Laborista y fracasar en su intento de crear un partido “políticamente correcto”, se arrojó al vacío, a la aventura del fascismo junto a un puñado de seguidores, muchos de ellos procedentes de la izquierda. Mosley definió así a su nuevo partido, la BUF: «Éramos un movimiento británico caracterizado por un intenso patriotismo, pero en la época del fascismo, era evidentemente estéril y, posiblemente deshonesto negar que fuésemos fascistas».

Oswald Mosley era un inglés distinguido, de modales refinados y porte noble aunque su procedencia política hay que buscarla en el ala radical del laborismo, en cuyas filas llegó a alcanzar una cartera ministerial de Trabajo. Creó un movimiento proclive al fascismo porque llegó a la conclusión, desde los postulados socialistas iniciales, de que el fascismo era la única ideología que podía encontrar una solución justa y digna a la cuestión obrera, alejándose de las premisas de la lucha de clases y las reivindicaciones salvajes de un lado y mostrándose beligerante frente a la explotación capitalista.
Siendo el jefe fascista de una nación que durante la guerra fue enemiga de las potencias fascistas, Mosley fue de los pocos lideres fascistas de aquellos años que sobrevivió a la guerra, junto a Leon Degrelle y Ante Pavelic. Tras la represión que tuvo lugar para todos los dirigentes de estos partidos al final de la II Guerra Mundial. En Mosley se dan puntos convergentes y divergentes con los demás lideres fascistas europeos de su tiempo. Pese a que al igual que José Antonio Primo de Rivera, Mosley era un aristócrata, sin embargo, al igual que otros lideres fascistas de su época, llegó al fascismo después de abandonar la izquierda desengañado de ver la falta de respuesta de ésta ante las necesidades de justicia social que el pueblo demandaba, al igual que Mussolini, que provenía del Partido Socialista Italiano, o que Jacques Doriot, que provenía del comunismo, Mosley dio el mismo paso desde el Partido Laborista, tendencia que fue una constante en todos los partidos fascistas de entonces. De hecho, Oswald Mosley, militando en el Partido Laborista, viajó a Italia y a Alemania, en el que quedó prendado de la revolución social que encontró en esos dos países, y que le hizo derivar hacia una nueva etapa política en su vida. Para Mosley, en esencia, el fascismo «era un credo nacional, y, por tanto, adopta por definición, una forma diferente en los distintos países». La fuerza del fascismo radicaba en ser una ideología intensamente nacional. Adopta la camisa negra —Blackshirt— como divisa de su uniforme militante.

Respecto a la relación entre el fascismo británico con el fascismo español, José Antonio había publicado en el semanario “F.E.” (núm.7, 22-2, pág. 11) un extenso artículo firmado por el Vizconde de Rothermere sobre el fascismo en Inglaterra, cuyo título era «¡Hurra por los camisas negras!», ilustrado con una fotografía en la que puede verse a Mosley desfilando al frente de sus secciones tras la bandera inglesa, saludado por el público con el brazo en alto. El artículo llevaba una entrada de presentación que, entre otras cosas, dice: «No es extraño, por lo tanto, que los hombres y las mujeres de Inglaterra hartos del sistema de partidos y de liberal inhibicionismo se entusiasmen ante los desfiles de los camisas negras. Aquí ven una organización fuerte y vigorosa adecuada a las necesidades de nuestros tiempos, y sobre todo joven. No está en manos de los tímidos vejestorios que dominan todos los órganos de la vida pública inglesa. El lema de los camisas negras es ‘Acción, en vez de dejar hacer’ y como dijo Goethe, hacer es lo más importante de las cosas humanas».
El articulista argumentaba desde un principio, para rechazar el ataque de plagio o imitación del fascismo inglés del italiano: «Sobre todo los socialistas que se ríen de los principios y de los uniformes de los camisas negras, por ser de origen extranjero, olvidan que el fundador y gran sacerdote del socialismo fue el judío alemán Carlos Marx».


José Antonio visitó en Londres a Sir Oswald Mosley y así lo cuenta el jefe del partido fascista inglés en sus Memorias – “My life” -publicadas en Londres, en 1968, traducidas al español y publicadas en 1973 por el editor Luis de Caralt, antiguo jonsista. Mosley visitó España, por primera vez, al término de la Segunda Guerra Mundial después de ser puesto en libertad. Su primer destino fue ir a la tumba de José Antonio, ubicada entonces al pie del altar mayor del Monasterio de El Escorial. Así lo refleja en sus Memorias: «Solos, nos asombramos ante aquel sombrío esplendor. El objeto de la visita era hacer una breve visita a la tumba de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange. Yo le había visto sólo una vez, cuando en los años treinta él me había hecho una visita en nuestro cuartel general de Chelsea, en Londres. Me causó una profunda impresión, y su asesinato me había parecido siempre una de las tragedias individuales más dolorosas de Europa. Me conmoví profundamente cuando permanecimos ante su sepulcro y recordé vivamente la presencia de este joven incomparable. Me vinieron a la memoria las palabras iniciales del memorable tributo de Macaulay a Byron: ‘Cuando la sepultura se cierra sobre un hombre de treinta y siete años, todo es más triste y más glorioso'» (“My life”)
Mosley era un visionario, y como tal, veía a lo lejos, y consideraba que un acercamiento entre Inglaterra y Alemania, una alianza entre los pueblos germánicos, era una exigencia y una necesidad para Europa, y en eso él compartía el pensamiento hitleriano de entendimiento anglo-alemán. Mosley fue el hombre que por un momento pareció que formaría, con Mussolini y Hitler, el triunvirato europeo.
En julio de 1939 las reuniones fascistas convocaban en Londres cerca de 40.000 participantes y el fascismo aparecía ya para muchos británicos como la única alternativa posible. Con Mussolini se entrevistó una docena de veces entre 1932 y 1936. Hitler asistió como invitado a su boda, en octubre de 1936, celebrada en Berlín. Con Hitler se entrevistó también en Múnich, en abril de 1935 y, posteriormente, tuvo otro encuentro —también en la capital del Reich— en octubre de 1936. La judería inglesa pronto declaró la guerra a su partido y los grandes mítines de los camisas negras al aire libre fueron prohibidos por la Public Order Act en 1936, que prohibía igualmente el uso de sus uniformes y les negaba el derecho a mantener el orden en las asambleas en local abierto.

Los mítines en local cerrado pudieron continuar con asistencia y entusiasmo crecientes, que culminaron en el de Earl’s Court Exhibition, en julio de 1939, que fue considerado entonces como el mayor mitin en local cerrado del mundo. Meses previos al estallido de la guerra, Mosley lanzó una campaña anti-belicista, del “No a la guerra”, oponiéndose a los manejos de los que querían llevar a la Gran Bretaña a la guerra contra las potencias fascistas. En el curso de esta campaña, titulada «Mosley Says Peace» (“Mosley dice Paz”),congregó a decenas de miles de personas en julio de 1939. Casi inmediatamente, tras el inicio del conflicto, Mosley fue detenido, y su movimiento disuelto. En 1939, las autoridades inglesas detuvieron a Oswald Mosley y a muchos miles de miembros de sus movimientos, en virtud de la Ley de Urgencia, a fin de impedir que la BUF sirviera como “quinta columna». Que esta acusación de “quintacolumnismo” era falsa e indigna ya lo han demostrado, y enunciado el historiador A. J. P. Taylor, y Bernard Shaw, respectivamente. Respondía a un estado de opinión que se había difundido desde hacía tiempo. Como señala Jones, la «B.U.F.» y Mosley «en la jerga y propaganda de la guerra son descritos como una “quinta columna” italiana o alemana, calificación desde luego exagerada».

Mosley fue encarcelado en 1940 por oponerse a la guerra contra Alemania, ya que, según sus análisis, «La declaración de Guerra de 1939 podía tener tres consecuencias: el desastre de la derrota, el triunfo del comunismo y la pérdida del Imperio británico a pesar de la victoria. Gran Bretaña era la única potencia que en cualquier circunstancia no podía beneficiarse de esa guerra» (“My life”), y sólo pudo recobrar la libertad al final de la contienda mundial.
Sólo un reducido número de anglosajones pudieron actuar a favor del «Nuevo Orden». El genial literato norteamericano Ezra Pound norteamericano, y James Strachey Barnes, lo hicieron desde Italia. Desde Alemania, actuaron William Joyce, que ejerció como locutor de radio (el célebre «Lord Haw Haw»), y John Amery, que ya durante la guerra civil española había actuado a favor de los «nacionales», y que intentó crear, con escaso éxito, una «Legión Británica» para las SS. Al final de la guerra, William Joyce – de origen norteamericano también – y John Amery fueron asesinados, al igual que los pocos supervivientes ingleses de las SS. Ezra Pound fue internado en un «manicomio», del que sólo saldría años más tarde, aunque jamás padeciera dolencia mental alguna. La «suavidad» de la represión antifascista británica, está en relación directa con la escasa importancia de la «colaboración», y ambas vienen justificadas porque ya en 1939, los potenciales «colaboradores» habían sido detenidos y encarcelados…

Las causas de por qué no triunfó el fascismo en Gran Bretaña son muy variadas, y muy importantes. Pocos países tenían un régimen parlamentario tan antiguo, y para muchos ingleses eso era algo consustancial con el país. El cerrado bipartidismo de conservadores y liberales, que impedía la aparición de nuevas fuerzas políticas, actúo en igual sentido. Hay una serie completa, además, de causas complementarias: la ausencia de un «peligro rojo» serio, dada la debilidad del PC, la existencia de un fuerte gobierno conservador, la recuperación de la economía, el supuesto carácter «imitativo» del movimiento de Oswald Mosley (un fascismo de imitación), la ausencia de reivindicaciones nacionales importantes, la acusación de «quintacolumnismo», etc. Si bien, Francis Carsten concluye que «faltaron factores importantes que el fascismo hubiera podido explotar y el clima nacional y la estructura política de la Gran Bretaña no favorecieron su crecimiento», Ernest Nolte tiene toda la razón al plantearse esta duda: «Inglaterra no pasó por la prueba de saber qué grado de resistencia habían desarrollado sus viejos partidos democráticos y parlamentarios. A pesar de sus debilidades, el movimiento de Oswald Mosley era lo suficiente fuerte como para que esta pregunta pueda decirse de forma unívoca, fuera de toda duda».
Mosley, además de fascista, fue un adelantado a su tiempo y un correcto analista de la economía, de la política y de la sociedad del Imperio Británico, hasta el punto de adelantarse en sus previsiones más de sesenta años, a las líneas básicas de lo que hoy conocemos como “globalización” y “multiculturalismo”. Posiblemente, entre los dirigentes del fascismo internacional, Mosley sea una de las figuras más preclaras. En entrevistas que le hicieron a Mosley después de la Segunda Guerra Mundial, expuso su juicio sobre los fascismos y sobre su mutación personal de ser un nacionalista británico a ser un nacionalista europeo. Y así, en su libro “La Nación europea” señala: “La presente obra tiene por objetivo proponer formas concretas ordenadas a la expresión de ese patriotismo europeo, cuyo nacimiento deseé desde 1948 afirmando que Europa era una nación. Yo era entonces el primero en formular esa verdad, que ha sido frecuentemente mal comprendida. Se me acusó especialmente de querer transformar a Europa en otra América, en la que los pueblos se mezclarían en un gran “melting-pot” bajo la acción de no se sabe qué “way of life”, aún inédita. Nada más lejos de mi pensamiento. Muy al contrario, si formulo esos ardientes deseos de toma de conciencia europea, es porque veo en ella el único medio, para los pueblos de Europa, de escapar al “melting-pot” en el que se verían envueltos al modo comunista o americano… De hecho, ya hemos llegado a un punto en que algunos de nosotros se han acostumbrado a pensar, sentir y actuar como europeos. El árbol que extiende y eleva sus ramas muy alto hacia el cielo no pierde por ello sus raíces; muy al contrario, se fortalecen y hunden más profundamente en la tierra. Ha llegado para nosotros el momento de elevarnos más alto y mirar más lejos, para vivir plenamente. Todos los movimientos naturales de la historia deben ser disciplinados y acelerados por la voluntad consciente del hombre. Su honor consiste en forjarse él mismo su destino. La más alta manifestación del actual hombre occidental será la culminación heroica de Europa”.
Tras Oswald Mosley vinieron otros importantes lideres nacionalistas ingleses como John Tyndall, Richard Edmonds, y Colin Jordan, del Bristish Movement. Y después hemos conocido a Nick Griffin, del BNP, que llegó a ser eurodiputado de ese partido. Lamentablemente en el momento actual no conocemos que esta línea nacionalista y europeísta haya mantenido una continuidad.

Finalmente me gustaría dedicar una última reflexión a esa extendida tara en el “facherío” que es la anglofobia, que, como toda fobia, al ser irracional, no se puede razonar, pero es bueno que sepan que el problema no son los anglosajones en sí (un pueblo germánico como cualquier otro) sino la penetración ideológica y mítica de determinadas concepciones hebraico-bíblicas en sus élites dirigentes, pero es que esas siniestras élites que dominan la City y los EEUU, y desde ahí el globalismo, no son en absoluto anglosajonas. Y si no se puede decir lo que son, al menos que no se diga lo que no son.
Eduardo Núñez
AMOR A INGLATERRA COMO AMOR A EUROPA
Bernard Shaw en su «Manual de socialismo y capitalismo para mujeres inteligentes» recordó como las industrias privadas inglesas durante la I Guerra Mundial, en 1917 con su productividad disfuncional, » causaron una matanza abrumadora de nuestros jóvenes soldados en Flandes al dejar al ejército sin granadas, las municiones tuvieron que fabricarse en fábricas nacionales. Cuando la guerra terminó, el gobierno capitalista de 1918 vendió estas fábricas lo más rápidamente posible por cuatro cuartos, a pesar de las protestas del gobierno laborista» ( p. 578 ).
Tendones, arterias, músculos y huesos de un mismo cuerpo son los Trabajadores, las Empresas, el Progreso y la Justicia que hacen de la Economía una causa Nacional esencial. ¡Oh Inglesa civilización por Europea, que has encallado para resurgir con brío, brilla en todas las noches para que los europeos conozcan cual es su destino por encima de las limitaciones de las contingencias históricas.
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