Prueba de lo enriquecedor de cualquier conversación es el grado de riqueza que aportan sus conclusiones. En la última, con el ambiente distendido y la confianza que solo generan los auténticos camaradas, pude disfrutar de una de las más edificantes que recuerdo. En ella afrontamos un tema sensible a la mayoría de oídos de la gente del “área”: Nacional Socialistas (NS) y/o Nacional Revolucionarios (NR).
Manida está ya la crítica y condena ante la pérfida tendencia que demuestran la totalidad de grupos y asociaciones del supuesto “área” a la hora avanzar hacia el electoralismo, vendiéndolo todo a cambio de nada. Olvidando a quienes acometieron la lucha antes que ellos, sus símbolos, conmemoraciones y desligándose de cuantas etiquetas sean necesarias. Poco más hay que decir ya al respecto pues, alcancen o no sus propósitos reformistas, la calidad humana de sus militantes brillará por su ausencia. Serán hijos del sistema que como disidentes condenamos y, como tal, inmensas las diferencias que de ellos nos separen.
Me gustaría, por lo tanto, centrarme en estas líneas en esa supuesta resistencia. Una resistencia que en España, pese a ser cuanto menos marginal, habría de resultar, tras haber pasado ese filtro, al menos éticamente homogénea. Pero no. He ahí la realidad y con ello nuestra desgracia. Si preguntásemos uno a uno de esos disidentes por su concepto de NS, a buen seguro, mostrarían cuanto menos simpatías. Eso sí, a la hora de definirse, la amplia mayoría preferirá siempre hacerlo bajo la nomenclatura de NR, o el innovador “social patriota”.

Para llegar a ello, todo aquel que ha tomado esta decisión ha recorrido previa y necesariamente un mismo sendero. El sendero de la militancia NS. Algunos se mantienen fieles a él toda la vida y otros, por el contrario, deciden tomar alguna de sus dos salidas:
- La primera la encontramos rápido, apenas requiere mantenernos en el sendero unos metros, pero no es muy aconsejable pues acostumbra estar atascada de cerebros rapados que entienden por nacional una bandera en la muñeca y por revolucionario todo aquello que implica desorden callejero. Productos directos de esta sociedad decadente no serán, pese a considerarse en la trinchera, llama de ninguna transformación.
- Pocas decenas de kilómetros después encontramos el segundo desvío, menos confluido que el primero, pero con un peaje moral mucho más caro. Resulta ideal para aquellos disidentes que con un mínimo de formación han llegado a vislumbrar la cosmovisión NS e, incapaces de mantenerse fieles a ella, han “evolucionado ideológicamente” hacia lo NR. Un quiero y no puedo, o directamente no me compensa.
Durante nuestro debate, teniendo en cuenta lo recurrente de estos casos y siendo concesivos, pudimos además concluir que en un porcentaje elevado, quienes como disidentes abandonan la etiqueta NS para avanzar a lo NR corren el riesgo de perder por el camino también la cosmovisión. ¿Cuántos camaradas conocemos que con el paso de los años deciden centrar sus esfuerzos en “hacer política”? ¿Cuántos de todos ellos, dado ese paso, convierten sus vidas en un ejemplo de cualquier cosa menos de lo que predican? ¿Cuál pasa a ser desde ese momento su escala de valores? ¿Y sus formas de ocio?
Como en todo, existirán casos de NS deplorables y NR excepcionales, pero es indiscutible que la presión que ejercen las etiquetas en el mundo moderno depura de algún modo los espíritus pusilánimes hacia aquellos términos menos estereotipados. Y agradecidos tenemos que estar de ello.

A día de hoy, si de algo sirve el recorrer por completo ese sendero de la militancia NS no es tanto para contemplar en vida el éxito de la lucha política, sino para hacer de nuestras vidas un ejemplo de coherencia. Quizás no todos los disidentes sean NS ortodoxos, pero sí todos los NS ortodoxos son auténticos disidentes. ¿Puede alguien más decir lo mismo?
Alberto B.