El mito del Cid (Rodrigo Díaz de Vivar, 1048-1099) fue adornándose con múltiples mitos y leyendas que fueron añadidas a lo largo de los siglos. Durante el siglo XV en particular, aparecieron diversas versiones populares; entre ellas, una cuenta que el Cid, sin saber que se trataba de una prueba divina, ofrece comida y alivio a un pobre leproso.
El dramaturgo valenciano Guillén de Castro(1569-1631), recoge esta leyenda en su obra «Las mocedades del Cid»:
« Gafo.- ¡ Un hermano
en Cristo, déme la mano,
saldré de aquí !…
Pastor.- ¡ No haré tal !
Que está gafa y asquerosa.
Soldado 1. – No me atrevo.
Gafo.- ¡ Oíd un poco,
por Cristo !
Soldado 2.- Ni yo tampoco.
Rodrigo. – Yo sí, que es obra piadosa,
(Sácale de las manos.)
y aun te besaré la mano.
Gafo.- Todo es menester, Rodrigo :
matar allá al enemigo,
y valer aquí al hermano.
Rodrigo.- Es para mí gran consuelo
esta cristiana piedad.
Gafo.- Las obras de caridad
son escalones del cielo.
Y en un Cavallero son
tan proprias, y tan lucidas,
que deven ser admitidas
por precisa obligación.
Por ellas un Cavallero
subirá de grada en grada,
cubierto en lança y espada
con oro el luziente azero ;
y con plumas, si es que acierta
la ligereza del buelo,
no haya miedo que en el cielo
halle cerrada la puerta.
¡ Ah, buen Rodrigo !
Rodrigo.- Buen hombre,
¿ qué Ángel… – llega, tente, toca –
… habla por tu enferma boca ?
¿ Cómo me sabes el nombre ? »