Queremos dar a conocer a Dr. Atl nacido en Guadalajara, Jalisco, México en 1875 y fallecido en México en 1964. Dr. Alt es el pseudónimo del pintor y escritor mexicano Gerardo Murillo Cornado, que decidió auto adjudicarse el seudónimo Atl, que significa ’agua’ en náhuatl. Pintor muralista terminó su actividad política apoyando abiertamente a Hitler, antes y durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde 1931 el Dr. Atl, en conferencias y en la prensa, expuso sus ideas sobre el fascismo. Revolucionario de la más pura cepa pero, un hombre de una independencia de criterio realmente extraordinario no podía menos, ante un fenómeno social de la importancia del fascismo, que analizarlo bajo su verdadero punto de vista con el más amplio criterio. Reproducimos a continuación un fragmento del artículo titulado “EL FASCISMO COMO REVOLUCION”, publicado en “El Universal” en marzo de 1932.
Ing. P. M. Rodríguez
“El Universal”, marzo de 1932

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Se puede aceptar o desechar las doctrinas y los métodos fascistas y tener antipatía personal por Mussolini, pero no se puede negar, en forma razonable —y aunque se negaran los hechos, ellos existirían— que Mussolini es el único hombre que ha podido dar una grande cohesión y una dirección fija a un movimiento violento contra instituciones establecidas, logrando orientar con precisión el sentido humano de las necesidades sociales.
Mientras que en Rusia han muerto millones de hombres, de mujeres y de niños —inútilmente— bajo las condiciones de la bandera roja —enarbolada y sostenida por manos muy sospechosas— mientras que en Rusia una Revolución pseudo-proletaria ha desorganizado el país mediante la acción incongruente de una oligarquía sionista*-mongólica que ha intensificado los métodos zaristas de represión, creando la cheka, una especie de Inquisición laica; mientras que en Rusia se han violado todos los principios sobre los cuales pretendió hacerse una Revolución Mundial a base de la sangre de los trabajadores, y se ha dejado al pueblo entero en la miseria y sin contacto político con el exterior —tal vez para que los nuevos Zares puedan obtener mayores ventajas sobre las concesiones hechas a los capitalistas americanos, ingleses y alemanes— mientras que en Rusia se enarbola la bandera de la libertad y se establece una esclavitud más odiosa , que aquella que trató de combatirse, en Italia, negando la libertad y el derecho, aboliendo el parlamento y controlando la prensa, el país entero resurge con una rapidez casi milagrosa del abismo donde lo habían arrojado la Guerra y el Comunismo.

En estos tiempos Italia ha conquistado en el mundo un nuevo puesto de importancia; ha intensificado poderosamente su industria, aumentando notablemente sus exportaciones, y ayer, apenas, obtenido un triunfo de primer orden en las Conferencias de Locarno, regularizando su situación financiera en las Conferencias de Washington.
Por otra parte, la citación de los embajadores es, en Italia, hoy mucho mejor que la de los obreros rusos y más bonancible que la de los laboristas ingleses.
Los estados revolucionarios —creados por doctrinas y hombres extremadamente radicales— han sufrido una involución, sorprendente, y su retroceso ha sido de manera visible que, en muchos casos, parece que el movimiento revolucionario ha sido hecho con el exclusivo objeto de crear un amplio campo propicio a la rapiña, explotado exclusivamente por individuos completamente ajenos a los intereses y al espíritu donde la raza misma donde el movimiento se ha verificado, como en el caso de Rusia. En este caso, solo el que no ha querido ver no ha visto que todo el idealismo redentor de la Revolución Rusa no es más que una especulación internacionalista* llevada a cabo con saña sobre la vida entera de un pueblo soñoliento y místico.

Italia, empobrecida, aniquilada, al terminar la guerra surgió a la vida enarbolando principios radicales —en todo opuestos a las ideologías revolucionarias, comunistas— y es curioso observar que, mientras los pueblos, electrizados por la radiación de estas doctrinas, han perdido riqueza productiva, cohesión moral y prestigio internacional y se han vuelto esclavos, Italia, vigorosamente apoyada en los principios opuestos, ha solucionada en forma práctica, esencialmente benéfica para la colectividad, los problemas fundamentales de su vida interior, y sus complicaciones internacionales.
En mi concepto, la explicación de este fenómeno es fácil. Italia en un país cuyas tradiciones revelan, desde la vieja Etruria, y a través de las convulsiones gloriosas de Roma, de Venecia republicana y de la Toscana del 1100 al 1400, una tendencia siempre constante a solucionar las grandes crisis sociales por la acción directa de la voluntad de un solo hombre —delegación hecha sin eufemismos, sin reticencias y con plena conciencia de que no será nunca posible encontrar una solución práctica donde existen más de dos opiniones.
El fascismo —tal como es hoy— 1932— no podrá ser tomado como un ejemplo para ser adoptado en todos los países, porque él es la consecuencia de determinadas condiciones sociales, solo existentes en Italia.
De él deben adoptarse su sentido práctico, su carencia de poesía ideológica, su calculada violencia y su franqueza y su autoritarismo lógico —completamente contrarios a los principios aplastantes del sovietismo sionista*-mongol.

Dr. Atl
Texto extraído de:
Gerardo Murillo (Dr. Atl). La Defensa de Italia en México. México, Edición de la Colonia Italiana, 1936.