“la naturaleza eterna venga inexorablemente la trasgresión de sus preceptos”
Toda doctrina política ha de tener una praxis, unos puntos programáticos que poner en práctica cuando se alcance el triunfo.
El feminismo no tiene como fin último proteger a la mujer y establecer una igualdad entre hombres y mujeres. No. Eso es cosa banal y superflua para el fantasma feminista. El substratum de este movimiento radica en un concepto deductivo: la deconstrucción de la civilización occidental, libre de eufemismos, la destrucción de Europa y de sus pueblos.
Por tanto, el feminismo no puede centrarse únicamente en combatir por un frente. No puede depositar todas sus esperanzas de triunfo y transmutación en una sola lucha, la del hombre contra la mujer, si no que ha de calar en los cimientos que sostienen las naciones, para corroerlos y erosionarlos hasta hacer caer el majestuoso templo de la egregia civilización rectora.
Según Living together, principal resorte y ejecutor de los postulados feministas «el destino de Europa es la diversidad». De esta escalofriante revelación de objetivos nos ocuparemos más adelante.

Antes es necesario advertir que en su gran mayoría los grupúsculos feministas coinciden en que la realización política de sus objetivos pasa por la creación de un nuevo sistema democrático intercultural cuyo presupuesto sea la paridad, así como el sometimiento a crítica de todo lo erguido con el esfuerzo de los siglos, como las naciones, la moral, la cultura y la policromía de los pueblos, para alcanzar así por fin una emancipación total del orden patriarcal, lo que se traduce en la práctica como la desnaturalización de la mujer, consecuencia lógica el fin de las naciones europeas.
El feminismo lucha por una «radicalización de la ilustración», que someta a crítica todos los presupuestos de Europa, que destruya las antiguas estructuras nacionales para así poder someterlas a la construcción, conocido también como «nation building», verbi gratia, la creación de naciones nuevas a partir de la multiculturalidad, de la desaparición de las razas, religiones y costumbres nacionales para construir sobre los antiguos pueblos un nuevo tipo de ser humano que no sienta apego por la tierra pues no pertenece a ninguna, por lo que tampoco sentirá la necesidad de luchar contra el que atente contra ella. La creación de ciudadanos del mundo es el objetivo más puntual de las hordas feministas.
Amparado bajo el consejo de Europa, en 2011 ‘Living together’ publicó un manifiesto donde se exponían los principales peligros que amenazaban al nuevo orden implantado por Bruselas y amparado por el feminismo, el ecologismo y demás formas de progresismo descompuesto.

Entre las principales amenazas que atentaban contra los principios de dominio futuro y la construcción de las democracias multiculturales destacaban el posible aumento de actitudes antisemitas, la aparición de sentimientos islamofóbicos y la creación de núcleos pertenecientes a la «extrema derecha». Considero de un pueril inoportunismo el ocuparme de esclarecer este supuesto, como gran peligro hacia el nuevo orden de cosas. Por lo que apelo al entendimiento del lector, quien, estoy convencida, podrá deducirlo sin necesidad de ostentar en este escrito ningún delito de odio.
En cualquier caso, para el proceso de crear una nueva democracia multicultural, la lucha entre los géneros, la aparición de nuevas opciones sexuales y la inmigración masiva juegan un papel determinante en la destrucción de Occidente y por tanto constituyen un potencial aliado para instalar el nuevo orden político y judicial (basado en la diversidad y la ruptura con el asimilacionismo para crear una Europa donde todos tengan cabida excepto los propios europeos) tan soñado por las élites y tangible (cada vez en mayor medida) desde la Segunda Guerra Mundial y su status quo surgido tras la derrota, atendiendo a la sinergia que establece la modernidad, más concretamente el feminismo, entre las redes, hemos de abstraer los que considero más primarios para comprender el modus operandi de estas doctrinas enfermizas y gaznápiras.
La labor deconstructiva del feminismo tiene el deber de luchar contra las identidades culturales, religiosas y raciales que las han subordinado antaño.

El enemigo entonces toma forma en la figura del hombre blanco entendido en las mentes de las esbirras de Sión como EL PATRIARCA. Etimológicamente denotamos que el patriarcado no solo incluye la figura paterna, si no la raíz, la identidad racial, la patria.
Las feministas presuponen que la vida Europea ha sido y es regida por el injusto yugo del orden patriarcal.
Este poder «señorial» (ar en sanscrito es elevación, en griego virtud o excelencia, el mejor, indoeuropeo germano, señor) ha sido el artífice de las civilizaciones europeas, las han dominado y ha sido el culpable del resentimiento feminista hacia el hombre, pues le culpan de haber creado la egregia civilización rectora, relegando a las mujeres un plano de «artífices de la independencia de los varones como gestoras de su dependencia». (A las mujeres y a todos los que no sean blancos, europeos y heterosexuales).

Según las doctrinas feministas -postestructuralistas principalmente- el orden patriarcal ha negado una serie de diferencias culturales para crear una sociedad homogénea, y para ello ha hecho uso a lo largo de los siglos y de la historia de tres grandes ejes para establecer el dominio, basados en la contraposición de binomios.
- División regida entre espacios públicos y privados. La ideología feminista comprende que la sociedad está dividida en dos grandes núcleos. El hombre es destinado a tareas públicas, a la cultura, el arte, la política, la economía… y los demás planos de la vida pública de una nación. En cambio, la mujer no es más que una herramienta privada del hombre, destinada a la vida familiar y «sin relevancia». Esto las lleva a asimilar todo lo construido por el esfuerzo de los siglos como una abominación de la esclavitud que la mujer sufre hacia el hombre, ya que siendo un mero objeto de uso masculino, no ha aportado grandes cosas a la civilización occidental (a excepción de continuar la estirpe asegurando allá permanencia de dicha civilización, inculcando los valores a los hijos y en muchas ocasiones siendo determinante para el curso de la historia) por esa razón todo lo anterior debe sucumbir bajo el ocaso de la hembra.
- La contraposición entre naturaleza y cultura. El orden de las cosas se divide en naturaleza y cultura, es decir, entre mujer y hombre. Las mujeres no pueden ser destinadas a simples labores naturales como dar a luz, sino que deben suplir al hombre en lo que respecta a la cultura. Esto podría comprenderse como una malísima interpretación de lo espontáneo y lo difícil, por lo que la mujer debe olvidar crear vida para dedicarse a competir con el hombre en cuestiones de dominio, lo que conlleva un abandono de la naturaleza, una ruptura con la bióloga y una creación de nueva hembra que sea de todo menos esto mismo. Para comprender en su máximo relieve este binomio, es preciso asimilar que el feminismo comprende a la maternidad como único objeto de la mujer, por lo que desplazan ellas mismas al hombre de todo lo relacionado con la familia. «Nosotras parimos nosotras decidimos», pues la paternidad para ellas no tiene importancia alguna. Por lo tanto, sus postulados se asientan sobre un error garrafal que es artífice de toda la equivocación de sus posturas.
- La contraposición entre heterosexualidad y homosexualidad: el orden patriarcal se apoya una determinada concepción del matrimonio vinculado a la reproducción y procreación que continúe la sociedad. Por tanto, las uniones que no correspondan a estos fines deben ser excluidas por el patriarca.

Esto las lleva a afirmar el dominio de una exclusiva clase de varones: “el hetero patriarcalismo”. Para las feministas existe un pacto contractualista entre hombres y mujeres llamado el contrato sexual. El varón elige a la futura madre de sus hijos en función de unos estereotipos patriarcales de belleza y virtudes femeninas y la mujer debe aceptarlo por miedo a las represalias. Por tanto, el matrimonio –quizá es lo único en que coincida con las exaltadas moradas- ha de ser basado en la heterosexualidad, pues su fin es formar familias y procrear, misión destinada únicamente a la unión entre los hombres y las mujeres.
Así las doctrinas moradas y todo el acervo de herramientas atrincheradas en Bruselas se disponen en acabar con la heterosexualidad de la sociedad, siendo estas las grandes aliadas de la causa LGTBI que lucharan conjuntamente para lograr los designios del nuevo orden “democrático multicultural”.

En resumen, las feministas quieren la emancipación del orden patriarcal, tal como ellas lo entienden, lo que equivale destruir la organización tradicional y natural de la civilización. La relación con los hombres, la formación de las familias, la maternidad, la cultura y los valores occidentales son sus más profundos enemigos, por lo que han de ser aplastados bajo el puño de la nueva Europa diversa que implantaran el continente el yugo de la dominación sionista, hasta llevar a nuestros pueblos a las lindes de la de la descomposición histórica, de la liquidación, de la muerte.
LA FAMILIA, EN PELIGRO DE EXTINCIÓN
Existe una célula fundamental para la existencia y correcto funcionamiento de las naciones.
Esta célula conforma la más primaria y elemental organización social del ser humano, siendo indispensable la existencia de estas para poseer la patria en su conjunto amplias perspectivas de futuro y elevación.
Ya hace 1,3 millones de años, con las primeras apariciones de pobladores en la península, la única expresión de jerarquía y organización eran las familias. Luego, con la llegada del paleolítico y la influencia de colonizadores de oriente próximo, se dio paso a formas artificiales y extranaturales, provocadas por la comercialización de la producción sobrante.

Desde la aparición del ser humano hasta nuestros días, la familia había sido el principio de forma social, aunque ahora la iconoclastia feminista y el acervo de patanerías presentes en el panorama político actual se afanen en destruirla.
Entendiendo el cuerpo nacional como un cuerpo vital, la familia equivale a la unión más simple de las células, pequeña, descomplicada, pero indispensable para el funcionamiento de organismos mayores. Sin las familias no se puede asegurar la regeneración de los tejidos, de la salud nacional.
Urge angustiosamente proteger esta célula fundamental para salvarla de las lindes de la descomposición histórica que inexorablemente nos llevaría hacia la desaparición como estirpe y como patria.
Para la feminista, previamente envenenada su limitada inteligencia, la familia no es más que otro instrumento de opresión femenino, ergo, decide proclamar una verdadera fiesta en honor al egoísmo e irresponsabilidad.
La familia es, nada más y nada menos para ellas, que un atentado contra los principios de lucha por la liberación femenina, y por eso urge destruirla, con cualquier responsabilidad y obligación histórica, con cualquier forma de continuación racial y mantenimiento de las viejas uniones matrimoniales entre dos personas de distinto sexo, aunque estos sean designados por las leyes de la biología, los instintos y la naturaleza para la preservación, para la creación de más vida que asegure nuestra continuidad histórica.

De este sistema de pensamiento se puede presuponer que una mujer feminista y empoderada ha de tener otras ambiciones en la vida diferentes a formar un hogar, pero realmente este pensamiento no es más que el jarabe que se le da a alguien cuando descubre la realidad y un tremendo dolor la atraviesa el pecho. Puesto que el sistema capitalista no permite en la mayoría de casos el formar una familia, conseguir un trabajo estable que te permita mantenerla sin verse quebrantado por las horas que exige la jornada laboral, adquirir una vivienda donde poder sentar ese hogar con el sueldo medio de una persona… se ven entonces obligados a anestesiar la población con ideas elocuentes y nocivas.
Nos podría parecer destinado únicamente a los ciegos y miopes el no darse cuenta de la magnitud del problema: actualmente España presenta las tasas de natalidad más bajas registradas hasta el momento. Un descenso de la maternidad sin precedentes asola Europa situándola en el borde de la desaparición.

Desde que se establece en 1941 el computo homologado -la cifra ya nos da explicación al catastrófico fenómeno- las tasas de natalidad en Europa solo han descendido, han caído en picado, mientras los avances médicos -la mayoría concluidos por científicos de uniformes pardos- hace que la población cada vez sea más envejecida, presagiando la muerte de las naciones en el silencioso réquiem de la postguerra.
En Alemania actualmente el porcentaje de natalidad por mujer data de 1,54. En Italia, según los estudios de principios de década, 1,27. En Francia se traduce la tragedia en 1, 87. Y en España 1,24.
Es importante no olvidar que en esas tasas porcentuales también se incluyen a mujeres no francesas, no italianas, no españolas, no europeas. Por lo que la cifra real de nacimientos europeos no llega a superar el 0.
Según el Banco Mundial, España se sitúa en los primeros puestos de la lista con más bajo registro de nacimientos. Por cada mil españoles ¡Nacen 8,20!. El relevo generacional según los estudios de 2020 es un 40% menor a la generación precedente, dicho en otras palabras, si los padres tuvieron cuatro hijos, tú tienes menos de dos. Los nietos naturalmente no podrán si quiera ser porcentaje.

El inmenso descenso de la natalidad registrado desde 1978, (47% menos natalidad) puede resumirse en las corrientes ideológicas y tendencias político-sociales, puestas en vigor desde el momento en que ese zafio conjunto de papeles entono el réquiem a España.
Desde entonces, los gráficos de natalidad representan verdaderos acantilados, líneas de vertiginosas caídas en picado.
Mientras el feminismo se afana en educar a las mujeres desde antes de tener su primera menstruación, adoctrinándolas con procesos dignos de la más alta tecnología en lavadoras mentales, la mujer europea se muere. Mientras ellas están distraídas en el pan y circo que se las ofrece; en salir de fiesta cada viernes, en conocer sexualmente a personas con una frecuencia estrepitosamente indecente, mientras asfixian su juventud en derroche de energías, vasos de ginebra y series televisivas, la nación se apaga lentamente ante sus ojos.

El feminismo, después de educar a la mujer en los valores hedonistas del individualismo más salvaje, del “solo yo importo”, mientras la hace creer que la felicidad está en llegar a ser oficinista pero no madre, pues eso implicaría tener que sacrificar parcelas de su tiempo libre, mientras la venden el cuento de que no necesita al hombre, mientras la lesbianizan mediante educación sexual en tercero de primaria, mientras la ofrecen el aborto como aspirinas para paliar el dolor de cabeza. Mientras sirve el feminismo de calmante a su querido sistema capitalista, que, deshumanizado, no permite la formación de las familias.
Así el gobierno Español entendió como mejor idea gastar el pasado año 34 millones de euros en abortos y 3,6 euros en mujeres embarazadas.
Pero la perdida de natalidad que se traduce a la perdida de la nación es entendida para el capitalismo como la perdida de mano de obra que realice sus trabajos y de clientes a los cuales colmarlos con su sociedad consumista. Y entonces gaznápira mentalidad de aquellos profesionales de la política estiman que la solución hacia esta pérdida de población constante viene a ser la llegada masiva de inmigrantes, ejecutada por mafias encubiertas como el open arms y, perfumada de un confuso hedor cuya etiqueta en el frasco lo describe como progresismo, humanitarismo, antirracismo y globalización.
Estos “salvavidas de Europa” se escriben en porcentaje como un 25,2% de natalidad y esto sin constatar en la cifra los nacidos de padres ilegales y sin documentación, además de los menores extranjeros no acompañados, que tanta alegría traen a nuestras ciudades.

Los políticos charlatanes rábulas del sistema intentaran paliar todo acto insurrectico con políticas antirracistas, con reversión de conceptos intocables. Sembraran entonces en el corazón de los europeos un sentimiento de culpabilidad por ser superiores que habrá de camuflarse voluntariamente en el discurso igualitarista. Se nos educara en la diversidad como si la perdida de la identidad europea no valiese de nada por estar en deuda con el mundo.
Y poco a poco, vendrán, nacerán, se reproducirán, mientras nosotros nos extinguimos como pueblo. Recalcamos también que a 25,2 % de natalidad, si la estudiamos con perspectiva de futuro y teniendo en cuenta que ciertos foráneos no se ven afectados por el feminismo, por la homosexualización… además de recibir ayudas económicas del gobierno, dará en 25 años con la cifra de 64% de nacidos inmigrantes en Europa.
Esto significará que democráticamente seleccionaran a lideres que defiendan sus intereses, que el idioma predominante en nuestras calles será el suyo, que las escuelas necesitan profesores de su etnia, historia de sus pueblos, cultura de sus regiones. Significará que los comercios europeos no tendrán demanda y poco a poco serán sustituidos por productos extranjeros que realicen una línea paralela económica hundiendo en la miseria a los europeos. En resumidas cuentas, significa que habrá muerto Europa, arrastrando con ella la más gloriosa historia, las más brillantes proezas, esculturas, obras arquitectónicas o musicales. Habrá sido todo aplastado bajo la zarpa del sionismo y de sus planes.

De esta terrorífica política de inmigración podemos sacar dos conclusiones
- Esto no ha supuesto un saneamiento de la economía, ni un engrosamiento de la hucha de pensiones, ni un des-ahogamiento del sistema monetario español, pues la mayoría de los inmigrantes que vienen a España, siendo esta la puerta de entrada a Europa, no lo hacen para trabajar si no para instalarse de cabeza en nuestros sistemas sociales y de ayudas. No decimos aquí ni mucho menos que el problema lo tengan aquellos que vienen aquí escapando de una guerra o de una precariedad insoslayable, pues ellos ciertamente y en cierto modo no son culpables de la situación de sus países. Nosotros no luchamos contra los hombres si no contra los profesionales de la política, órganos de gobierno principales, G20, SMI, SRF… que son los verdaderos culpables de la premeditada situación actual.
En cualquier caso, gran parte de los inmigrantes que trabajan lo hacen sin papeles, por lo que no contribuyen al PIB.
La broma nos cuesta cerca de 20 millones de euros (la ilegal), 6.000 millones de euros anuales extraídos de los impuestos para ayudas sociales, 800 mil euros mensuales para pateras y centros de MENAS (y sus consecuentes estropicios van a parte) la salida de 8.000 millones de euros de sus sueldos enviados a los países de orígenes. Campañas de integración social, mayor inversión para adaptar la educación…
En total suman aproximadamente 50.000 millones de euros anuales destinados a la inmigración. Su contribución por tanto no es para reflotar la economía si no para hundirla aún más.

Lo más incoherente es que con tal cifra estratosférica se podrían realizar planes de ayuda para las familias que solventaran el problema de la natalidad.
- Que los inmigrantes llegados a España, Alemania, Bélgica… son en su mayoría pertenecientes a pueblos africanos, cuya cultura es musulmana al igual que su religión, y su raza árabe. Hispanoamericanos y asiáticos siguen al primer grupo.
No es necesario contar con la inteligencia surgida de las ilustradas mentes parlamentarias para advertir que estos nuevos españoles (los inmigrantes curiosamente no se ven manipulados por las tendencias de pensamiento impuestas desde Bruselas y por tanto vemos como mientras las salas de maternidad se vacían de españolas se llenan de foráneos), NO SON ESPAÑOLES. No poseen nuestra cultura ni conocen nuestras tradiciones, no encuentran un arraigo hacia nuestra patria y por tanto tampoco un respeto. No pertenecemos al mismo pueblo ni tenemos la misma idiosincrasia, y por supuesto, no somos de la misma nación. Por tanto, resulta de un absurdo pueril el pensar que estos nuevos españoles van a asegurar la permanencia de España. Todo lo contrario, si esto no se frena con fortísimas políticas pro natalistas, ayudas estatales para las familias y concienciación de la sociedad del panorama que tenemos ante la vista, estaremos condenados a la desaparición histórica, al fin de nuestra nación y nuestro pueblo. Corresponde únicamente a los hombres y mujeres europeos el renovar las generaciones venideras. Es un derecho y una obligación ineludible que no puede estar sujeta a la libre elección inconsciente y egoísta, a la anteposición de intereses individuales o a la negación de un sistema económico antisocial y contrario a las leyes naturales.
IMP