Más allá de FE y de las JONS

Comúnmente es conocido como el fascismo español aquello que nació de las teorías políticas de Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma y José Antonio Primo de Rivera, entre otros. Por lo que el nacionalsindicalismo, ha sido visto como la única rama española de los movimientos nacional revolucionarios europeos, con Falange Española y las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista como su núcleo.

Otros, en una especie de delirio, han llegado a considerar a Francisco Franco y el Movimiento Nacional como otra de las expresiones del fascismo español, sin aportar ningún argumento ideológico que convalide tal teoría, pues más allá de la estética y algunos elementos secuestrados de FE de las JONS, no hubo mayor correlación.

En cambio, más acertado puede ser el análisis de Enric Ucelay-Da Cal o Collin Winston, cuando aseguran que en España estaban eclosionando otros movimientos, siendo Cataluña el centro de estos, como si fuera la Lombardía o la Baviera española. Algo que tendría sentido, pues pese a la posterior presencia de esos movimientos en otras regiones españolas, Cataluña fue indudablemente la vanguardia política y social del país, algo en lo que incluso Ernesto Giménez Caballero coincidió, siendo su figura conocida como la del “primer fascista”.

¿LA PRIMERA EXPRESIÓN FASCISTA?

Tras la guerra hispano-estadounidense, España empezó a sufrir una crisis existencial que dio lugar a tiempos turbulentos y de incertidumbre, que abrieron las puertas al regeneracionismo y, en consecuencia, al renacimiento de los pueblos ibéricos. El más sonado de estos casos probablemente fuera el catalán, donde en 1918 se abría paso la propuesta catalanista para establecer una autonomía que venía apoyada por carlistas, la Liga Regionalista y la Federación Democrática Nacionalista, que sumado a los constantes enfrentamientos entre catalanistas y las autoridades locales, dieron motivos suficientes para que los nacionalistas españoles tomaran cartas en el asunto.

Es así como el 11 de enero de 1919 surge la Liga Patriótica Española [LPE], que tenía su sede sobre el Teatro Petit Pelayo en las Ramblas de Barcelona, donde además hicieron su primera pequeña demostración repartiendo propaganda entre los transeúntes. En la hoja propagandística se podía leer sus objetivos, que no eran otros que el combatir por todos los medios posibles a aquellos a los que ellos llamaban separatistas, ya fuera en las calles, por medios poco convencionales o por un periódico que iban a publicar, que llevaría por lema “Todo por España y para España”.

La nueva Liga tomó el nombre de una asociación carlista fundada en 1896, aunque también dispuso de tal nombre para rivalizar con la Liga Regionalista. Contó rápidamente con 7.000 miembros, entre los que se encontraban policías, militares, mellistas, obreros carlistas, lerrouxistas descontentos e incluso, hinchas del RCD Español. La mayoría de ellos consideraban que el regionalismo u otros modelos descentralizados, podrían dar paso al separatismo y, por ello, había que enfrentarlos con contundencia.

Desde su fundación y con la total complicidad de las fuerzas de seguridad, la LPE salía diariamente a repartir propaganda y a enfrentarse a los supuestos separatistas, ya fuera con bastones o con pistolas. Pero hubo un status quo cuando en febrero de 1919 empezó la gran huelga de La Canadiense. Esto eclipso la virtual rebelión nacionalista que estaba a punto de sufrir Cataluña e imposibilito el avance de ambos sectores, tanto el catalanista, como el españolista que no recuperaría su espíritu hasta años más tarde.

Reunión del Partido Nacionalista Español, el segundo por la izquierda, José María Albiñana, fundador del partido.

La LPE definitivamente fue una expresión contundente del nacionalismo español, pero nunca fue más allá, a diferencia de lo que han querido insinuar algunos historiadores. El simple hecho de formar una organización que usa la violencia como medio y que, además, tiene entre sus filas a militantes nacionalistas y a algunos obreros, no es un argumento válido para declarar a una organización como fascista. Pues en este caso, nunca hubo una teoría desarrollada, mucho menos una síntesis ideológica que uniera el pensamiento del nacionalismo de derechas y el socialismo de izquierdas, ni parece que hubiera tales intenciones, pues se obcecaron en el nacionalismo español.

Si la LPE hubiera atendido las demandas del pueblo y, sobre todo, de los obreros carlistas que formaban parte de ella, quizá hubieran llegado a una suerte de fascismo con el paso de los años, pero este proyecto únicamente se quedó en un precedente del nacionalismo español que estaba por venir, que se caracterizaría por ser un proyecto más serio y maduro que el de la LPE, que sobre todo obtendría sus frutos a partir de los años 30.

Constitución de la oficina electoral denominada Tradicionalistas y Renovación Española (TYRE).

Ejemplo de ello fueron el Partido Nacionalista Español o Renovación Española, dos partidos que también asimilaron una estética parecida a la fascista, probablemente con la única intención de hacer uso del oportunismo y tener mayor resonancia. Pero nuevamente, no podemos caer en el error de creer que, por la mera estética, un partido ya se puede volver fascista, cuando el concepto del fascismo es un movimiento caracterizado por su amplio espectro de ideas.

Además, cabe destacar la banalización que se hacía sobre algunas palabras en aquella época, que darían explicación a nuestra situación actual. Es por ejemplo el caso de la banalización de la palabra “fascismo”, a veces relacionada con el nacionalismo español, al representarse con unos fasces por defender incansablemente la unidad, de ahí que a veces se pudiera hablar de “hacismo” o “fascismo”, entendido de una forma distinta a la italiana, pues, o bien no conocían la idea italiana, o simplemente querían relacionarlos con el supuesto enemigo de las libertades.

Algo parecido pasaba con el separatismo, pues en España el separatismo era una idea minoritaria entrado el siglo XX, a decir verdad, el separatismo nunca represento ningún peligro hasta que fueron los propios nacionalistas españoles quienes lo nutriero. Pero fue considerado como separatismo toda defensa de la diversidad española por el alarmismo de los reaccionarios del momento, fuera realmente un movimiento separatista o no.

No es tan distinto a lo que hoy vemos, cuando fascismo es cualquier representación de unidad para los antifascistas, mientras que la defensa de la catalanidad u otras identidades es visto como una formula macabra para llegar al separatismo.

ENTRE EL CARLISMO Y EL SINDICALISMO REVOLUCIONARIO

Emblema de los Sindicatos Libres.

Distinto al caso de la LPE pudo ser aquello que surgió tras la gran huelga de La Canadiense. Durante los acontecimientos de la huelga, la Confederación Nacional del Trabajo [CNT] ganó una gran visibilidad política, pues sus esfuerzos valieron para que los huelguistas salieran victoriosos y se implementó una mejora de los salarios de los trabajadores, la readmisión de aquellos que fueron despedidos, así como la implementación de la jornada laboral de 8 horas diarias y 48 horas semanales.

La CNT, pese a la presencia inicial de varios círculos obreros carlistas, era esencialmente una organización anarcosindicalista y se presentaba como un nuevo enemigo, un frente totalmente nuevo al que combatir para los patriotas y nacionalistas españoles que rara vez se habían inmiscuido en las políticas sindicalistas y era, precisamente ahí, en el único terreno donde se les podía ganar.

Salvador Seguí (en el centro), junto a otros miembros del comité central de la CNT, en Madrid, en diciembre de 1919.

La situación de Cataluña con el pistolerismo, el antipatriotismo marcado de la CNT y su vinculación provisional con la III Internacional, que fue aprobada en el II Congreso de la CNT en el Teatro de la Comedia, hicieron que alrededor de 20 círculos obreros tradicionalistas de Cataluña se reunieran en el Ateneo Obrero Legitimistas y se desvincularan totalmente de la CNT. Aprobada su desvinculación, tomaron la decisión de formar lo que llamarían la Unión de Sindicatos Libres [USL], un sindicato inspirado en la doctrina gremial que tendría por presidente a Ramón Sales Amenós.

Ramón Sales por entonces tenía diecinueve años, fue un carlista, miembro del requeté leridano y un activo participante del Ateneo Obrero Legitimista, además de ser militante del Sindicato Mercantil de la CNT. El 10 de octubre de 1919, pasó a ser el presidente de la USL, a la que se unieron algunos de sus compañeros jaimistas, así como otros obreros carlistas procedentes de la LPE según Ángel Pestaña.

Ramón Sales Amenós.

El nuevo sindicato pretendía ser una formación apolítica, aunque inicialmente y por un breve tiempo recibieron el apoyo del Partido Jaimista. Sus objetivos principales fueron la defensa de los trabajadores, la libertad sindical y enfrentar a la CNT, que era vista como una organización sindical antipatriótica y que se impuso mediante la coacción y el terror, obligando a los trabajadores a unirse a ella.

Su tesis sindicalista tenía sus orígenes en el pensamiento de Pedro Olartua Eriz, pero fue Francisco Aizcorbe quien redactó los estatutos de la USL, donde se señalaba la necesidad de la unidad de los trabajadores para combatir el sistema capitalista. El discurso obrerista fue la norma, hasta el punto de tomar la hoz y el martillo como símbolo de la USL, o su periódico que tomo por nombre “Unión Obrera”, dirigida por Juan Laguía Lliteras, conocido por sus teorías carlistas unidas al sindicalismo revolucionario y su catalanismo.

La USL sin pretenderlo, se convirtió en una organización transversal, el discurso obrerista se vio unido a la defensa de la familia y de la nación. Sorprendentemente, estos obreros carlistas también defendieron la aconfesionalidad de la organización, con lo que pretendían también unir a aquellos obreros que fueran agnósticos o ateos.

Portada de Unión Obrera, número 76 del año II, 9 de septiembre de 1922.

La USL durante un tiempo se convirtió en una organización incómoda para el poder, realizaban huelgas, boicots, negociaciones y se oponían a la Patronal, que creía que los podría subordinar fácilmente, como ya había ocurrido con otros sindicatos católicos financiados por magnates capitalistas.

La CNT también los tenía en el punto de mira, pues consideraban que habían escindido a la clase obrera y por ello no tardaron en atacarles, llegando a asesinar al menos a 53 de los dirigentes de los libres. Es posible que creyeran que, como los otros sindicatos, los libres estarían ligados al aburguesamiento típico de conservadores y liberales, pero los libres procedían de un ambiente combativo y respondieron con la misma contundencia con la que fueron atacados, una muestra de fuerza que siempre defendió Lliteras. Formaron sus propios cuadros de milicianos y se sumaron al pistolerismo ya característico de Cataluña, y desde entonces también participaron en peleas y atentados contra sus enemigos.

La situación de la ciudad condal era incontrolable, probablemente por ello fuera sustituido constantemente el gobernador civil, hasta que a finales de 1920 se estableció el general y nuevo gobernador civil Severiano Martínez Anido, quien se dispuso a instaurar el orden y para ello, probó todas las tácticas posibles y las autoridades reprimieron duramente a ambos sindicatos.

Martínez Anido, hacia 1925.

A principios del 1921, los libres contaban con alrededor de 10.000 miembros, mayoritariamente de clase obrera. Se les acusó entonces de recibir apoyo gubernamental para crecer, y, a decir verdad, parece ser que Lliteras intentó conseguir el apoyo de Anido, pero no parecía haber llegado a un acuerdo fructífero. No fue hasta 1922 que la USL creció exponencialmente, y quizá fuera porque Martínez Anido finalmente sí quiso estrechar lazos con ellos y, aprovechando la ausencia virtual de la CNT, muchos trabajadores decidieron pasarse a los libres, beneficiándose ampliamente y llegando a alcanzar los 150.000 miembros.

Sea como fuere, con la entrada masiva de nuevos miembros, también surgieron los grupos incontrolados, entre los que se encontraban Inocencio Feced y sus colegas, conocidos amigos de Martínez Anido y de la Patronal Catalana.

Los Sindicatos Libres persiguiendo al anarquismo, el separatismo, la masonería, el comunismo y el judaísmo.

A finales de 1922, Anido fue sustituido como gobernador civil y la CNT resurgió con fuerza. Quizá fuera por ello por lo que Salvador Seguí se situó en el punto de mira, tanto para las autoridades, como para la Patronal Catalana, quien temía que tarde o temprano Seguí fuera un puente para la unión entre los libres y los izquierdistas.

Seguí no solamente no parecía ser un gran enemigo de los libres, sino que siempre se opuso a las tácticas violentas y de terror que usaba la CNT. Seguí era un hombre diferente, carismático y que quizá en un futuro hubiera podido servir de puente para futuras organizaciones. Era un peligro público.

Por ello, al entrar en 1923, comenzó a recibir amenazas de muerte anónimas desde supuestos elementos de los libres. Seguí no lo creyó, nunca pensó que los libres fueran a asesinarle y si esas amenazas llegaban desde la USL, debía ser de un grupo de incontrolados. Él siempre estuvo convencido de que quien lo quería asesinar era la Patronal, y no se equivocaba, al fin y al cabo, cuando Seguí fue asesinado, se vio a Feced por la zona.

En cualquier caso, este acto solo encrudeció la situación que vivía Barcelona y los libres, además de ser acusados del asesinato de Seguí, también fueron perdiendo fuerza y se fue desvirtuando poco a poco la idea original.

Al llegar el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923, Ramón Sales dio su apoyo al nuevo régimen, pero no dio los frutos esperados tal apoyo, pues Miguel solo benefició a los organismos oficiales, encontrándose los libres con problemas para poder crecer y establecer un sindicato a nivel nacional.

En 1924 crearon la Confederación Nacional de Sindicatos Libres de España, al unirse con la Federación de Sindicatos Libres del Norte, llegando así a los 200.000 miembros. Pero se vieron eclipsados durante la dictadura y al caer en enero de 1930 el gobierno de Miguel, fueron difamados por la prensa y sus rivales políticos, dando una imagen equivocada de lo que fueron. Poco después, al instaurarse la II República, la que ahora era la CNSL fue prohibida por Lluis Companys, que los acusó de tener armas y explosivos en sus locales.

Lluis Companys.

Entre 1934 y 1935, los Sindicatos Libres volvieron a reorganizarse, pero ya no tenían nada que ver con la ideología que habían tenido en un principio. Ahora parecían presumir de su nacionalismo español, pero no de su sindicalismo revolucionario. La moderación había llegado y su unión a Renovación Española y posteriormente al Bloque Nacional, era un claro signo de derechización. Durante la sublevación de 1936, se pusieron del lado del Bando Nacional, aunque algunos corrieron la mala suerte de ser atrapados por comunistas y cenetistas. En el caso de Ramón Sales, la CNT afirmó haberlo fusilado, pero otros testigos aseguran que fue descuartizado vivo encadenando sus pies y manos a cuatro camiones.

Siempre y cuando seamos justos con la historia, y exoneremos a la USL de su desvirtuación que sufrió pocos años después, ya fuera por el aburguesamiento de sus mandos, o por la infiltración de elementos que buscaban acabar con su espíritu combativo, se podría decir que los libres marcaron un auténtico precedente en España del sindicalismo nacional.

Un precedente ampliamente desconocido y que, cuando ha sido recordado, se le ha tachado indiscriminadamente de sindicalismo amarillo. En cualquier caso, este proyecto nos podría recordar indudablemente al proyecto nacido en Francia del interés de la Acción Francesa por el sindicalismo revolucionario de George Sorel, especialmente entre los pensadores como George Valois, Jacques Bainville y Jean Rivain, que más tarde colaborarían con el anarcosindicalista Émile Janvion, que también sintió interés por el nacionalismo integral.

Aunque no debemos olvidar que en España ya empezaba a nacer la síntesis entre el nacionalismo y el socialismo, hasta ese momento nunca se había visto un proyecto parecido a este, proyectando en sus ideas la defensa de la nación y el sindicalismo. Los libres entonces, con unas ideas aun por madurar y que fueron breves, la dirección de estas no era otra que el nacimiento del primer sindicalismo nacional en España, antes incluso de que Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo dieran sus primeros pasos hacía las teorías nacionalsindicalistas.

Un proyecto que demostró que entre los carlistas también tienen cabida las ideas revolucionarias, pero que ha sido convenientemente condenado al olvido, tanto por quienes pudieran sentir un interés por sus ideas, como por aquellos que prefieren enterrarlas para evitar su resurgimiento y ligarlas de alguna forma con la Patronal.

Pese a nuestras diferencias, es de recordar que en España hubo algo más allá de Falange Española y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, haciendo honor a la historia española en su plenitud, sin caer en la memoria histórica democrática, aunque se pudiera perfilar mucho más este escrito, como otro que se podría hacer sobre el primero socialismo nacional español. Sin duda, en España pudo haber nacido algo mejor que aquella burguesía que dejo nuestra patria con todo atado y bien atado, para la entrada a la democracia liberal.

Christian Revolutionarii

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