No es ninguna novedad que la familia, base de la civilización que hasta hace no tantos años nos sustentaba, está siendo atacada desde innumerables flancos por los grandes medios de comunicación en todo su diabólico y extendido tejido, y es vilipendiada por la sociedad civil, a la par que infravalorada y olvidada poco a poco por quienes deberían defenderla en beneficio del Bien Común.
Sin éste fundamental elemento, se pierde el núcleo fundamental de la nación, siendo la Patria denominada en el “ethos” hispánico “familia de familias”, formando además parte indiscutible de una de las principales vías para propagar nuestra idea en el mundo y a las generaciones venideras: Mediante la educación; moral en primer lugar; y más tarde ideológica de la descendencia.
El vínculo y el ejemplo paterno son la mejor substancia para el adoctrinamiento (evitando su toda moderna connotación negativa ) de los nuevos seres que han de venir al mundo y recoger para el futuro nuestro testigo.
La culminación en la paternidad y maternidad del desempeño humano es la gran culminación de masculinidad y feminidad, dos dones Divinos de la creación degradados hoy en tremenda magnitud, obra del hedonismo y la cultura dominante que desprecia lo sublime de la vida con el engaño de la anquilosada juventud. Es por ello que deberemos de rescatar y separar de toda corriente superficial éste Deber, para poder llevar nuestra Cosmovisión al futuro mediante la transmisión familiar.
Notorio ejemplo de esto, es la insigne transmisión del Carlismo en España, realizada a través de familias típicamente Carlistas, que escudadas en su Tradición no osaron traicionar la corriente natural que propugnaba la supervivencia de ésta tendencia.
No sólo eso, es también un símbolo perenne de resistencia a la amoralidad capitalista y al afán absorbente del comunismo, a la degeneración moderna y un halo de protección de una infancia natural y agradable en un hogar saludable, no en vano su etimología o significado indoeuropeo nos refiere a lo “doméstico, del hogar”.

Además, la existencia del elemento étnico es un hecho de gran valor e imprescindible en ésta institución, mediante la aplicación de la proximidad, pues es prójimo a nosotros alguien que es semejante a nosotros aunque viva a en un lugar lejano al nuestro, y parte de una familia más amplia, la Racial.
Formar una familia es hoy en día, un hecho que me atrevo a juzgar (y creo que no ser el único en ésta venturanza) como político, en su sentido más inmediato. Es por tanto de vital importancia como una reivindicación humana y política, buscar la creación de una, en medida de nuestras posibilidades y con conciencia a medio plazo, para que desemboque prontamente en una Comunidad Popular, principio y fin de nuestra Idea.
No ser partícipe del elemento familiar por mero capricho o dejadez absoluta no significa otra cosa que, en primer lugar, no corresponder a los que nos precedieron, y en segundo lugar y no menos importante, traicionar a los que no vendrán por nuestra desidia.
Todo lo que mediante nuestra renuncia inculquemos en nuestros hijos, nos acercará al horizonte que hoy tal vez no imaginamos, pero que por fuerza propia debe de estar esperándonos en un punto que no puede estar tan lejano, renovando el atisbo vital de ímpetu juvenil, que sin duda multiplicará los frutos de nuestros esfuerzos en pos de nuestro fin.
Abraham