“Nuestra Revolución”, la última iniciativa de Ramiro Ledesma

A Ramiro Ledesma Ramos se le puede definir como un patriota revolucionario, que buscó una salida nacional-revolucionaria a los tiempos convulsos que le tocó vivir y que terminaron por arrebatarle la vida muy joven.

Una semana antes de la sublevación contra el gobierno del Frente Popular que dio lugar al inicio de la guerra civil española, el 11 de julio de 1936, Ramiro Ledesma Ramos publicó en Madrid el primer y único número del semanario “Nuestra Revolución”, semanario político-social donde lanzaba la consigna “Por la continuidad de nuestra nación. Contra sus enemigos y los de todo el pueblo”, y donde pedía a sus lectores “apoyos, adhesiones, hombros que se junten con los nuestros para llevar al triunfo la bandera social, nacional y revolucionaria que hoy necesitan de modo urgente los españoles”.

La estrategia de este nuevo semanario fue la propia de Ramiro Ledesma, y es que era absolutamente imprescindible que la revolución española contase con un sustrato social amplísimo, que en ese momento no era otro que las masas de la CNT, es decir, buscaba Ramiro una salida nacional-revolucionaria sustentada en una amplia base social, que pasaba por atraer a los disidentes de la CNT, como los “treintistas”. De hecho, cuando Ramiro se escindió de la Falange en enero de 1935, volvió a retomar su discurso de mano tendida, entre otros, a los líderes disidentes del comunismo —los trotskistas Andreu Nin (POUM) y Joaquín Maurín (Bloque Obrero y Campesino)— y al propio Ángel Pestaña, el líder del Partido Sindicalista. El nudo gordiano del discurso ramirista no tiene misterios. José María Sánchez Diana, aunque sucintamente, lo deja claro en su biografía. Se trataba de llevar al proletariado urbano al campo de la revolución nacional, pero no por aplastamiento, sino por convencimiento. Una revolución de lo que él llamaba “de todo el pueblo”. Es por ello que en el semanario “Nuestra Revolución” dedicó a la CNT un largo artículo con este título: «Ante la realidad nacional. Las fuerzas motrices de la transformación española: la C.N.T.».

Otro tema al que Ramiro dedica un extenso reportaje en su semanario llevaba por título: «El capitalismo extranjero en España. Un ejemplo sangrante: Riotinto». En el mismo, hace un análisis de este caso referente a la explotación de las minas de Riotinto en Huelva, propiedad de una compañía inglesa desde 1873. Se trata de un riguroso estudio de un ejemplo de la colonización capitalista en España, el de las minas de Riotinto y todas sus infraestructuras. Al respecto recomiendo una película española muy poco conocida que trata este mismo tema: “El corazón de la Tierra” (2007), dirigida por Antonio Cuadri.

Una escena de ‘El corazón de la tierra’.

Otro tema que trata brevemente es el de la Olimpiada Popular que por entonces se organizaba en España como alternativa a los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. El título es: «Deportes: Orientaciones deportivas. La Olimpiada popular. Notas breves». Y lo que defiende ahí es que España participara en ambas, pues así al participar los deportistas españoles en la Olimpiada Popular, les serviría de entrenamiento para ir después a los JJ.OO. de Berlín.

Otro tema que trata en el semanario es sobre las “fuerzas nacionales”, a las que invocaba y convocaba el diario madrileño “Informaciones”, y es interesante leer lo que dice Ramiro al respecto. Entre otras cosas dice: “… En los países donde ha triunfado el nacionalismo (Italia y Alemania), lo primero que se vieron obligados a realizar fue romper el cerco de las fuerzas esas que ahora llama el diario “Informaciones”.

Otro tema que toca Ramiro es el de la política exterior y la recuperación para España de un puesto preminente en la política internacional, cuyo planteamiento menos ingenuo y más maduro y próximo al que años después plasmarán José María de Areilza y Fernando María Castiella en su interesante libro “Reivindicaciones de España” publicado en 1941 por el Instituto de Estudios Políticos. En contra cabe señalar que el artículo en primera página titulado «España en el mundo. Pulso Internacional. Sintética ojeada a los problemas exteriores de nuestra Patria», cuyo autor es José María Cordero, y adolece de la retórica imperialista y africanista propia de aquellos años.

Ramiro se encontraba en la redacción del semanario en el primer piso en la calle Príncipe, 14, cuando, preparando el segundo número de “Nuestra Revolución”, su última iniciativa periodística y editorial, le comunicaron el asesinato de José Calvo Sotelo, que había tenido lugar la noche del 13 de julio. Entonces, haciendo gala de ese espíritu crítico que le permitía ver más allá de los simples hechos, tras quedarse unos instantes inmóvil y silencioso, Ramiro le dijo a Francisco Guillén Salaya que le acompañaba en la redacción del semanario: “Puedes dejar de escribir, el número dos no se publicará. Hay que dejar la pluma y tomar las armas, cambiar la teoría por la acción”.

Libro de ENR sobre «nuestra revolución».

Y así fue. El día 11 de julio había salido el primer número de lo que pretendía ser el banderín de enganche para anarcosindicalistas. Si para sacar a la calle el periódico “La Patria Libre” tuvo que vender su moto Royal Enfield, en la que recorría España, por este periódico iba a dar su vida. Por sacarlo adelante, quedándose en Madrid, redujo las posibilidades de salir con vida de aquellos días, pues podría estar en Galicia si hubiera aceptado la invitación que su amigo el jonsista gallego Manuel Souto Vilas le hizo para veranear allí. Pero él, entregado a la lucha y sacrificando su tiempo por una causa, decidió no ir con tal de sacar su periódico.

Ramiro Ledesma Ramos y su moto Royal Enfield.

Su biógrafo José María Sánchez Diana hace la siguiente descripción:

“Ramiro Ledesma Ramos seguía trabajando con su irreductible y pequeño grupo de amigos. Había fundado otro periódico: “Nuestra Revolución”. Quiso publicarlo el 4 de julio, pero los tipógrafos de la imprenta “El Financiero”, taller donde había de imprimirse, se negaron a editarlo. Ramiro acudió violento y corajudo a la “Casa del Pueblo esclavizada”, como la llamaba, y allí protestó de aquella cerril dictadura proletaria. Logró sacar el periódico a la semana siguiente. Era sábado, coincidiendo con “Juventud”, que ese día insertaba un suelto decretando la muerte de “Nuestra Revolución”.  Este semanario es la última actividad de Ledesma. Sólo se publicó un número, pues la guerra cortó la segunda tirada. Tenía orientaciones sociales y directrices inéditas hasta ahora en la prensa política española. La redacción estaba instalada en la calle del Príncipe, 14. […] “Nuestra Revolución” además de las normales editoriales de Ledesma, tenía artículos de Ignacio Ramos, Gutiérrez Palma, sobre los campesinos en la Unión Soviética; Cordero, sobre política internacional, y Raúl Carballal en la página de deportes. Se esperaban publicaciones de Guillén Salaya y de Emiliano Aguado. En la administración se halla Compte. Era la última célula política de Ledesma”.

Teatro de la Comedia, donde se realizó el acto público de fundación de Falange en 1933.
En esa misma dirección, en el primer piso, estuvo la redacción de «Nuestra Revolución».

[“Ramiro Ledesma Ramos. Biografía política”, José María Sánchez Diana].

Ramiro se encontraba esos días viviendo en una pensión en la Gran Vía madrileña, y como sabía que le buscaban, se trasladó de forma provisional a casa de su hermano José Manuel, en la calle Ponzano (hoy en C/ Ponzano, 52), que en aquellos días tenía a su familia en Cercedilla, y al cual le dijo: “Si ganan las izquierdas tengo un noventa y nueve por ciento de posibilidades de que me vuelen la cabeza; si ganan las derechas, tendré que marcharme de España para vivir con dignidad”. Así que solo con su hermano José Manuel, que también era funcionario de Correos, al igual que Ramiro, y a quien dictó el manuscrito del “Discurso a las juventudes de España”, y con quien compartiría noches de incertidumbre, con quien iba al cine, y con quien pasaba las tardes escuchando a Wagner…, cerraba por la noche las contraventanas metálicas que todavía hoy se pueden ver en la fachada del edificio. Los días pasaban. Él solía ir por la tarde a la cafetería Fuyma, en la Gran Vía, frente a la Plaza de Callao, que era un oasis en medio de la tensión callejera. No le gustaba quedarse encerrado en casa.

Calle Ponzano, 52 de Madrid. Domicilio de José Manuel Ledesma, hermano de Ramiro. Lugar donde estuvo viviendo Ramiro en julio de 1936 hasta su detención que tuvo lugar el 1 de agosto de 1936 a escasos metros de ahí cuando volvía de cenar con su hermano aquel día.

El día 1 de agosto quedó a cenar con su hermano José Manuel en la glorieta de Iglesia. Ramiro y su hermano José Manuel cenaron con la banda sonora habitual de las ráfagas de tiros lejanos. Decidieron salir un poco más tarde hacia casa para que no los vieran los porteros del edificio. En aquellos días cualquier precaución era poca. Volvieron dando un tranquilo paseo, y ya en la calle Ponzano, a pocos metros de su destino, de ese refugio ante la barbarie, de ese edén enquistado en el infierno, un coche pegó un frenazo y de él se bajaron unos milicianos del V Regimiento de Milicias, que les detuvieron. En un primer momento, no le reconocieron, aunque vieron en las iniciales del sombrero de Ramiro, R.L.R, la prueba irrefutable de que era un guardaespaldas de “ese de Falange”, es decir, de sí mismo. Entregó la documentación falsa que llevaba consigo, que era la de su amigo Enrique Compte Azcuaga, y se presentó como un amigo de Ledesma que iba a devolverle el sombrero. Entretanto, los dos hermanos intentaron entrar en la comisaría que había allí cerca, pero no lo lograron, pero sí que un policía secreto se interesase y se empeñase en que fueran detenidos de la Dirección General de Seguridad. Entonces les llevaron al cuartel del V Regimiento de Milicias, que se encontraba en un colegio de los Salesianos. Allí les preguntaron por Ramiro una y otra vez, y de allí les mandaron, después de veinticuatro horas, a la Dirección General de Seguridad, entonces en la calle Víctor Hugo. Este edificio le traía muchos recuerdos a Ramiro, porque no era la primera vez que entraba ahí, donde le esperaba una sorpresa en las celdas del sótano: allí estaba, con otros camaradas, el verdadero Enrique Compte Azcuaga, preso por ir indocumentado, es decir, por sospechoso. En cuanto vio eso, Ramiro no lo dudó. La vida de su camarada dependía de ello y no se arrogó el derecho a sacrificarlo para salvarse a sí mismo. Contra lo que le dijeron, le rogaron y le suplicaron su hermano y el propio Enrique Compte, se acercó a la puerta de la celda y pidió ver al comisario, al que le explicó todo. Cuando consiguió arreglar todo, Ramiro se quedó tranquilo. Lo único que le inquietaba era la situación de su amigo, así que le salvó la vida a costa de la suya. La celda estaba llena de gente, y sobre las once de la noche se volvió a abrir la puerta y entraron dos nuevos. Con uno de ellos hablaría mucho Ramiro. Se trataba de Manuel Villares, que era sacerdote, y cuyo hermano Jacinto fue jonsista. Al día siguiente, 3 de agosto, les trasladaron a la cárcel de las Ventas, su última morada antes del destino fatal. Fueron unos meses duros, de comidas insanas y ridículas, de condiciones duras e inhumanas, pero Ramiro nunca se quejó. Con él estaba también Ramiro de Maeztu, el cual había sido detenido el 31 de julio e ingresado en la prisión de Ventas el 2 de agosto, y con quien tendría largas conversaciones. También tenía preocupaciones trascendentales para lo que le ayudó el padre Villares, y profetizó Ramiro: “Vosotros, si os salváis, vais a quedar muy pocos. Y los que quedéis estaréis a merced de los arribistas y logreros, que acabarán por dominaros, y todo lo que se ha hecho por JONS y FE desaparecerá en la inundación”. Su hermana Trinidad le llevaba ropa, libros y dinero. A poca más gente había dejado él fuera. Sus camaradas estaban casi todos presos y pocas personas se arriesgarían por ir a verle. Tampoco tenía novia; “no tengo tiempo”, contestaba alegremente cuando le preguntaban por eso.

Ramiro de Maeztu.

Y llegó el veintiocho de octubre. Ramiro lo dijo: “Presiento que hoy me van a matar”. Por la noche, cuando estaban ya acostados en el suelo, llegaron los milicianos con una lista. Treinta y dos nombres para ser trasladados a la prisión de Chinchilla, que era lo que decían para ocultar la verdad. Y esa madrugada, tuvo lugar la saca en la que Ramiro Ledesma, junto con Ramiro de Maeztu y una treintena de presos políticos más fueron fusilados en las tapias del cementerio de Aravaca la madrugada del 29 de octubre de 1936.

Al día siguiente, cuando su hermana Trinidad fue a llevarle cosas, le dijeron que estaba en Chinchilla, como a su hermano José Manuel, cuando fue con un abogado para intentar defenderle en un proceso sin juicio ni acusación alguna. Algo muy dentro de José Manuel se quebró al no poder llegar a tiempo para salvar a su hermano Ramiro.

Trinidad Ledesma, la hermana de Ramiro, que fue catedrática, recuperó una buena parte de los escritos de Ramiro, fue una mujer de un carácter muy personal, muy combativa, muy culta, y se esforzó en que se recordase a Ramiro de una forma digna.

Hoy me cabe el orgullo de tener como amiga a Cristina K.L.R., sobrina-nieta de Ramiro y nieta de José Manuel, la cual se implicó en la edición de las Obras Completas de Ramiro Ledesma en el año 2005, año del centenario de Ramiro. Su amistad es también una forma de lealtad a Ramiro Ledesma Ramos.

Eduardo Núñez

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